Por: Luis Alberto Martínez
Marzo de 2020- marzo de 2021.- Han transcurrido 366 días de terror, angustia y desesperación a causa del virus siniestro y desolador, donde los chinos no se imaginaron, ni mucho menos vieron, cuánto dolor causaría a la humanidad dejar escapar ese violento huracán que arrasó con miles de vidas en el mundo entero.
Esa ola infernal se esparció por el planeta en un santiamén y caímos de rodillas ante ese poder destructor de vidas e ilusiones. Las grandes empresas, pequeñas industrias, agiles y hábiles comerciantes, profesionales en todos los ramos del saber, trabajadores independientes en diferentes sectores de la economía, sufrieron el fuerte impacto en sus finanzas. La debacle fue total.
No fueron suficientes las cuarentenas, los aislamientos preventivos obligatorios, los toques de queda y demás para detener la hecatombe. Aunque, a decir verdad, de no ser por el tapabocas, el lavado de manos con agua y jabón y el distanciamiento de más de un metro en lugares masivos, el ocaso hubiera sido, aún peor.
El presidente Duque, en su diario programa vespertino a través de la televisión nacional, orientó a los colombianos de cómo debíamos comportarnos en esos tiempos tan difíciles y alentó a los gobiernos de cada región anunciándoles millonarias ayudas para solventar los críticos momentos de los ciudadanos…. que se quedaron esperando.
Estamos en marzo de 2021, un años después. La calma ha retornado, vivimos contagiados de alegría, de regocijo y de un fuerte optimismo. La terrible tragedia ya pasó, los días agrestes quedaron atrás.
Ya sin tapabocas, nos miramos en el espejo y notamos que nuestras narices han quedado un poco achatadas; pero respiramos bien, las manos muy blancas de tanto lavarlas con agua y jabón, los dedos gelatinosos de tanto aplicarnos el gel, pero el tacto al placer sigue igual, las medidas de más de un metro de distancia ya no son necesarias y eso nos favorece a todos.
Las calles pereiranas lucen radiantes, el encuentro de amigos es constante y el estrechón de manos también. Ya los políticos salen airosos repartiendo abrazos y palmaditas en las espaldas, cosechando electores con miras a las próximas elecciones, las mujeres lucen esplendorosas e irresistibles a las miradas turbadoras de desprevenidos señores, que las observan de reojo.
Los centros comerciales, los restaurantes, almacenes, hoteles, bares y comercio en general, envueltos en un torbellino de ventas a granel; es lindo y alentador observar el espectáculo de las compras.
Las iglesias atestadas de fieles. Por cierto, los sacerdotes aumentaron el número de personas que recogen las ofrendas dominicales, las donaciones se multiplicaron.
La calle del «Tuvo» volvió a resplandecer, los “Abuelitos “, como los llamó el primer mandatario de la nación Iván Duque durante la pandemia regresaron a tomar cafecito allí y a rememorar historias ya contadas de lo que tuvieron y ya no tienen.
Los hinchas del Pereira felices, porque el equipo continúa en la “A” del futbol profesional, gracias al coronavirus que no dejo que hubiera descenso el año pasado y todo quedó igual.
Lamentablemente se me quedan muchas cosas sin contar de este delirante y hermoso sueño; vuelvo a la realidad. Me coloco el tapabocas, me lavo las manos, tomo la distancia, me acomodo en mi silla presidencial, prendo la tele y me sale la imagen del presidente Duque que, con elegante voz de presentador, dice “La Cuarentana continúa”.