JAIME CORTÉS DÍAZ
Un terrible insuceso acaecido el 28 de marzo pasado en El Bosque, jurisdicción de Neira, acabó con la vida de once mineros, la mayoría provenientes de Quinchía, en un socavón donde hurgaban la ilusión del oro. Allí quedaron inmersos por aguas crecientes, hundiéndolos sin que existiera maroma que los sacara a flote. 24 días de desesperación y angustia de familiares, compañeros y rescatistas duró la contingencia que al pasar las primeras jornadas sin resultados positivos, la incertidumbre de hallarlos con vida se convirtió en pesadilla, máxime por las calamidades invernales y de logística inapropiada que impedían un rescate pronto y eficaz, así se trabajara 24 horas diarias en la causa. Fue penosa la labor; la recuperación de los cadáveres no se dio en una sola acción en razón de los torrentes invasivos: el viernes 16 se logró el primero, el sábado, dos y el domingo los ocho restantes.
Minas de toda clase que se explotan sin autorización legal son de riesgo inminente, sin contar las manipuladas por organizaciones criminales. Pero esto no es el tema de hoy. Lo de reflexionar con motivo de la tragedia, es si existe en el país la capacidad tecnológica para proceder en eventos malhadados como este. ¡Quedó la duda! En Chile hace algunos años aconteció un drama con 33 mineros; allá establecieron comunicación y conducción alimentaria, lográndose, después de 69 días y noches de sepultación, sacar con vida a los trabajadores. Lamentablemente aquí desde un principio las motobombas no correspondían a los grados de dificultad del escenario. No fue posible en esos momentos decisivos reivindicar la vida de estos humildes en pos de la “quimera del oro”. La Agencia Nacional Minera y la Oficina de Riesgos y Desastres deben tomar este caso para analizar las presuntas falencias operativas, como la logística; hacer inventario de maquinaria para situaciones como esta, saber en qué lugar se encuentra y contar con un protocolo de movilización de emergencia que logre inmediatez para salvar personas y comunidades en condiciones de peligro.
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DEPORTIVO PEREIRA. Esfumadas frustraciones, la adrenalina en reposo, la ansiedad calmada, hoy la emoción de ver frenada la estampida al descenso futbolero es un aire refrescante para los risaraldenses en medio de la pandemia. Y a pesar de todo lo pasado, desde la improvisación para sostenerse en la mediatabla, los conflictos judiciales, la ausencia de público en las graderías, la falta de regularidad técnica, picados de virus, sin refuerzos, con la caja vacía y el aviso lleno de deudas, eran malos augurios que alimentaban el pesimismo y la maledicencia. Ante el horizonte del desastre, surgen el entrenador coterráneo Alexis Márquez y jugadores blindados en corajina, a contravía de críticas y penurias, para dar fulgor a la bandera gualda y púrpura de la ciudad. Y frente a tal desenlace, se honró así la memoria de su principal fundador, don Isaac Gómez Murillo. Tres triunfos y un total de cinco partidos sin perder, alentaron el sentimiento de si se puede y partiendo de su propio resultado, la permanencia se dio en la Primera División. Ahora se acrecienta la responsabilidad para remediar fallas, determinar recursos, apropiarse la hinchada de su querencia y clarificar la situación jurídica. Es necesario hacer un reconocimiento al alcalde Maya por el apoyo dado y a los que mantuvieron la moral alta.
En el campeonato próximo todavía el cuadro Matecaña está en vilo, pues descenderán dos equipos y su puntaje acumulado sigue vigente. Pero no es justo decir que el conjunto al sostenerse en la A, en curso de tantas adversidades, ello sea motivo de satisfacción, siendo de estulticia y elogio a la mediocridad de quienes aplauden (malo porque sí, malo porque no). Otro canto lastimero hubiese sido ir nuevamente a la B. Urge contribuir a su estructuración administrativa, financiera y competitiva; recordar que el Deportivo es símbolo e imagen innegable de Pereira y Risaralda: que alrededor de su escudo hay fuentes de pertenencia y civismo, que bajo su inspiración se han forjado obras colectivas como los estadios de Libaré y el Olímpico, amén de otras causas que han levantado el espíritu y unión de esta tierra libertaria.