Por FRANCISCO ARIAS ESCUDERO, PADRE PACHO
El mundo actual padece de una profunda crisis al pretender separar la visión científica de la visión religiosa del universo. Los científicos y filósofos, con sus descubrimientos y propuestas, han alterado algunos conceptos que se tenían como válidos, cuando se hacían reflexiones desde el fenómeno religioso, sobre el origen del universo y el lugar que ocupa el hombre, en el cosmos.
Copérnico y Galileo, descubren que la tierra ya no es el centro del universo, es un astro pequeño y oscuro, dentro de la gran inmensidad de las galaxias. Darwin plantea que el hombre, no es el eje del universo, sino el eslabón, de un proceso cuyas fases precedentes han durado millones de años más que la propia existencia humana. Freud sugiere que el yo inconsciente, lo más peculiar del ser humano, es solo producto de instintos inconscientes y reacciones fisiológicas, presentes también en las demás especies. Marx se direcciona por la praxis del mundo y su transformación, ya no hay que mirar hacia arriba, sino alrededor.
Frente a esta ruptura nos preguntamos: ¿Cuál es el lugar concreto del hombre en este universo evolutivo? ¿si procedemos de una evolución animal, dónde nos queda la naturaleza espiritual?
Y es aquí donde surge Teilhard de Chardin tejiendo un puente para demostrar que se puede ser hijo de la tierra y del cielo al mismo tiempo. En su teoría el teólogo y científico jesuita, plantea la más nítida visión de la especie humana dentro del marco del universo y de la evolución.
Teilhard acepta la teoría de la evolución como el único camino científico posible para ver y comprender hoy el universo. No se limita a explicar el desarrollo de los seres vivos, integra en ella a todo el universo, desde los estados iniciales de la materia hasta la aparición compleja del pensamiento.
Considera la especie humana como la última y más compleja etapa del proceso evolutivo de la materia. Desde una visión estructuralista de la evolución, plantea que la conciencia del ser humano ya estaba tomada en cuenta, un “designio” desde el principio de la integración del universo.
En su fenomenología universal e histórica pretende demostrar los puntos de unión que tienen todos los seres entre sí construyendo así una unidad coherente entre la totalidad de los elementos del universo.
El mundo en el que estamos no está terminado, está en movimiento constante e ininterrumpido; un diseño que no es aislado y fortuito sino solidario y heredero de todo un pasado y una historia. Lo original de Teilhard es su afirmación que la flecha de la evolución, su convergencia es la búsqueda cada vez más elaborada y compleja del Espíritu, el gran triunfador sobre la materia.
Teilhard a partir del segundo principio de la termodinámica, la entropía, explica como la materia tiende a desintegrarse lentamente, hasta llegar hacia su aniquilación total, lo denomina historia del descenso. Sin embargo, el universo no puede explicarse en exclusiva por la energía material, existe otra energía que se impone cuya ley es la de la superación y ascenso. Una energía tangencial, la producida por la solidaridad entre todos los elementos del mismo orden, los átomos entre sí, las moléculas entre sí. Y la energía radial, la que arrastra los elementos hacia un estado cada vez más complejo y centrado hacia adelante. Es el surgimiento de la vida, que va siempre en construcción, desde el universo celular hasta la conciencia humana.
¿Cuál es el papel del hombre y hasta dónde llegará? La ciencia apenas responde afirmando que el hombre es un animal como los demás. Para la ciencia el hombre no es tan importante, en cambio en el análisis fenomenológico de Chardain, la aparición del hombre es algo no solo novedoso sino único; un salto sin precedentes de la vida, donde estamos ligados al mundo de la materia, pero por su “interior” pertenecemos al mundo del espíritu. Hermanos de los antropoides, pero ontológicamente, unidos con la dimensión espiritual, como seres inmortales, la plenitud de la evolución, ya no somos parte de la ley de la entropía, hacia la aniquilación total. Se cambia lo que afirmaba Descartes: “Pienso luego existo”, por “Pienso luego soy inmortal”; la muerte no existe, porque, la evolución se ha trasladado a los umbrales del misterio de Dios.
Padre Pacho
Padre.
Buen día
Le doy gracias al creador por personas tan inteligentes .
Me gusta leer lo que publica.
Porque me enseñan.
Dios lo bendiga en su gran amor e interés por compartir sus conocimientos. experiencia y habilidades