Por FRANCISCO ARIAS ESCUDERO, padre Pacho
Hoy la ciencia ha demostrado que la herencia genética no potencializa una agresividad innata y sin límites en el proceso evolutivo humano, siendo así nos hubiese llevado a nuestra propia destrucción.
Existe un factor principal en nuestra evolución que es la cooperación y no el conflicto; es por ello que cada persona en su aprendizaje debe formarse con otros modelos alternativos a la ira y la agresión y esto solo es posible cuando se nos trata con afecto y con amor.
Es frecuente que hablemos de agresividad y violencia como si significaran lo mismo y actuamos en consecuencia con las aseveraciones que realizamos.
La agresividad es una actitud, hace parte de nuestra condición biológica, forma parte de lo que somos, es connatural al sujeto; la heredamos como instinto de supervivencia. Cuando nos sentimos amenazados, se activa una respuesta hormonal cuyo fin es la defensa.
La agresividad es ese componente genético que me lleva a reaccionar ante un ataque, como respuesta natural de protección. Cuando la respuesta es ante algo que no es un ataque y en ocasiones, de manera desproporcionada, se convierte esta contestación en una conducta violenta, que es una agresividad consciente, con el deseo y la intencionalidad de hacer daño o destruir.
La agresividad se convierte en violencia cuando se encauza hacia un fin destructivo. Este juicio nos lleva a afirmar que no somos violentos por naturaleza; por ello, una buena educación nos permitirá descubrir nuestras tendencias naturales, moderándolas; aprendiendo a desarrollar cualidades que nos ayuden a ser hombres y mujeres constructores de una armonía social que, aunque seamos agresivos, esto no nos lleve a volvernos violentos con nuestro entorno, familiar, laboral o social.
Una imagen violenta permanente, incorpora en los niños unos patrones de comportamiento habitual que los va desensibilizando y perdiendo su capacidad crítica ante estos sucesos, llevándolos a no tener una conducta asertiva, sino por el contrario a adquirir comportamientos agresivos como elemento determinante de su propia identidad.
Cuando se educa a un ser humano bajo unos buenos principios y hábitos, ello le permite que su razón no se extravié fácilmente, facilitando que sea una persona veraz, justa, respetuosa; un hombre de bien para con sigo mismo y su entorno social.
“La violencia es el último refugio del incompetente”, Isaac Asimov. “Nada bueno viene jamás de la violencia” Martín Lutero. Y al final, siempre prevalecerá la verdad y el amor, sobre la violencia y la opresión, Dalai Lama.
Padre Pacho