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Salud y el dolor adictivo

Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA

Descubre el periodista Patrick Radden un mundo sospechable, en el mercado de las ilusiones vanas de una medicina cada vez más tocada por las debilidades humanas (ambición) y nos deja ante el cierto espejo de la Salud negociante para explotar el dolor humano.

Por la gracia de Dios fuimos también prestadores de servicios de salud, cuando cierta jugarreta de la vida nos llamó a ese servicio por solidaridad con alguien cercana, que padecía y nos la jugábamos por devolverle un poco de calma en su dolor. Cuando en la contienda nos miró Cecilia López Montaño (directora General ISS) y ofreció toda su solidaridad, fuimos incorporados a un equipo que desde el ISS Risaralda también braceaba en lo mismo. E hicimos con Álvaro Ardila (o casi en su contra) talleres sobre la calidad del servicio en las Urgencias que entonces dirigía, y el director médico José Antonio Márquez un compasivo amigo, acompañante de todo eso.

Servicio a la ciudadanía. Suspensión programada de servicios públicos.

Nuestro arrime al cuadro fue (cierto) por la lambonería de periodista, sufriente, ahí de los ardores de un proceso clínico. No necesitábamos esos problemas. Pero los asumimos de frente. Y sacamos adelante a la paciente, pero no sin dejar «pelos en las alambradas», de ese sistema perverso. Nos gastábamos una fortuna en un medicamento «Peflacine» no suministrado por estar fuera del POS, pero descuadrábamos todo el presupuesto familiar, para bien de la doliente. Y dejamos nuestros buenos pastos profesionales y sociales, para buscarle a un órgano exhausto y ya muy «toreado», un ambiente benigno por indicación de Pedro Vicente Espinel, ortopedista tratante. Y por ecos a sus quejas y por nuestras denuncias periodísticas contra la Clínica Santa Rosa de Cajanal, don Guillermo Cano nos separó de la escena en El Espectador.

Esto muy pocos lo sabían y por eso nos hicieron la vida imposible los primeros meses de aparición en sus escenarios con amenazas a Sonia Vargas para no enganchar a ese «foráneo», tal como dijo que había actuado Pedro Luis García, como presidente del Club de Prensa. Y no les cuento sobre la inutilidad de esa lucha…

Lo cierto es que ahora Moisés Naím nos datea más: Desde 1999 a 2021 murieron 500 mil estadounidenses, por cuadros de abuso con medicamentos y derivados opioides. Cada año 50 mil norte americanos pagan con la vida, haber calmado alguna vez un dolor con eso. Y descubre cómo se hizo y se continúa el macabro drama. Que comienza por una «compasiva» receta para calmar el dolor y ha generado todo un potosí y el imperio económico de una familia denunciada y penada en USA. Porque sus desarrollos científicos para calmar un dolor agudo, han ido acompañados de fabulosas coimas y pagos a médicos que formulen esos venenos adictivos. No menciono otros productos, que están en la lista pública, para no propagar su uso irregular, que generalmente comienza por grageas dejadas por las víctimas mortales y que son también producto de comercios ilegales. Todo está en «El Imperio del dolor», libro de Radden Keete.

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