Escampavia.
“Tongo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé”, el discurso de la nueva clase dominante es simple, cuando alguien pone sobre la mesa los crímenes o los delitos en los que se encuentre incurso uno de sus correligionarios, no se discute, ni analiza, ni se disculpa al infractor o al corrupto, la respuesta es la misma, utilizar el poder de la palabra y la creación de una nueva verdad, la culpa se disculpa puesto que otro también delinquió.
Ante la queja por la brutal guerra que ha desatado Putin para apoderarse de una Ucrania, martirizada nación que ha logrado defenderse gracias a que todos sus hijos, sin distinción de sexo, edad o condición social combaten desde todas las trincheras y del apoyo recibido por muchas naciones, la respuesta es: “por qué no se habla de lo que hicieron los gringos en Afganistán , ¿acaso los muertos de allá no valen tanto como los de acá?”.
En nuestro entorno, ante la violencia, la inseguridad rampante, la cual coincide con la política de conciliar y no combatir el crimen, de encerrar a la tropa y abrir las cárceles y renegociar con quienes ya se había acordado la paz y no cumplieron, la respuesta es: “la culpa es del gobierno anterior.
El presidente Petro presenta a Colombia como: “la Potencia Mundial de la Vida”; afirmó que han desaparecido las organizaciones armadas y es paz y tranquilidad lo que tenemos para mostrar en el concierto internacional. La realidad es otra: los atracos en las calles, los asesinados por el delito de portar un teléfono, los secuestros que se han multiplicado, la extorsión, los atropellos en las carreteras y veredas; el temor es ahora el sentimiento que embarga a los colombianos.
Colombia ha compartido con Venezuela, El Salvador, Honduras los primeros lugares de violencia en América, esa sería la respuesta de los nuevos en el poder a la inseguridad galopante; La Paz, noble meta que se ha intentado en negociación tras negociación ha resultado en éxitos parciales, sin duda ha salvado vidas y a cambio nos ha dado nuevos congresistas, diplomáticos, funcionarios y excombatientes a sueldo, acuerdos que han sido paliativos para los síntomas pero no para la enfermedad, los delitos de sangre renacen y se reencarnan en nuevos actores, entre otras razones puesto que los asesinatos en Colombia no solo son responsabilidad de los grupos armados y de la fuerza pública, por el contrario la gran mayoría de los hechos de sangre son por: atracos, secuestros, robos, intolerancia, embriaguez, celos, líos de tierras, política; ilustra esta afirmación como: en Cali en el 2021 se registraron 1.514 homicidios, en Bogotá 1,126 y en Medellín 785, en lo rural 5.050 casos y en lo urbano 5.659, de los cuales el sicariato resultó el mayor responsable con 8.095 casos, y las riñas causaron 2.021 casos y los robos con muertes 791 casos.
Ante el nepotismo desbordado en el Gobierno del Cambio, cuando se conoce que por lo menos la mitad del gabinete tiene a sus esposas, hijos, parientes, devengando del estado, responden: “pero si en los anteriores gobiernos también pasó”, afirmación que es una verdad a medias, puesto que no es posible encontrar, tal profusión de familias enteras viviendo sabroso, como la de Roy Barreras quien ha repartido burocracia y diplomacia para todas sus esposas, sus hijos y demás afines.
Una nota final, las declaraciones del presidente Petro sobre el encarte de su hijo por problemas de dineros, merecen, de un lado nuestra solidaridad por su dolor como padre y de otro nuestro reconocimiento por el acatamiento, que en este caso personal, ha declarado por la autoridad competente, cosa que vale doble si se compara con sus recientes desautorizaciones a la institucionalidad.