- Zafarse de la enfermedad psiquiátrica mediática es preservar lo que hay en salud mental.
- La democracia participativa debe derrotar al crimen electoral o nos devolvemos para siempre a la autocracia corrupta.
La alegría colombiana denominada folclor ha permitido que aún haya salud mental desinformada, en alguna proporción que disminuye cada día por cuenta del acoso insoportable del poder depredador que imponen los «secuestres» de la cosa pública para quienes nadie tiene derecho a vivir en paz y todo debe estar subordinado a su codicia arrasadora insaciable que debe ser tapada como estiércol, por el conflicto constante que justifique su vandalismo vulnerador de dignidad y derechos.
El crimen electoral moviliza durante este mes de la salud mental, octubre, todo el estruendo estridente de su maquinaria aplastante para refrendar su captura impune del aparato estatal coptado y controlado en los territorios para su lógica expedita de negocios venales viciosos con la repartición de erario entre sus roscogramas, carruseles fichas de ajedrez y materializar la privatización de las finanzas públicas que multiplican lo invertido en sus colectas de elecciones en sus cálculos tradicionales agravados.
Hay escrita hace cinco años una política pública criminal electoral que debería funcionar desde la pasada elección popular de funcionarios de gobierno y corporaciones públicas locales y territoriales, pero hoy fiel a la tradición de las trampas y la impunidad en la democracia manipulada y controlada por el crimen, ésa biblia contra los delitos electorales es letra inerte en todas las instancias de la sociedad.
La normalidad de las empresas electorales con sus procedimientos rentables opera imperturbable en este debate electoral como si no hubiese remedio. Compra venta de votos, costreñimiento, trashumancia electoral, corrupción al elector por hambre e ignorancia, miedo por violencia con proselitismo armado, manipulación del acto de sufragar, retención de cédulas, todo el menú acostumbrado de vicios y delitos está ahí en todos los territorios sin mayor control ni contrapeso. Las maquinarias y su envenenamiento de la democracia, inefables e inamovibles gozan de su máximo rendimiento y resultado rentable.

La política pública criminal electoral diseñada por los expertos contratados para escribirla a su parecer sin la participación de la gente que hoy la ignora, ahí está ya ni siquiera en el papel, en la nube por mandato de la ley 1864 de 2017, sin cumplimiento, ni la mínima pedagogía ni los simulacros de ensayo con la población en su territorio. Que hay novedades de tipos penales e incremento de penas por crímenes electorales, nada de eso perturba a la delincuencia electoral. Los medios masivos tradicionales ni una coma sobre pedagogía y prevención de crímenes electorales. Las entidades públicas conminadas en ésa política pública con su correspondiente ley nada hacen.
La salud mental de los colombianos en deterioro progresivo tiene el factor adicional este año 2023 de todas las amenazas, distorsiones, presiones desagradables, polución del ruido mediático y propagandístico externo, en un estrés crónico electoral que nadie regula ni pone en cintura. Todos los abusos aumentados están en la palestra en contaminación sin restricción. Todo tal cual a la medida de la mediocracia.
La única salvaguarda y protección posible de la salud mental en una sociedad enferma va por cuenta del autocuidado y blindaje integral individual de cada responsable ciudadano y su derecho a elegir en libre albedrío. Un territorio politizado con el nivel de transgresión y delincuencia electoral como el que se vive, exige máxima autodeterminación y capacidad de protección de su integridad en cada ciudadano.
La democracia real tiene como única salvación en medio de tal grado de crimen e impunidad, la voluntad directa y efectiva de cada persona responsable de su voto honrado, autónomo, libre y soberano. Es cada uno y una en ése ejercicio limpio el único defensor, protector leal de su vida en democracia real con salud mental.
Escrito por Hernando Ayala M Periodista. Mail disnnet@gmail.com
Los mercenarios políticos tienen la sartén por el mango, sistema político estructurado en su totalidad para que siga reinando la tergiversación de la democracia