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Director Fundador

CulturaUn hombre que transformó a Pereira

Un hombre que transformó a Pereira

Ernesto Zuluaga Ramírez

En una crisis como esta que estamos viviendo aflora una consecuencia estremecedora que desviste la absoluta impotencia del ser humano de no poder despedir honrosamente y hacerle el duelo pertinente a nuestros seres queridos cuando parten de este mundo.

Son muchas las personas cercanas que han fallecido en esta época y he lamentado con profunda tristeza no haber tenido la oportunidad de asistir a sus sepelios, que en verdad no existieron. Despedir es una forma de agradecer, de hacerle honor al significado de la existencia, de mitigar el dolor. En esta época es imposible hacerlo.

Se nos fue esta semana, a la edad de 84 años, uno de los grandes exponentes del civismo y el emprendimiento pereirano. Sin ser oriundo de esta tierra, el ingeniero eléctrico y mecánico Marcial Navarro Bazurto, llegó a Pereira hace 54 años detrás de un sueño. Había comprado —en una sociedad con su hermano— un taller de reparación de equipos eléctricos que un alemán de avanzada edad, quien no encontró eco en su único hijo para continuar la tarea, había creado en Pereira. Lo conoció en La Paila donde Navarro estaba encargado del control de mantenimiento de la fábrica Colombina. No vaciló; lo dejó todo para enfrentarse al reto de administrar un taller. Sabía lo que quería. Siempre lo supo.

En su primera crisis, originada por la suspensión de trabajos por parte de la industria manizaleña como respuesta a la desmembración del viejo Caldas, emprende el reto de fabricar transformadores animado por su alta demanda. Tuvo que aprender. Compraba los aparatos viejos para desbaratarlos y estudiarlos pero las cosas no parecían salir bien y se tornaron aún más difíciles: los primeros transformadores que fabricó explotaron todos. Sin desmayar, empecinado, seguro de sí mismo, Marcial convirtió en poco tiempo su taller en una gran industria: Transformadores Pereira Ltda. TPL. Pero las exigencias económicas lo llevaron a asociarse con la Corporación Financiera de Occidente y después con la Westing House que terminó asumiendo una posición dominante. Por esta razón vendió sus acciones y se retiró.

A empezar de nuevo. Marcial monta en 1982 un taller para reparar transformadores y con los años lo convierte en Magnetrón S.A.S una de las empresas más grandes y pujantes de nuestra región. Con una asombrosa capacidad de trabajo que lo tuvo hasta el último día al frente de su negocio, una cultura empresarial soportada en calidad y disciplina, una responsabilidad social sin límites y un temple ético a toda prueba, Marcial Navarro hizo historia y se marcha dejando una huella imperecedera. Las cifras de sus logros hablan por sí solas: su empresa pasa de tener 6 empleados en 1966 a 80 en 1976 y a 750 en el 2018; cubre el 65% del mercado nacional, exporta el 60% de su producción y fabrica 30.000 transformadores anuales.

Su espíritu cívico y su pereiranidad bien ganada le llevaron a ser miembro de las juntas directivas de la Andi, Acopi, ACIEM, Aguas y Aguas, la UTP y el Comité Intergremial y a esa impronta de excelencia hay que agregarle que fue un padre ejemplar, amigo servicial y miembro de familia inigualable. Siempre lo admiré. Detrás de un rostro adusto y serio se escondía un alma generosa, un emprendedor inagotable, un ciudadano a carta cabal. Paz en su tumba y en los corazones de su esposa, sus tres hijos y toda su familia.

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