Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ
La concepción de la vida como un sueño es muy antigua, incluso Platón afirmaba que el hombre vive en un mundo de sueños. No soy sicólogo ni filósofo de profesión y aunque no pretendo dar cátedra sobre los espinosos temas que ellos estudian siempre quise escribir algunas notas sobre un concepto que me embelesa pero que es difícil por lo esotérico y metafísico: la existencia de una doble vida en nuestro paso por este mundo. Lo haré en dos columnas seguidas pero debo advertirles primero que ésta es no es una teoría erudita, que no la copié de nadie y que es —para mal o para bien— producto solamente de mis locos desvaríos. Aunque muchos otros han profundizado en temas afines no conozco una arista similar, razón que me invita a abordarla no sin antes solicitarles que el carácter de orate no se le endilgue a ningún otro ser viviente distinto a quien esto escribe.
El protagonista de la tragedia «La vida es sueño» de Pedro Calderón de la Barca —estrenada en 1635— es Segismundo, un personaje que fue encerrado en una torre desde su nacimiento y que se pregunta si el mundo que ve a través de la ventana es real o si no es más que un sueño. Lo que entendemos por mundo exterior son solo percepciones dentro de un yo. De aquí nace una teoría filosófica —el solipsismo— que afirma que la realidad externa solo es comprensible a través del «yo», que es la única realidad tangible y que no hay forma de saber si las sensaciones de otros son como las mías.
Pretendo ir más lejos y afirmar que no hay una sola realidad tangible sino dos. Sí señores: dos vidas. Vivimos dos veces simultáneamente. Una de manera real y otra de manera virtual. La primera de ellas no es otra distinta que la existencia consciente, aquella en la cual percibimos la que llamamos realidad con los cinco sentidos; la que todos creemos que es la única y que se rige por las leyes de la naturaleza. Sobre ella no hay que profundizar ni hacer precisiones porque todos sabemos que es verdadera, existe y la llamamos “nuestra vida”. La que requiere una profunda disquisición es la otra, la que he denominado “virtual”. Todos la vivimos pero existe y se lleva a cabo única y exclusivamente en nuestra mente y la única manera de accederla es a través de la exclusiva ventana del sueño. Cuando los animales soñamos tenemos vivencias. No creo que nadie quiera negar tal afirmación. Pero éstas son distintas porque las percibimos de manera diferente, sin embargo podemos afirmar categóricamente que los sentidos participan en ellas y creo que nadie se opondrá a la idea de que en los sueños vemos, oímos y sentimos. Quizás sean sentidos virtuales porque pareciera que los ojos, los oídos y el cuerpo mismo están “apagados” pero es evidente que en los sueños tenemos imágenes, sonidos y sensaciones igual que en la vida real.
El ser humano poca importancia le brinda a los sueños. Al despertar tardamos muy pocos segundos en olvidar casi todas las vivencias que tuvimos en ellos y jamás fuimos educados o motivados para prestarles especial atención. Sin embargo desde los relatos bíblicos nos llegan expresiones sobre la importancia que a través de los tiempos el hombre le ha brindado a los sueños. José interpretó los del faraón y por ello fue responsable y previsivo por siete años de vacas gordas para solventar y resistir los siguientes siete de vacas flacas. En la modernidad el ejemplo más categórico está insertado en la teoría del sicoanálisis de Sigmund Freud, quien incluso llegó a proponer que lo que sucede en la vida virtual tiene causa y consecuencia en la real. Es la más científica intención por entender y comprender lo que sucede en la otra vida y la relación entre las dos. Seguiré …
Texto interesante, tentador y que nos sumerge en un mundo de posibilidades. Desconocía esta faceta del apreciado Ernesto.
Muy interesante lo felicito
Qué interesante su columna, no me había detenido a reflexionar sobre ello.