- Si no vuelve en sí, recupera el sentido y ejerce su misión leal será cada vez más prescindible.
- Embelesado en el delirio del poder perdió su norte como guardián fidedigno del derecho a la información.
Un día en la mitad de la treintañez cuando hervía como hoy en mi torrente sanguíneo la pasión por la verdad pública periodística, sorprendí actos venales de unos que habían facturado con engaño al gobierno mis informes e investigaciones periodísticas sobre un derecho fundamental de todos. Lo hacían imperturbables una y otra vez como cambiarse de ropa cada día para seguir lo mismo en su apariencia. Actos de corrupción periodística cometidos por corruptos que siguen en su misma fe posando en el gremialismo. Unos burócratas ciegos que siguen hoy en los entramados de depredación pública sintieron ingresar mi labor periodística a su territorio y regaron la especie según la cual yo hacía periodismo chayotero, fletado, facturado al estado. Pretendían cerrar el paso a mi trabajo. Quienes conoce mi trabajo saben que no hay precio donde la vida no es barata subordinada al dinero. Primero fuera de todo antes que transar la dignidad.
Los actos venales de periodismo industrial que a gran escala están ahí, como los chayoteros que menciona Lopez Obrador en México, grandes facturaciones al erario por servicios sobre medidas, periodismo sastre mascota del poder como la prostitución de alta gama pagada con altas sumas. Los depredadores de mi trabajo limpio irrefutable lo hicieron en un medio público, haciendo periodismo contratado y pagado por el Estado y de sobremesa nuevamente facturado a la entidad responsable del derecho específico sobre el cual trabajamos. Ahí siguen los más cínicos en primera línea del establecimiento condecorándose entre ellos y repartiendo credenciales a sus patrocinadores venales. Posando de próceres del periodismo allende las fronteras territoriales y éticas como es su convicción.
Si los enumero voy directo a la cárcel por cuenta de su sagacidad y astucia de corrupción. No lo hice en aquel tiempo porque juré al lado del cadáver de mi amigo entrañable asesinado en 1991 por una misión de periodismo limpio, que como bien dijo el Maestro, ninguna verdad periodística vale perder la vida, hacerse mártir y dejar víctimas inocentes, yo tenía que sacar adelante a los tres hijos de mi vida que tenían menos de un año, cuatro años y diez años. Cumplí la misión haciendo periodismo de a pie en la calle siempre contrapoder. Sin medios, ni fama, ni farándula, ni cuenta bancaria. Un rompecabezas en mi familia y mis amigos. No pertenezco a ningún bando, ni de buenos ni de malos. Soy uno más con todos los avatares, defectos y angustia anudada en la garganta de ser colombiano y vivir en Colombia, mi mayor pasión. Mi diferencia radica en ser objetor de conciencia frente al periodismo industrial mediático que no puedo soportar. Un expresidente de gremio periodístico sin pudor me dijo «usted la oveja negra de la asociación», por no hacer lo normal en ese periodismo vetusto y envejecido en sus mañas. Había «colegas» que me señalaban en los medios por mi independencia recalcitrante, para que me arrasaran en la violencia contra el partido Unión Patriótica en ochentas y noventas. Les contaré la del Coroenl Arévalo. Nunca tuve militancia partidista, ni activismo proselitista ni fui integrante de partido alguno. Sólo periodismo.
Después de eso llegué a mi última experiencia como empleado de nómina en un medio de periodismo industrial, el primero de base digital, hablado, radial, con edición dalet y con internet en la cabina como fuente constante. Soy un aprendiz de periodismo desde 1979, formado como Gossaín, Artunduaga, Amat, Zamora, Tulande, Jimenez, en cuyos equipos trabajé, ví, conocí, aprendí y me fuí muy rápido siempre. Mi vocación fue la autonomía, no podía con el establecimiento. Desde el micrófono shurt, akg y las herramientas más análogas de la radio, desde los linotipos, los telex, los fax, las grabadoras panelas, el teléfono de disco y su graznido, desde el video más artesanal hasta las cámaras más profesionales y las tecnologías mediáticas de punta en los IBC de los megaeventos universales Juegos Olímpicos, Paralímpicos, toda esa trazabilidad la hice a partir de 1977 que ingresé a una cabina de radio como estudiante de décimo grado, todo hasta las tecnologías, plataformas digitales, transmedialidad, todo lo pude ver y operar. Hablé suficiente, dije, aprendí, aporté, difundí, hice pedagogía social, indispuse a la academia cuando fuí a hablarles en sus decanaturas de reporteros con déficit cognitivo, autismo, síndrome de down, autonomía desde la diversidad en el derecho a la información con otras audiencias. Hablé de la inexistencia de seres humanos normales en un periodismo posible de excelencia fundamentado en la diversidad humana desde una perspectiva multidimensional.
Este relato es para mis hijos, mis amigos, mis lectores y todos quienes se preguntan por qué no salí con nada. Por qué no me llené los bolsillos, éxito y fama en los medios como lo hicieron algunos que comenzaron con mi batuta. Viví una vida plena, satisfactoria auscultando el monstruo por todos los vericuetos de sus entrañas. Imagino qué más hay en todo lo que no toqué. Las lógicas del delirio de poder mediático las sintonicé. Me fuí por objeción de conciencia en 1997 después de padecer a unas rémoras y parásitos del establecimiento posando de célebres en periodismo mediático. Un tal Vargas, parásito, me avergonzaba y producía pena ajena en la dirección de aquella emisora inventada por el «Monstruo» Amat. Hastío total con todo eso. Un periodista chayotero a quien nunca traté, ni fuí amigo, hoy condecorado por su gremio, me producía malestar general, náusea. El ensueño mediático, toda la épica del periodismo magistral desde que fui oyente hasta cuando Artunduaga me sacó de mi parroquia y me llevó a Bogotá a mis 26 años, se ahogó en esas generaciones que asumieron desde la irrupción de la vida digital. Soy objetor de conciencia de ese periodismo industrial mediático que cerró siglo veinte y ha recorrido siglo veintiuno, porque se desnaturalizó, perdió la conciencia, vive al garete sin sentido, zombie, a la orden de la agenda del poder económico, político, mascota del capitalismo depredador contemporáneo.
