Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA
Este simulacro permanente y que espero no termine nunca, de aspirador de aires íntimos. Con esa careta tan parecida a una pantaleta, cuyos hilos de tanga dental se cuelgan de mis orejas y escurren hasta las intimidades más queridas y recordadas de tiempos abundantemente lúbricos… Parecemos navegantes de huestes calzonarias.
Por algo los modelos de esa prenda –irrenunciable– están ya elaboradas en telas de calzón. Con figuritas muy similares a esas que guindábamos con el espejo inserto en la lengüeta del zapato o en las agachadas de escalas. Todo eso ha quedado obviamente arrasado ya por el desparpajo como lucen sus minis del ancho de un cinturón y que no son capaces de tapar ni lo mínimo…
La gracia es que como ya es de uso extendido la rasurada, no se desborda nada y las aletas de sus protectores indican como algunos avisos ya extendidos en las ventas de frutas y verduras: “Favor no tocar” … “Si no va a comprar, no manosee las frutas”.
Y encanta este alejamiento de los murmullos callejeros, de las estampidas por ventas inútiles y bajonazos de IVA. Resulta adorable esta pandemia cuando una niña chispuda, se arranca la tanga de la carita y te conmina con sagrada sapiencia, a que te ajustes tu tapabocas, para que no se note que andas chorreando… ¡la baba! Es el llamado para que la cuides a ella y no justamente para que te protejas tú, por estar en la población de mayor riesgo, por eso: ¡por mayor!
Produce cosquillas y hasta convulsiones, el individualismo solamente roto por los paseadores de perros que por obvias razones no pueden salir solos… sino pegados de sus perras, ¡para pasearse sin exhibicionismos! Llenan de candor en medio de tanta prevención y escrúpulos, cómo se agachan a recoger sus heces cuyas bolsadas no van a parar a un caño, ni al retrete, sino a cualquier árbol vecino a la defecación. Suman así a la contaminación poniendo doble ración al impacto ambiental, con estiércol y polietileno o cualquier otro elemento plástico que impida la untada: la mayoría de ellos militan en movimientos ambientalistas.
Sigamos en la pandemia, que esto, visto así, es muy divertido.
EL OPINADERO