Antes de su primera gobernación, Eduardo Verano de la Rosa, ha venido clamando por descentralización administrativa en las rentas territoriales como punto de partida del crecimiento y transformación, lo que significa apropiaciones presupuestales de especial calado frente al irrisorio pozo con que cuentan los departamentos provenientes de licores, rodamiento vehicular y otros rubros menores; gracias a dineros que les llegan del Fondo de Regalías pueden acometer obras y demás necesidades, ni así satisfechas, pasándose buena parte de su cuatrienio pidiendo una mano abrigada que los socorra en el cumplimiento de sus planes. Ya se ha manifestado en los últimos artículos de esta columna, que Colombia tiene subdesarrollo debido a que no hay un plan de inmenso aliento que saque su precariedad y la coloque a una altura suficiente en equidad, igualdad y oportunidad distributivas. Su economía es magra, derrochona y víctima de corrupción que no distingue entre derecha e izquierda. También se agregaba lo indicado por el Banco Mundial que si no hay “una partitura distinta” [la región] “seguirá atrapada en sus frustraciones sin ver la luz al final del túnel”. No hay tampoco grandes industrias y servicios que generen cómodas fuentes de ingreso por vías impositivas no asfixiantes, y terminamos diciendo, casi que a título de utopía recetaria, que una producción fuerte, variada con respeto al medio ambiente, tecnificada y exportadora, “es la mayor fuente en creación de riqueza que cobije a toda la población”. En relación con este predicado, el exministro de Comercio del gobierno Petro, Germán Umaña, escribió: “la formación bruta de capital se encuentra sujeta a varios factores (…) sin embargo, la clave radica en la definición y ejecución de políticas acertadas y una visión de largo plazo”. Este horizonte “debe ser entendido como un camino complejo que requiere una planificación estratégica y un esfuerzo sostenido en el tiempo” (“El capital no es plastilina”-sentenció).
Todo este ideario es para enmarcar el actual debate en el país de la reforma de transferencias a las regiones, situación que a paso rápido se adelanta en acto de reforma constitucional. Se reconoce por sus partidarios que introducir un tarifario porcentual de envergadura en el Sistema General de Participaciones (SGP), constituye un paso trascendental en el manejo y decisión de los territorios para cerrar brechas e inequidades, y al llenar de más metálico a las administraciones locales a costa del erario central, “supone reducir el tamaño del Estado”, lo cual no es presumible que pase. En tal sentido, existen ejemplos no tan lejanos. La pretensión no es una meta de larga llegada se halla en el “mediano plazo”. Existe controversia alrededor de los conceptos sobre el tema. Se dice que el progreso debe venir desde la provincia y que todo lo que golpee al centralismo es bueno; tener más finanzas es satisfacer de inmediato causas sociales y desarrollo económico, siempre y cuando las manos codiciosas no se sirvan de ello para provecho propio y politiquero. En cambio, hay personajes idóneos y entidades de pensamiento que han dado voces de alarma porque las transferencias en esa proporcionalidad comprometerían la sostenibilidad fiscal de la Nación con grave detrimento de la macroeconomía, menos ingresos por reducciones petrolífera y mineral. En verdad el problema es de cuidado. El proyecto tiene muchos adeptos, incluyendo al presidente Petro, pero dentro del gobierno hay disparidad conceptual. El ministro Cristo es un impulsor antiguo, mientras el Minhacienda ha dado su alerta y ha insistido que antes de aprobar la reforma, se dicte una ley de competencias para que de esta suerte queden señalados resultados, responsabilidades, determinaciones de cobertura, campos administrativos y operativos, es decir que los “leviatanes” compartidos no se conviertan en gigantes de la corrupción. Las reformas tributarias que vendrán con frecuencia dirán que pasó. El porcentaje del presupuesto nacional que es del 23.8, pasa a 39.5 con aplicación gradual a 12 años.
¿Están cantadas una crisis fiscal y aceite para la imprenta de billetes?