Resentimiento ninguno, viví y fuí feliz en mi paso leal por los medios. Disfruté, aprendí, fuí rebelde de comienzo a fin, no me doblegué ni subordiné. Objetor de conciencia. Cuando un soldado declina ejercer y vestir el uniforme, es su opción y entre nosotros existe en la legalidad. Eso no significa que esté cometiendo perfidia ni apostasía de la profesión u oficio, ni que esté denigrando de sus compañeros los demás soldados. Respeto rotundo por toda la lealtad y vocación de sacrificio de quienes permanecen al frente. Usar las herramientas para hacer daño, cero, en objeción de conciencia. Usar el periodismo para dañar, engañar, tergiversar, desinformar, manipular, desorientar, fanatizar, polarizar, someter a las audiencias a desinformación envenenada para inducir a decisiones equivocadas, cero prestarse a sueldo a tales fines, en una conciencia ética de periodismo.
¿El periodismo o todos los periodistas en el daño? No rotundo. En absoluto. La tropa, los soldados del periodismo, quienes le ponen el pecho a la misión, mayoría absoluta son servidores leales a su misión ética de informar con honradez y sacrificio. Corren todos los peligros de ejercer esta maravillosa profesión. Respeto total para los periodistas leales que están al margen del ajedrez de poder mediático. Hay intentos muy meritorios e importantes que hacen soñar con un periodismo con futuro. El daño grave al periodismo como instrumento de la salvaguarda al derecho a la información, lo hacen tomadores de decisiones editoriales, quienes trazan la línea y deciden qué sale y qué no al aire en cada medio y plataforma. Ahí en alto grado está la endemia, el virus y la contaminación de venalidad que carateriza al periodismo industrial chayotero y daña la reputación y credibilidad del servicio público periodismo en crisis de prestigio y confianza en proporcionalidad con la real politik.
«Salvemos al periodismo» es la intención de algunas consignas gremiales conscientes de esta realidad. El Periodismo leal, potable, en su deber ser, es una de las misiones más elevadas y de exigencia ética en una sociedad. Ha sido degradado por la venalidad de periodistas corruptos que los hay y por el fanatismo ideológico de periodistas industriales esclavos de resultados, poder y convicciones que defienden de frente y sin cortapisa con consignas de independencia e imparcialidad dedicados a la manipulación. Por cuenta de todo el ordenamiento de los centros de poder, el periodismo está sometido a la encrucijada más exigente de su historia como una profesión incomprendida, riesgosa y sometida a una distorsión por industriales del ruido con orilla partidista ideológica. No es maniqueo el asunto, no es cuestión de bandos binarios de buenos y malos, es un asunto de gran fondo y calado con una complejidad que nadie tiene clara en este tiempo. La crisis planteada por la era informacional con todos sus beneficios y depredación tiene al periodismo en una encrucijada nada fácil donde está muy lejos el ideal y no existe la última palabra. Hoy en la industria hay un alto grado de cobertura y presencia, toma del espectro, de un periodismo distorsionado, inconsciente, sin sentido, desnaturalizado por la prevalencia del dinero como determinador desde los centros de poder manipulador y acaparador que han elevado exponencialmente su magnitud concentradora.
Nueve de febrero día del Periodista colombiano, poco o nada que celebrar, tiempo de hacer todo por recuperar la conciencia, volver en sí y hacer todo por reconstruir la confianza ciudadana en acción colaborativa leal con las audiencias en cada entorno y contexto de labor periodística. Los males del periodismo seguirán ahí en su algarabía ensordecedora y distractora haciendo todo el ruido para el statu quo y sabotear los cambios imprescindibles. Cada día en el mundo son más y más los periodistas que hacen objeción de conciencia mediática y salen al asfalto a la lucha sin renuncia con espíritu irreductible. No es posible vencer a quien es invencible en vida. Hay gente que no claudica. Hay otros con precio barato. Todo lo comprable es barato y contamina.

Tercer año El Opinadero. Respeto y admiración por la templanza para sostener un proceso que marcha en su tercer año y este 9 de febrero comienza a deshojar su cuarto calendario. Diversidad de opiniones permiten lo mejor que puede hacer el ser humano, razonar y conversar, poner todas las ideas posibles, respetables, sobre la mesa y a la luz del conocimiento entendimiento comprensión de todos sin exclusión. En libertad cada lector puede decidir, coincidir, diferir, disentir, todo desde el respeto impecable. Adelante opinadores con el timón a cargo del Periodista Luis Fernando Cardona, ser humano sin ningún asomo de permitirse ni dejarse vencer en la misión. Formar ciudadanía masa crítica por una sociedad con vocación de excelencia en la coexistencia pacífica, es una labor sin suficiente comprensión ni tolerancia por los centros de poder. Hay que avanzar con ingenio, creatividad, autodeterminación respetada comunidad EL OPINADERO. Todos aportando lo posible. Grato reconocimiento.
Escrito por Hernando Ayala M. Periodista Mail disnnet@gmail.com