Mafalda solía decir que nuestros países no son pobres, sino empobrecidos, por una banda de gobernantes, que se llenan la boca con la “justicia social”, pero lo único que hacen es saquear el estado y llenarse sus bolsillos. No nos faltan recursos, lo que nos sobran son corruptos. Alguien solía decir que no es la política la que hace a un candidato corrupto, es nuestro voto, quien los hace corruptos, al convertirlos en políticos.
Carlos Lemos Simmonds, en su libro “El Estado ladrón”, nos presenta aquella costumbre de los gobiernos de crear más impuestos, para hacer posible sus sueños populistas; impuestos que son un castigo para quienes producen, y una recompensa para quienes no generan nada. Sistemas que cobran más impuestos al trabajo, subsidiando el no trabajar.
En uno de sus apartes dice Lemos Simmonds: “La clase política decidió convertir la cosa pública en cosa nostra, volviéndose malhechora. No usa el impuesto para redistribuir la riqueza, lo utiliza para concentrarlo en las manos de un conjunto de pícaros que resolvieron hacer de la burocracia una ganzúa y de la política una mafia con antifaz. Hoy el Estado no sólo interviene, sino que despoja. Las tarifas de los servicios se han transformado en una modalidad inclemente de la confiscación”.
El escritor nos invita a ser cuidadosos, con el “Estado ladrón” que, valiéndose de algún camino de fuerza, les quita a los ciudadanos lo que legítimamente les pertenece. Estados con una fuerte ineficiencia administrativa, con índices grandes de corrupción, con una gran decidía estatal, que con sus políticas tributarias ponen en riesgo la inversión extranjera, creando incertidumbre y descontento.
Reforma que quiere grabar un derecho como, por ejemplo, el de las pensiones, con el subterfugio, de hacer creer que no se está violando ningún derecho constitucional, ya que la pensión se sigue pagando común y corriente, la trampa está en que, luego se genera el tributo, descontándolo del fondo, todo un engaño jurídico.
Se tiene la falsa creencia que, la existencia del Estado les rinde beneficios netos a las masas, llevándolos a ser incapaces de distinguir entre Estado y el Pueblo en general; con unos sistemas fiscales como afirma Perich: el que tiene más, paga más, y el que tiene menos también paga más. Estados que, obtienen sus ingresos, no por contribuciones voluntarias o el pago de servicios prestados, sino por medio de la coerción. No hay que ser un sabio para saber que a más impuestos menos gastos de la gente, cayendo la economía en un colapso sin precedentes.
Padre Pacho
Parece que desconoce la política social del catolicismo, que va en contra vía del neoliberalismo que usted defiende en su columna de hoy.