Por: Vicente Zuluaga Osorio
Muchos colombianos han sido víctimas de masacres (van 53 este año y más de 30 asesinados en los últimos 30 días) y el gobierno no aparece por ningún lado porque está muy ocupado dándose vitrina por televisión, pagada con nuestros impuestos, con lo cual no sólo no ha elevado su imagen sino todo lo contrario, pues para no oír todos los días lo mismo, la gente prefiere apagar el equipo.
A los asesinatos colectivos, como llama el ministro de Defensa a las masacres, como si esos actos violentos dejaran de ser horribles y monstruosos por el simple cambio de nombre, como hechos sin trascendencia, el sub presidente no ha dado muestras serias de que entiende la gravedad de la situación y por eso se limitó a felicitar al Director encargado de la Policía y al ministro de Defensa por su gallardía y a hacerle saber a Uribe que ya le dijo a la Corte que debía dejar que se defienda en libertad, una intromisión indebida y grave que se aproxima a la usurpación de funciones que podría dar lugar a que ese alto tribunal compulse copias para que se investigue por la Comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes, no obstante que ahí dormirá el sueño de los justos, no sólo por la ausencia de conocimientos en derecho sino porque sus miembros tienen otras prioridades distintas a la administración de justicia.
A ese desgobierno se suma la ferocidad de la Policía que se dedicó a matar a la población a punta de bolillo y de taser o a puños o a bala, como si su misión hubiera dejado de ser la protección de la vida y el encarcelamiento de los revoltosos, para que las autoridades competentes investiguen y sancionen las infracciones, si las hay.
Lo ocurrido al abogado Javier Ordoñez en Bogotá no tiene perdón de Dios. Esos policías no sólo deben ser destituidos sino condenados por los delitos de homicidio agravado y tortura por la justicia ordinaria, no por la justicia penal militar pues el asesinato no está entre las funciones de los agentes y de paso esa repetida conducta de los policías debe dar lugar a una reforma de la institución y a la eliminación de las armas no convencionales, pues quedó claro que muchos agentes no están capacitados para el uso de esas armas , más por culpa de sus superiores que de ellos mismos.
Ahora sí que cobra vigencia la propuesta anterior para acabar de una vez por todas con el desgobierno y la corrupción: reunirlos a todos en la plaza de Bolívar de Bogotá, o en El Ubérrimo y llevarles una docena de enfermos del covid 19.