¡No hay que comer cuento, ni dejarnos enredar!, ni menos distribuir tanta basura que se fabrica en las campañas sucias, como las que acabamos de pasar en el reciente proceso electoral: información tendenciosa, plagada de señalamientos y mentiras, proveniente tanto del uribismo como de otras corrientes negacionistas que en los últimos años han desorientado y polarizado los colombianos (incluso entre familiares y amigos). Dizque esa es la dinámica de la política, alegan unos.
La revista Semana, claramente uribista y escudera del gobierno que detenta el poder –dirigida por Vicky Dávila, quien critica a Petro y ensalza a Rodolf-Fico–, con el propósito de acabar con el primero, provoca un desproporcionado escándalo con imágenes en video de sus asesores de campaña; y luego, una vez que este resulta electo, anuncia un falso ‘pánico económico’ y una supuesta ‘diáspora de empresas’ –claro ejemplo de ‘fake news’, o noticias falsas–. Y, por si fuera poco, ahora arremete titulando su más reciente portada con la incriminación de que la crisis del petróleo en Colombia obedece a los proyectos del gobierno entrante; a sabiendas de que la crisis de esa industria es mundial.

Hay que decir que esta práctica maquiavélica de desinformación y tergiversación existe y funciona desde siempre en la política y los medios en Colombia y el resto del mundo. Pero… sucede que antes no existían las redes sociales o, mejor, ‘antisociales’, y las artimañas y montajes no llegaban a viralizarse de la manera como hoy lo hacen, confundiendo la realidad y la ficción.
Esperamos que la invitación del nuevo mandatario a reconciliarnos y a abrazar las banderas de la fraternidad, deponiendo odios e intrigas (sin que nadie tenga que renunciar a sus principios), contribuya a que desaparezcan estas prácticas y a generar un clima diferente de discusión política; para… vivir sabroso.
Es urgente que todos pongamos nuestro granito de arena: no tragando entero todo lo que nos dicen, verificando la fuente de los mensajes, sospechando de aquellos etiquetados como “Reenviado muchas veces”, y –en especial– asegurándonos de que quienes nos los comparten sean personas confiables que conozcan muy bien de lo que hablan y escriben.