Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadPeriodismo, sálvese si quiere   

Periodismo, sálvese si quiere   

  • Corresponsabilidad en la salvaguarda del derecho fundamental a la información sin el cual no hay conciencia limpia para decidir libre. 
  • A un mes de una decisión crucial para definir el timón del Estado Social de Derecho en qué manos estará hasta el año 2026, la infodemia, manipulación, engaño y algarabía para confundir, reclama del periodismo total responsabilidad ética. 

Hay un llamado dramático con la proclama «salvemos al periodismo» entre todos, loable postulado de voces con autoridad en la profesión, lideradas por algún sensei de varias generaciones, una especie de anciano de la tribu que pide activar la conciencia para no asistir al desplome de un pilar esencial para la vida en libertad y democracia genuina con expresión libre.  Como el suicida, si no hay la menor intención para abstenerse de saltar en definitiva al vacío irreversible, el asunto se torna terminal. 

El periodismo es su propio salvador si se detiene en su rodada por el despeñadero de la traición a su esencia, en la fiebre incontrolada de confrontación ideológica apostado por facciones en bandos de guerra por el poder timoneado desde los dueños del sistema económico. 

El periodismo industrial que fue la única versión tradicional durante el siglo veinte en Colombia tiene su peor enemigo en aquellas expresiones mediáticas que obedecen a estrategias de poder económico controlador del gobierno y en segundo orden al resultado en rentabilidad, modelo de negocio que debe reportar ganancias por rating. Hay medios, casas editoriales multimedia que procuran su desarrollo de negocio y reivindican autonomía e independencia editorial con postura de imparcialidad.

El mayor desgaste de credibilidad para el periodismo está en la versión industrial de medios masivos que copa la competitividad como sector. Por ahí marcha el mayor deterioro de la credibilidad para la profesión en crisis.  El imaginario colectivo es un periodismo por sectas al servicio del poder político y económico de espaldas a la gente, ciudadanía, los derechos de todos que debería ser el servicio confiable sin exclusión por nada. 

No se diga que ser periodista trabajador de medios industriales significa perfidia automática a las audiencias, reclama un periodista de postura gremial. No puede haber generalizaciones.  En efecto, la mayoría absoluta de los periodistas empleados en la nómina industrial, «cargaladrillos» dice la gente, son colombianos honorables, trabajadores, servidores, excelentes profesionales, con integridad y postura ética. Cumplen asignaciones periodísticas y entregan su mejor resultado. La «tropa» no está haciendo el daño y por el contrario honra el sacrificio en el ejercicio. 

La anomalía está en la cúpula de la industria mediática con orilla política en contienda, no todo el «generalato» mediático del periodismo es lo mismo, pero hay marcados casos con poder masivo que son referentes objeto de señalamientos por las plataformas masivas de internet, redes sociales, que exhiben mosaicos con rostros y nombres mezclados que estigmatizan por igual a quienes cobran las mayores tarifas por sus servicios en ese nivel, como afirma una maestra de ética periodística que diferencia muy bien la realidad de la élite mediática que toma las decisiones editoriales y timonean el rumbo de sus medios, muy distante de cómo viven los periodistas que van al campo de batalla tras la versión de los hechos de cuerpo presente. 

A ese periodismo de figuras que la gente ve con desconfianza, nadie lo puede salvar si no es su decisión orgánica salirse de su propio entrampamiento a conciencia por cuenta, razón y causa voluntaria.  El negocio mediático está en crisis rumbo a la irrelevancia y por cuenta de esta realidad, depende mucho más de los presupuestos públicos, propaganda, pauta para limpiar imagen de ordenadores de gasto publicitario con erario, solución que en el largo plazo juega en contra de su reputación para sumirlo en la peor quiebra de credibilidad y desconfianza.

Además de su autodestrucción, el fenómeno de la independencia, periodismo autónomo,  diverso, multitudinario en iniciativas, proyectos y voces de periodismo digital innovador en múltiples plataformas para todos, con agendas distintas al predecible maridaje con el poder de los medios tradicionales, abrió un escenario irreversible donde no existen monopolios de audiencias sometidas a voluntad de la industria. 

Las lógicas son rotundas en el poder de los usuarios, audiencias, públicos, ciudadanías con intereses, derechos y voces nuevas.  El panorama cambió y hay un periodismo innovador, creativo, con gran talento, pensamiento crítico, independencia y profundidad, que está dejando relegados los estrellatos de la industria mediática tradicional. 

Al periodismo no lo salva nadie que no sea su propia voluntad. Ahí también con la disrupción de tal universo de voces y narrativas diversas, independientes, esta época marca una exigencia de auto salvación en un sálvese quien quiera en una actividad de esencia libre como la voluntad de ser profesional garante de la verdad y fé pública con la gente.

Hay un bien superior del cual es actor relevante en su garantía el periodismo como uno más, bien común que sí debemos salvar entre todos porque es esencia de la conciencia libre en una sociedad con todas las libertades, el derecho fundamental a la información limpia y potable para todos, como el mismo acueducto en una sociedad.  El derecho a la información equivale  al “oxiducto”, oxigeno de la conciencia individual y colectiva, con información impoluta sobre la verdad pública para todos en la toma de decisiones libres de engaños y fraudes.  Ahí es donde se está ahogando el periodismo viciado en donde no es leal. 

Escrito por Hernando Ayala M.  Periodista   IMG_256

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