Por Juan Guillermo Ángel Mejía
Recuerdo cómo, en la reunión de los legisladores de todo el mundo celebrada en Egipto, la delegación socialista presentó, ante la comisión que vela por de los derechos humanos de los congresistas, una proposición en la cual se condenaba a Colombia como responsable de los asesinatos de: Manuel Cepeda, Leonardo Posada, Pedro Jiménez y Octavio Vargas, todos ellos pertenecientes a la Unión Patriótica. Hicimos saber a la comisión que la tragedia superaba ampliamente el reclamo solicitado; los nombres de: Luis Carlos Galán, Jaime Salazar, Federico Estrada, Alfonso Ospina, Jorge Humberto Gonzáles, Arlen Uribe, Darío Londoño, Alberto Foronda, Jaime Lozada, Héctor Polanía, Jorge Cristo, Jorge Eduardo Gechem, Amaury García, para sólo mencionar a los congresistas que recordábamos habían sido víctimas de los sicarios; era claro que la negra carroza de la muerte no hacía distinciones de color político.
El asesinato de líderes en Colombia no es nada nuevo, terminaron con la vida de Antonio José de Sucre, de Rafael Uribe Uribe, de Jorge Eliécer Gaitán, de Luis Carlos Galán, de Bernardo Jaramillo, de Carlos Pizarro, de Álvaro Gómez Hurtado, de Jaime Pardo Leal, todos ellos candidatos a la presidencia de la república.
Hemos hablado de los magistrados que establecieron tarifas, de aquellos manifiestamente parcializados, de los jueces prevaricadores y de los fiscales innombrables, pero también tenemos que hacer un homenaje a aquellos 393 trabajadores de la justicia inmolados entre 1979 y 2.018, a Enrique Low Murtra, Carlos Mauro Hoyos, Rodrigo Lara, Enrique Parejo, a los 12 magistrados que murieron en el asalto a la Corte Suprema, a periodistas como Guillermo Cano, Diana Turbay o Jaime Garzón, a Andrés Escobar culpable de haber dejado escapar un balón, a esta lista larga y dolorosa debemos sumar a los diputados del Valle del Cauca secuestrados y asesinados a mansalva, a gobernadores como Antonio Roldán o Guillermo Gaviria, y a alcaldes como los 27 de ellos que murieron asesinados en poco más de un año, a religiosos como el arzobispo Isaías Duarte, a concejales, líderes sociales y sindicales, soldados, policías, guerrilleros, jueces y fiscales, niños,mujeres, agricultores y deportistas, a los 120 inermes refugiados en la iglesia de Bojayá.
Este año ya registramos 8.612 muertes violentas en el país, de los cuales 535 son personas menores de 17 años y para completar el mapa de la infamia, al 16 de julio de este año ya se registraban 152 líderes caídos, estos últimos presentados como las víctimas especiales de la violencia fratricida, cuando son seres humanos con la calidad de ser defensores de derechos pero no por ello de diferente familia frente a la muerte, que los niños quienes pierden la vida sin haber entendido la razón de la sin razón.
La historia nos ha mostrado que La Paz no se obtiene solamente con la firma de acuerdos; recordamos la larga fila de llaneros al mando de Guadalupe Salcedo entregando sus armas, o las alcanzadas con el M19, con el Quintin Lame, con el EPL, o con los paramilitares o con los traqueteos, o con la que puso fin a la sangrienta guerra de los mil días y finalmente la más publicitada, la reciente con las FARC, desgraciadamente los protocolos apenas resultaron paliativos pasajeros porque la parca sigue siendo una indeseable compañera que nos espera en cada rincón de la patria.
Para La Paz es indispensable recuperar el estado derecho desaparecido cuando la justicia perdió respetabilidad, así mismo se debe aceptar que las medidas coercitivas por si solas no son suficientes para lograr la convivencia pacífica, como tampoco lo son el perdón, el olvido y las recompensas a cambio de las armas; es necesaria una acción larga y continuada de una colectividad que se pregunte con sinceridad el ¿por qué somos así?, para conseguir una sociedad que no acepte la complicidad con los violentos, que no justifique el uso de las armas, que no permita la manipulación de la masa de la que habla Elías Canneti, una colectividad que eduque para el respeto por los derechos ajenos, para la tolerancia y la concordia, cuando cambiemos, entonces alcanzaremos la Paz
Excelente tu comentario . En ninguna negociación se ha tomado en cuenta tu pregunta y se le ha entregado todo el protagonismo a quienes no han entendido la importancia de negociaciones con posiciones libres de ideologísmo, agendas ocultas y de odios eternos. Afmo amigo
Más claro no canta un gallo. Excelente reflexión.
Felicitaciones Juan Gracias
por recordarnos d
A mi parecer la prosa de Juan Guillermo Ángel es la más armoniosa, sus conocimientos de la historia importantes y oportunos, su vida transparente y ejemplar, todo esto lo hace un líder de una importancia superior