Por FRANCISCO ARIAS ESCUDERO – PADRE PACHO
El hambre mata a más personas cada año que el Sida, la Malaria y la Tuberculosis y hoy el Covid 19, juntos. Las estadísticas hablan que una de cada siete personas en el mundo se irá a dormir con hambre esta noche. Hay más personas con hambre que la suma de las poblaciones de EE. UU, Canadá y la Unión Europea. En el mundo cada seis segundos un niño muere a causa de malnutrición o por circunstancias relacionadas.
Según El Fondo de Las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); 925 millones de personas, padecen hambre crónica y malnutrición a causa de su situación de miseria y la mayoría de estas personas viven en países en vía de desarrollo.
Lo paradójico es que mientras los sectores marginales de la población mueren de hambre, hay cientos de toneladas de alimentos en buen estado que van a la basura. Cada año los consumidores en países ricos desperdician la misma cantidad de alimentos (222 millones de toneladas) que la totalidad de la producción alimentaria neta del África. De esta manera, se dejan de aprovechar 670 millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles en los países industrializados y 630 millones adicionales en los países en desarrollo, lo que indica que la tercera parte de los alimentos producidos en el mundo se desperdician, lo que equivale a 1,3 billones de toneladas anuales.
Según el Dane y planeación se estiman en Colombia, 19 millones de pobres y en pobreza extrema 7 millones. Lo paradójico es que mientras los sectores marginales de la población mueren de hambre, hay cientos de toneladas de alimentos en buen estado que van a la basura, mucha de esa comida, de nuestros propios hogares, donde es desechada o inutilizada.
El pan es indispensable para vivir, lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca le falte a nadie, sin comer no podeos subsistir. Por ello es preocupante que tantos hambrientos y mendigos en el mundo no reciben ni las migajas que caen de la mesa de los opulentos, es por ello que la escritura maldice a los terratenientes insensatos que almacenan el grano sin pensar en los demás.
En la parábola del juicio final se nos muestra una descripción grandiosa del veredicto final sobre la historia humana. Y se escuchará la última palabra que lo esclarecerá todo. Unos serán llamados a recibir bendición, porque son los que se han acercado con compasión a los necesitados, e hicieron por ello lo que pudieron; otros serán invitados a apartarse, porque vivieron indiferentes ante el sufrimiento de los demás. Lo que decide la suerte final no es la religión que cada quien profesó, lo que decide es la compasión. Por ello en la escena se pronuncian grandes palabras como “justicia”, “solidaridad”, o “democracia”, sobraran todas si no hay ayuda real a los hambrientos. Quien pronuncia el juicio habla de comida, ropa, algo de beber, un techo para resguardarse, hospedar, visitar, acudir. Una religión que solo será bendecida por el creador, si generó compasión hacía los últimos.
El hambre nunca será una alerta mundial, como el ébola, porque algunos no morirán por ella. Mandela solía decir “Si no hay comida cunado se tiene hambre, si no hay medicamentos cunado se esta enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia será una cascara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento”.
Padre Pacho