Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ
Estamos en plena campaña electoral y el país pone sus ojos en los temas y pormenores que abordan los candidatos presidenciales. Sin embargo, con el auge de las redes sociales la información que nos llega está invadida de intereses particulares y cada día se hace más preocupante su manipulación en función de las pretensiones y por lo tanto discernir entre lo que es verdad y lo que no. Los medios de comunicación tradicionales han pasado a manos de los grandes grupos económicos y en ellos la información que recibimos viene también filtrada, sesgada y manoseada.
En ese mar de confusiones hay un vehículo informativo que cobra relevancia y que se ha convertido en una de las escasas fuentes fidedignas o la que quizás nos genera más confianza: la entrevista audiovisual. En ella podemos ver al entrevistado, observar sus gestos y reacciones, mirar al entrevistador, evaluar sus preguntas e incluso sus intenciones, recibir de primera mano la información sin filtros ni retoques. Y aunque los medios se han hecho expertos en editar, cortar y titular según sus conveniencias, el ciudadano del común no cae fácilmente en la trampa y saca sus propias conclusiones. Al menos no es tan fácil que nos «metan gato por liebre». Dos entrevistas recientes se hicieron virales en las redes sociales: la —audiovisual— que le hiciera Vicky Dávila a Petro, publicada por la revista Semana y la —escrita— que le concedió el tributarista Santiago Pardo a María Isabel Rueda y que fue publicada por El Tiempo. En ambas se percibe de manera inmediata un ánimo belicoso del entrevistador. No solo es válido, productivo y enriquecedor que un comunicador sea agudo y ponga el dedo en la llaga en cada entrevista, sino contraproducente que tome partido y pretenda «crucificar» al interlocutor. Esta estrategia ha hecho carrera en los noticieros radiales colombianos convirtiéndolos en «circos romanos» donde la intención no es solo maltratar al invitado sino descuartizarlo. Un «amarillismo» mediocre que pretende cautivar la audiencia con juicios anticipados que fulminan al entrevistado, versiones similares a los refritos televisivos como el Show de Laura (Bozzo) o Caso cerrado de Ana María Polo en los que lo importante es la vulgaridad y la «lobería».
En las dos entrevistas aludidas el resultado final terminó siendo un triunfo del invitado, circunstancia muy ajena a la evidente intención del respectivo medio de comunicación. Si la pretensión era despellejar a Petro, Vicky debió centrarse en indagarlo sobre sus propuestas frente a realidad nacional antes que convertirlo en mártir fustigándolo con su parecido y su supuesta filiación al «chavismo». Y si la pretensión de María Isabel era defender la Reforma Tributaria destruyendo sus supuestos cinco pecados capitales, lo que logró fue fulminarla.
Acudir a las entrevistas —especialmente las que son «en vivo»— requiere una perfecta preparación frente al tema que se abordará. Es ingenuo creer que el solo poner la cara es suficiente para la defensa de una idea o proyecto. El ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, quedó como «escombro de avalancha» con su docena de huevos a $1.800 y el Presidente Duque como iluso, bobalicón y mentiroso con su impuesto funerario y su invitación a un consenso en medio del naufragio. Resultó peor el remedio que la enfermedad. Si el objetivo era salvar ese esperpento de reforma a ambos les cabe aquella frase famosa del rey Juan Carlos I: ¿Porqué no te callas?
Extraño la época donde la ética y el profesionalismo tenían más impacto del que pensáramos, en esos tiempos.
¡Que vuelvan!
Correcto: esa frase es la más adecuada para esos dos personajes soberbios e incapaces de afrontar sus responsabilidades. Para que no la sigan «embarrando»(constante en la triste historia de este «gobierno»), es mejor que no mientan más y den un paso al lado, pues les ha quedado grande la condición actual, colmada de máximas contradicciones.
Es verdad, los periodistas Colombianos actuales padaron de ser agentes informadores a convertirsen en agentes cuestionadores, juzgadores y groseros. Lástima que se esten acabando los Caballeros periodistas como YAMID AMAT.