No tenía ni 5 años de nacido cuando mis padres me llevaron por primera vez al Carnaval de Riosucio, una fiesta que mi familia paterna lleva en la sangre y que cada dos años, en año impar, se convierte en la excusa perfecta para que todos nos pongamos de fiesta. Desde el más joven hasta el más viejo de mis parientes.
En los primeros minutos, a mi tan corta edad y mi poca capacidad de raciocinio, resultaba tenebroso ver un diablo como el rey de la fiesta y decenas de personas cubriendo sus cabezas con tocados y sus cuerpos con imponentes capas.
La charla con mi tío Rodrigo, un hombre que además de llevar el carnaval en sus venas, lo tiene tatuado en su corazón, me sirvió para entender la importancia y el hermoso significado que tiene esta celebración bienal, en ese lindo municipio ubicado a los pies del sagrado Cerro Ingrumá.
Desde esa charla con ese tío, que ha pasado por todos los puestos y personajes del Carnaval y que además fue reconocido con el cordón de oro de esta festividad, le he cogido un amor fuerte a esa fiesta y mantengo retenida en mi mente la historia que nació hace 178 años, lo cual evidencia lo tradicional e importante que es para la región caldense, cafetera e incluso para el país.
Ver esta semana a la diputada de la Asamblea de Caldas, por el Partido Mira, Maria Isabel Gaviria, negarse a votar positiva una ordenanza, que reconoce el aporte cultural del Carnaval y argumentar que esa es una fiesta pagana, no solo da dio tristeza, sino que también abrió una interrogante enorme sobre qué interés tiene esta líder política en informarse, de manera previa a una votación en la Asamblea, donde representa los intereses de un amplio grupo de ciudadanos.
¿Acaso el Cristianismo le impide coger un libro, o en el peor de los casos, acudir al facilísimo de la IA y preguntarle a Chat GPT o cualquiera de esas plataformas sobre la tradición, la historia y la simbología del Carnaval de Riosucio y la figura del Diablo?
Qué vergonzoso, incluso, resulta que una líder política desconozca que el diablo del carnaval de Riosucio no es una figura anticristiana y que además no toca la religiosidad.
Qué vergonzoso resulta que desconozca que esa figura es símbolo de alegría, unión y paz de dos pueblos que estuvieron durante años en disputa por el mismo territorio. Los mulatos mineros de San Sebastián de Quiebralomo y los indígenas de Nuestra Señora de La Candelaria. Dos pueblos que hoy están unidos por la calle del Comercio y que le dan a Riosucio ese toque exclusivo de ser el único pueblo con dos parques principales, cada uno con una iglesia imponente, que incluso iniciaron sus obras el mismo día y a la misma hora, en mayo de 1867 a raíz de la guerra entre ambos bandos.
Una lástima que la religión no le permita a la honorable diputada entender que Riosucio no es un pueblo con una fiesta satánica, sino un municipio que tiene en la figura de un diablo bonachón la inspiración, cada dos años, para un derroche de expresiones artísticas como: la literatura, la música, la danza, la pintura, entre otras expresiones que hacen que ese terruño cada 6 de enero, el mismo día de la llegada de los reyes Magos, se convierta en epicentro de alegría, festividad, sátira, cultura… y que los ojos de miles de personas se centren en Caldas.
Pese a esos descaches políticos, siempre que retumbe en cada esquina del pueblo querido de Riosucio el 🎶Salve Salve placer de la vida, Salve Salve sin par Canaval.🎶