El pensamiento principal de Baruch Spinoza, en esencia, se centra en la idea de que todo lo que existe es una manifestación de una sola sustancia infinita, a la que él llama «Dios» o «Naturaleza» (Deus sive Natura). Según Spinoza, Dios no es un ser separado o trascendente que crea y dirige el universo desde fuera; más bien, todo lo que existe es parte de esta única y esencial realidad.
Para Spinoza, Dios y la Naturaleza son lo mismo, lo cual implica que cada ser, cada acontecimiento y cada forma de existencia están interconectados y forman parte de una misma esencia. Esto desafía la visión dualista tradicional de una separación entre lo divino y lo material, así como entre el alma y el cuerpo. Desde su perspectiva, todo es una manifestación de la misma esencia y, por ende, la comprensión profunda de uno mismo y del mundo es también una aproximación a Dios.
En su obra fundamental, la Ética, Spinoza explica que Dios no tiene ni voluntad ni emociones humanas. No es un creador que interviene en el mundo ni responde a plegarias. Más bien, Dios es el principio fundamental del ser, una especie de «orden eterno e inmutable» que se manifiesta en todas las leyes naturales y en todos los fenómenos del universo. En este sentido, Dios no tiene una «personalidad» ni una «voluntad» dirigida a recompensar o castigar, sino que es el conjunto de todas las causas y efectos, el fundamento de todo lo que es y sucede. La visión de Spinoza también nos invita a vivir con compasión y empatía, pues si todos somos expresiones de la misma sustancia, el bien de los otros está inextricablemente ligado al nuestro.
Dios no es una entidad separada del mundo, sino que está presente en todas partes y en todo. La existencia de Dios es la existencia misma del mundo, y no hay nada fuera de él. Dios, en el sentido spinozista, no es un ser con características humanas. No tiene emociones, deseos o intenciones. La idea de un Dios que juzga, recompensa o castiga es, para Spinoza, una proyección humana que distorsiona la verdadera naturaleza de la divinidad. Dios es la única «sustancia» verdadera, es decir, el único ser que existe por sí mismo y cuya esencia incluye la existencia. Todo lo demás que existe es una «modificación» de Dios, una expresión de esta única realidad sustancial. Para Spinoza, todo en el universo sucede con una necesidad lógica derivada de la naturaleza de Dios. No hay eventos fortuitos ni milagros; todo es resultado de una cadena de causas que se siguen de las propiedades de esta sustancia divina. Dios es, pues, el orden racional que subyace al universo.
La visión de Dios como Naturaleza lleva a una espiritualidad profunda en la filosofía de Spinoza, pero no en un sentido devocional o religioso tradicional. Esta espiritualidad implica una aceptación de las leyes naturales como la voluntad misma de Dios. Conocer a Dios es, entonces, conocer y comprender el universo y sus leyes, y así encontrar una forma de paz y libertad al comprender nuestro lugar en ese orden. Para Spinoza, entender a Dios de esta manera es también la clave para la felicidad humana. En lugar de vivir atrapados en deseos y emociones que nos desconectan de la realidad, él sugiere que la verdadera libertad y la paz interior provienen de aceptar el orden natural de las cosas, al cual todos pertenecemos. Vivir en armonía con la Naturaleza es, en este sentido, vivir en armonía con Dios.
Desde un punto de vista teológico cristiano, el Dios de Spinoza no es compatible por su impersonalidad y falta de relación directa con la humanidad. Sin embargo, algunos encuentran compatibilidad en que ambos conceptos ven lo divino como fuente última de todo ser y orden del universo, aunque entendido de modos diferentes: personal en el cristianismo e impersonal en Spinoza.
Padre Pacho


