Hay que tener mucho cuidado con las cifras económicas, los indicadores y con las perspectivas positivas para el 2022; después de las nefastas cifras del 2020 donde tocamos fondo, todos los resultados tenían antepuesto el signo menos.Hasta antes de la pandemia teníamos inflación del 3 % y el desempleo de un dígito; se hablaba de crecimientos anuales del 5 al 9 % y una baja tasa de interés. Para Fedesarrollo, Anif y otras instituciones económicas, Colombia iniciaba un sendero económico con un horizonte de mediano plazo prometedor, donde el gran lunar era la desigualdad en el país con unos pocos demasiados ricos que tienen demasiadas exenciones, frente a una pobreza no entendible en un país con una clase media fortalecida. Llegada la pandemia desde estas líneas y muchas más pudimos adelantarnos a pronosticar un caos a partir del 2020, un período anual inicial donde se paralizaron en casi su totalidad las operaciones económicas mundiales y un período subsiguiente en el 2021 donde a pesar de sentirse una relativa recuperación, era el inicio de una crisis mundial. El sofisma de distracción es que una vez tocamos fondo, de allí en adelante a partir de cero o menos cero, cualquier recuperación presenta cifras mayores a los 2 dígitos; eso es lo que nos tiene relativamente contentos, que el crecimiento de la economía y otros indicadores sea del 9 % o más, pero la triste realidad será el 2022 cuando los números presentarán un panorama negro en lo económico con hondas repercusiones en lo social. Lo primero es que las rimbombantes ayudas del gobierno al sector empresarial, sólo llegaron a los grandes y medianos empresarios que tenían cámara de comercio y cuentas bancarias con 6 dígitos; lo que el gobierno no calculó es que los grandes empresarios de siempre, con ahorros suficientes, recibieron todas las ayudas. Los subsidios nunca llegaron a los sectores de mayor generación de empleo que viven de la informalidad, esa población como vendedores ambulantes, empleados de restaurantes, bares y miles de almacenes donde se paga por el día, no recibieron nada. Se le suma que esa población de estratos 1, 2 y 3 quedó sin empleo y esas familias están en crisis. Por último, la clase media pagará las consecuencias de las alzas en los precios. Si bien el salario mínimo subió positivamente, los precios de la canasta familiar dependientes de los cultivos azotados por el invierno, se dispararán. Se suma a ello el trancón mundial de puertos donde los productos importados legarán a las nubes y la inflación empobrecerá más a la población. Quedamos en manos de los macroeconomistas pragmáticos que nos den una solución o de lo contrario debemos aprender a vivir con mucho menos que lo que teníamos en el 2019.