Por LUIS ALBERTO MARTÍNEZ
Transitamos en un mundo donde la vejez desalentadora y vencida nos conduce por fríos senderos de amargura y dolor.
Los pasos lentos y pesados ante la dura carga que llevamos nos causan día a día hastiados y dolorosos tormentos. La vida pronto se apaga y los recuerdos de bellos momentos llegan a la memoria como relámpagos que truenan y pronto se olvidan.
Piedad señor, aunque tratamos de mantener la serenidad nos resulta imposible porque la existencia dolida y rendida no aguanta el mal que nos inquieta y atormenta.
Seguimos en la severa lucha por mantenernos de pie en este afligido mundo, congestionado y lleno de incertidumbre y miedo en el que el pueblo clama armonía y sosiego, pero nadie escucha. Posiblemente la paz anhelada solo la encontraremos cuando bajemos a la fría tumba y nuestras almas se eleven en alas blancas y reposen en la eterna morada.
Piedad señor, es posible que el virus pavoroso y cruel continúe el espantoso ataque y su implacable sombra que nos abruma nos arrastre por caminos escabrosos sin darnos reposo alguno.
En todo caso la preocupación nos embarga y la paz y la serenidad de otros tiempos se ha desvanecido como la espuma que, como los ángeles, vuela alto rumbo a nuevos espacios en silencio y en absoluta calma.
Todo parece estar fuera de control; no obstante, la tranquilidad nos pertenece y luchamos por mantenerla, pero cada día que pasa, la crisis es peor. Las, marchas y las manifestaciones, impulsadas por extrañas fuerzas, dispararon el contagio y las muertes también.
Piedad Señor, rogamos que la gloriosa vacuna contra el coronavirus tenga el poder y la gracia de contrarrestar el torrente venenoso que envenena nuestros adorados cuerpos y volvamos a temblar de pasión y a vivir abiertos como el inmenso mar, con libertad y sin preocupación alguna.
Piedad Señor, que cesen las protestas ruega la gente, que los acuerdos lleguen y que los vándalos no sigan perturbando el orden, que las vitrinas de los negocios no se rompan para el robo y el saqueo, que las estaciones de Megabus no las destruyan los violentos al anochecer, ya que estos actos acaban con los puestos de trabajo y la ilusión de un bello amanecer.
Hoy Señor disfrutamos de lindas y añejas canciones, del sol maravilloso, de la lluvia, de noches oscuras que brillan al resplandor de la luna, de la naturaleza, de los animales que por fortuna son inmunes al mal que nos aqueja.
Bendícenos Señor, te pedimos con humildad, que nuestros próximos pasos sean firmes, y sin pavorosas sensaciones, que solamente la luz Divina resplandezca en el horizonte inspirando las más bellas y hermosas oraciones. He dicho.