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PolíticaSaltos de canguro

Saltos de canguro

Por JORGE H. BOTERO

Tal vez no lo advertimos, pero las consecuencias de la transformación energética son enormes y positivas para la humanidad; también para Colombia.

El funcionamiento de la mente, en sus dimensiones racional y emocional, es bastante más complejo de lo que tradicionalmente se había advertido. Las emociones no solo nos caracterizan, sino que, además, las compartimos con ciertas especies animales; y con los fetos humanos, circunstancia que añade una dimensión de mayor complejidad al debate sobre la legalidad del aborto, cuestión hoy de nuevo bajo consideración de la Corte Constitucional. La noción de seres sintientes, de reciente aparición, tiene consecuencias profundas para la ética y el Derecho.

Esta mejor comprensión de lo que antes llamábamos el alma ayuda a entender, por ejemplo, que la pandemia nos marque una huella profunda cuando las cifras de muertos se concretan en rostros, en especial, los de seres queridos: la mente procesa mejor aquello que se aleja de lo abstracto, nada que no se supiera pero que ahora se comprende mejor. En un libro extraordinario, aunque extenuante por su extensión –Los ángeles que llevamos dentro-, Steven Pinker demuestra que la violencia se ha venido reduciendo de manera sistemática desde siglos atrás en el mundo entero.  Por supuesto, si anoche nos enteramos del crimen de un transeúnte al que mataron por robarle el teléfono, y las imágenes del episodio se difundieron profusamente, tendemos a ignorar aquella incontrovertible realidad social para enfocarnos en esta tragedia individual.

Como la revolución energética en curso todavía no es plenamente visible, se requiere un cierto esfuerzo para tomar conciencia de sus profundas consecuencias. Son varios los hitos de este proceso esperanzador. En primer lugar, la sustitución plena de los automotores que usan el petróleo o derivados suyos, por los movidos con electricidad. Estos vehículos ya existen y son parte importante del equipo de transporte en algunos países. Para que su masificación se acelere se requiere que los costos de producción continúen bajando y que la regulación establezca metas creíbles para la sustitución plena de carros, buses y camiones.

Para nosotros, que tenemos dificultades en la implementación de las medidas para retirar de las vías aquellos vehículos que son un peligro por razones de seguridad o por su carácter contaminante, el reto es sustancial. Una proporción elevada del transporte intermunicipal de carga está en manos de lo que se denomina el hombre-camión, que es el dueño y, de ordinario, el operador de su propio vehículo.  Este grupo social tiene una gran capacidad para bloquear las carreteras y probablemente exigirá que el cambio tecnológico sea asumido con fondos estatales. Se estima que esta transición debería completarse entre los años 2025 y 2029. ¿Seremos capaces?

En segundo término, las energías solar y eólica se están desarrollando a pasos agigantados. El problema técnico, no resuelto aún a plenitud, consiste en su inestabilidad. Como solo se puede generar cuando hay viento o luz, es preciso implementar tecnologías eficientes para conservar la energía generada a fin de poderla consumir después, bien en el sitio donde ella se produce o en lugares distantes. Estas nuevas modalidades energéticas con el tiempo sustituirán la electricidad térmica derivada de la combustión de hidrocarburos, pero se complementarán, en donde sea factible por razones topográficas y económicas, con la de origen hídrico.

Nuestro país, que tiene ventajas naturales para producirla (agua y montañas) y una amplia capacidad instalada que no tendría sentido dejar de utilizar, seguirá creciendo su oferta de hidroelectricidad, probablemente a un ritmo menor que las eólica y solar. No obstante, por razones sociales y ambientales, en los años por venir los proyectos serán de menor tamaño y utilizarán preponderantemente las corrientes de los ríos y no, como hasta ahora, la precipitación del agua desde las represas en las que ella se almacena a casas de máquinas construidas bajo tierra. Hidroituango probablemente sea el último y mayor de los grandes proyectos hídricos.

Lo que aquí expongo en términos elementales está llamado a producir enormes transformaciones, tanto en las empresas del sector petrolero como en aquellas otras que se dedican al suministro de energía en sus diferentes fases, desde la producción al suministro domiciliario. En cuanto a las primeras, cabe esperar que parte de sus nuevas inversiones se realizarán en el campo de la electricidad, el cual, hasta ahora, les ha estado vedado. Las empresas que en la actualidad proveen electricidad van a tropezar con nuevos oferentes, lo cual ocurrirá al mismo tiempo que el surgimiento de una demanda nueva de enorme tamaño, la que deriva de los vehículos eléctricos.   

Los retos para el Estado como regulador son elevados. Tendrá en frente suyo dos sectores distintos -los del petróleo y la electricidad- que antes estaban aislados y que pasarán a ser competidores. La regulación tendrá que proteger a los consumidores, facilitando, al mismo tiempo, esas nuevas modalidades de competencia. Para las empresas que se verán forzadas a enfrentar actores nuevos en los mercados de electricidad, los requerimientos de capital serán sustanciales, tanto para reponer el que se pierda por la obsolescencia de ciertos negocios, como para apalancar las inversiones nuevas que serán necesarias. El riesgo es que el gobierno ceda ante las presiones de algunos actores, que, como suele suceder, van a demandar protección o plazos dilatados para ajustarse. Otro tendría que ser su objetivo: lograr que Colombia consolide su fortaleza como productor de energía, una fuente gigantesca de crecimiento económico que no hemos aprovechado a plenitud.  No avanzar en este campo, como en tantos otros, sería quedarnos atrás.

Briznas poéticas.  Horacio Benavides, siempre deslumbrante: Solo va el hombre / solo en su mula / la luna pone en camino / a los dos jinetes / una mula es de silencio / la otra de casco sonoro / un jinete va por el puente / el otro por el río / los dos se encontrarán / cuando entren en lo oscuro.

NOTA. Esta columna también se publica en Semana, pero se reproduce aquí con autorización expresa del autor.

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