Th. S. Kuhn propuso el concepto de «paradigma» para señalar los conjuntos de creencias, valores y técnicas que comparten los miembros de una comunidad determinada. Y nada se opone a utilizar dicho concepto en el análisis histórico de dos ciudades que han marcado ciertas pautas en el concierto nacional. Se trata de Cali y Medellín.
Al empezar la segunda mitad del siglo pasado Cali era una ciudad cuya dirigencia mostraba un talante entusiasta y propositivo. Además de la agroindustria de la caña existieron fábricas como Croydon, la de muebles para oficina Industrias Metálicas de Palmira (IMP) y Emsirva o Encali, empresas de servicios públicos que constituían un sólido capital municipal. Por su parte, Medellín era ya en esos tiempos la capital industrial de la provincia colombiana. Nombres como Coltejer, Fabricato, Imusa, Peldar y las EPM evocan toda una era de esfuerzo creativo paisa.
En Medellín, aunque el narcotráfico lo permea todo, los industriales se las ingenian para mantener las viejas empresas y los capos, con Escobar a la cabeza, hacen irrupción en la política, pero no logran controlarla. Es un hecho singular que ni en la esfera pública, ni en la empresa privada, los dineros «calientes” lograron un control igual al que sí sucedió con los carteles vallecaucanos.
Porque la gran diferencia entre esas dos ciudades se refiere a la forma como manejaron ese gran ahorro público constituido por sus empresas de servicios públicos. En el Valle, los políticos se reparten esas empresas para suministrar puestos y contratos a los válidos de cada directorio, exprimiéndolas de tal manera que estuvieron cerca de ser liquidadas. En Medellín, la clase política permitió que se conserven unificadas y que en su administración se empleen técnicas de gestión propias del sector privado_ como sucede con las EPM que generan cerca del 60% del producto bruto de la región_, de allí que ese municipio reciba utilidades por billones de pesos que sirven a los alcaldes para ejecutar cualquier cantidad de obras, y con ellos hasta pueden satisfacer muchas demandas de los directorios políticos que contribuyen a elegirlos.
Medellín y Cali, dos ciudades y dos paradigmas, el uno positivo, el otro bastante negativo. Los paisas, a pesar de ser considerados como egoístas y ambiciosos, mostraron amplísima visión geopolítica y gran capacidad para sortear retos como la politiquería y el narcotráfico. Las dos urbes conforman tendencias históricas que han sido imitadas por otras, como nuestra muy querida Pereira; donde, por cierto, dividimos nuestras antiguas y sólidas empresas públicas y continuamos repartiendo sus restos entre los directorios políticos que contribuyen a la elección de cada alcalde. Es obvio que cuando aparezca una generación que conciba nuevas y grandes metas estratégicas para nuestra ciudad, deberá revisar este estado de cosas. Ojalá no sea demasiado tarde
AGM-23-2024