Qué pena, sí servimos para algo

Casi no me hago a un teléfono celular. Yo era hace unos años, como lo es Mauricio Laurens ahora. El crítico de cine de EL TIEMPO, obvio. Sí, aunque suene raro, este crítico que se sabe todos los nombres de todos los que tienen que ver con el cine colombiano en particular y con el cine Universal, en general. Es mas o menos como una enciclopedia caminando y gesticulando y bailando mientras habla. Hoy por hoy, no sabe ni le interesan las bondades que puedan tener estos aparatos que cambiaron los comportamientos de los habitantes de este planeta, que cuando no están chateando, están acabando con el medio ambiente, o bailando, o pensando en otras cosas. ¡Y quién sabe qué cosas!

Aprendí a querer ese aparato un día, porque me enteré que un amigo, se comunicaba con una amiga que no era su novia y que esa infidelidad no se acercaba a nada peligroso, y que era muy seguro querer a alguien cercano como si fuera de lejos. Y eso hasta me ayudó a enriquecer mi manera de escribir poemas y cuentos breves dedicados al desamor, que es tan delicioso. A pesar de todo.

A esa cosa que llaman WhatsApp, que fuera el artilugio que me enseñara a jugar con la literatura, también vi que servía para enviar y recibir mensajes de todo tipo. Millones de millones malos, ordinarios, bruscos, insidiosos, pícaros, rastreros, borrables, no borrables, secretos y hasta motivadores e inteligentes, muy escasos, por cierto, unos más.

Germán Loaiza un quindiano amigo y James Llanos, mi socio, otro amigo, la semana que termina, me enviaron al tiempo uno de tantos, uno de esos que de alguna manera llaman la atención y que lo animan a uno a leerlo. Y este, me dio pie para hacer mi columna de cine de hoy, con la que deseo cumplirle a El Opinadero. Es este:

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS ARTISTAS?

En términos prácticos, no servimos para nada. Si alguien se enferma, o si a alguien se le descompone su coche o si tiene un problema legal, no llaman a un artista, sino a un doctor, un mecánico o a un abogado, nunca a un artista.

De hecho, somos bastante inútiles ahora que lo pienso.

Cuando alguien nos pregunta a qué nos dedicamos, nunca tenemos una respuesta certera que satisfaga la curiosidad de quien nos pregunta, y menos aún si nos preguntan si podemos vivir de esto (en términos meramente económicos), cosa que tampoco podemos responder, ya que esa pregunta jamás se le hace abiertamente a un doctor, un mecánico o a un abogado, puesto que se da por hecho que les da suficiente para vivir y son profesiones incuestionables.

¿Entonces para qué servimos?

¿Para qué sirve un pintor, un cineasta o un literato?, ¿Qué diablos gana la humanidad con un actor, un comediante o un músico?, ¿en qué nos ayuda un escultor, un director de escena o un compositor? ¿Cómo resuelve nuestros problemas de vida alguien así? 

¿De qué nos han servido SALVADOR DALÍ, Beethoven, Chava Flores, Akira Kurosawa, la Callas, Pita Amor, Robert De Niro, Mario Benedetti, Vincent Van Gogh, Andi Warhol, Gustavo Cerati, Jaime Sabines, Pedro Almodóvar, David Alfaro Siqueiros, Roger Waters , Rockdrigo, Julio Jaramillo, Jodie Foster, Miguel Hernández, Los Beatles o hasta Juan Gabriel?

¿De qué servimos los músicos callejeros, los zanqueros, los clowns, los payasos, los titiriteros, los cuenta cuentos, los fotógrafos, los mimos, los acróbatas, los cantantes, los bailarines, los dibujantes, productores y los actores?

Obviamente para nada.

Para nada práctico y mesurable.

(No podríamos arreglar ni una plancha, ni resolver un problema de crédito bancario.)

Nuestra única función en esta vida es tocar los corazones y los pensamientos de la gente.

Somos capaces de hacer reír o llorar, pensar o disfrutar a alguien sin tan siquiera tocarlo.

Un cineasta o un actor te puede conmover hasta las lágrimas y un pintor o un fotógrafo te puede transportar en el tiempo, mientras que un clown o un escritor te pueden hacer pensar al mismo tiempo que ríes o lloras.

Un músico o un compositor te puede tocar y llenarte de tanta vida como un acróbata te puede sorprender de manera insospechada y marcar tu vida.

Somos capaces de hacerte cuestionar sobre tu propia existencia mediante la belleza y la crudeza del arte.

No sé qué tan necesarios seamos, pero lo que sí sé es que la vida sería muy diferente sin nosotros, tal vez más aburrida, tal vez más autómata.

Así pues, los artistas somos la representación más elaborada de la necesidad humana de expresión. Únicamente para eso servimos.

Nacho Pata

Voz del grupo “Patita de Perro”

Y lo traje a colación, hoy, cuando me dispuse a hacer mi columna de cine, sencillamente porque adentro de ella hay personalidades del mundo del cine que me tocan y respeto mucho y otras personalidades que de verdad han hecho y hacen mucho por nuestras vidas y sencillamente por una razón que me anima a seguir viviendo que tiene que ver con el corazón (que, si somos honestos, es esa presa que tiene que ver con las mismas ganas de vivir, de hecho, cuando este deja de latir, creo, nos morimos), porque el arte bueno, el noble, el que sirve, el que construye, el que edifica, ese que vale la pena, es el que tiene que ver con la razón de ser de todos nosotros, me da pesar de los que no saben qué es la poesía, nunca leen un libro, de aquellos que nunca han entrado a una sala de cine, de esos más que no saben qué es una Ópera, que les estorba un concierto gratuito en una plaza pública, de muchos más que se tapan los oídos cuando Plácido Domingo interpreta un fragmento de la Carmen de Bizet, y de aquellos que no saben ni creen que algunas escenas de amor de una película de Claude Lelouch puede enseñarnos a perdonar a la persona que amamos y que por ello se pueda salvar una relación para siempre y me da pesar que existan tantas personas en este mundo contaminado por el absurdo dinero que por no ponerle cuidado al arte, se meten en el mundo del tráfico de las drogas, se drogan y se suicidan abusando con los excesos.

El arte en general, el teatro, la música, la danza y la literatura, enseñan a sentir escalofríos, emociones inimaginables, alegrías infinitas y el cine, sin ir más lejos (como diría Gonzalo Restrepo), en el caso mío en particular y como ejemplo, además de enseñarnos a experimentar todo lo anteriormente citado, y a propósito de una barrita que tenemos en un chat de nuestros celulares, nos enseña a hacer amigos, entrañables amigos, que es lo único que puede explicar por qué existen los ENCUENTROS NACIONALES DE CRÍTICOS Y PERIODISTAS DE CINE DE PEREIRA, una actividad que cada año, muchos en nuestra querendona pereirita del alma, queremos que se lleve a cabo en agosto, el mes de las cometas, en el que no elevamos ni globos ni barriletes con hilos, sino esperanzas y buenos deseos, sabiduría y amor y poesía, no con hilos, sino con la palabra y las imágenes que solo con el arte, puede hacerse posible.

Por eso es que creo que el arte sí sirve para algo.

Y me disculpan los que piensan lo contrario.