«Para mí esto es un estilo de vida, además intento pasar la mayor cantidad de horas como un canino. Procuro tener un conjunto mental alrededor de lo que sería un perro y no una persona”.
TOM PETERS, HOMBRE TRANSESPECIE
MIGUEL ÁNGEL RUBIO OSPINA.
Está de moda ser trans y cuando me refiero a este asunto, siempre grueso y difícil de discutir, no me refiero sólo y únicamente a los transexuales, o al transexualismo, me refiero a todas las tendencias de la corrección política que hoy en día surgen como musgo bajo las piedras, tantas que hasta se han atrevido a crear una sigla impronunciable LGBTIQ+ y eso que me pueden faltar letras, porque este es otro feo vicio, ahora a los “intelectuales de la corrección política” les ha entrado la manía de hablar con siglas, como si decir las palabras completas les robara tiempo de su apretada agenda.
Entre las tendencias que más proliferan cuyo prefijo usan la construcción trans, encontramos, transexualismo, transepecismo, transracialismo, transfóbico, transhumanismo, transfuguismo, etc. la última de moda en el senado de la republica y en concejos y asambleas departamentales.
En fin, esta suerte de hipercorreccionismo político, no sólo le hace un daño tremendo al lenguaje, cosa que ya poco les importa a estos grupos sociales, sino que hacen imposible cualquier asomo de crítica u opinión que pretenda advertir los errores en los que caen, cuando furibundos, exigen sin mucho fundamento jurídico, sociológico, moral, científico o de alguna índole razonable, que el estado y la sociedad los reconozcan como tal, así el reconocido y el reconocedor, jueguen un papel ridículo al hacerlo.
Sin embargo, podemos llegar a entender desde el punto de vista emocional y comportamental, desde la psiquiatría y la psicología el transexualismo, pues este es muy antiguo y tiene precedentes en personajes famosos de la historia humana, uno de ellos es el emperador romano Heliogábalo (203-222) al que incluso la historia le reconoce un matrimonio homosexual, donde el emperador ataviado de mujer se ligó en nupcias con Hierocles su auriga.
Este debate sobre el transexualismo ha sido superado en la sociedad occidental actual, donde ya las garantías a los derechos de estas personas están protegidas en varios países, Colombia entre ellos, y ya en los planes de salud se incluye la operación de cambio sexo y modificaciones corporales que apunten a reafirmar la identidad de género elegida.
Hasta este punto es absolutamente razonable y aceptable que estas tendencias existan, es hasta sano y propicia en los varones y en las mujeres la posibilidad de entenderse y relacionarse desde nuevos roles de género, que enriquecen las emociones y las sociabilidades.
Ahora viene el pero de todo este asunto; podemos aceptar como cierto y sensato el transexualismo, incluso como algo necesario y desde cierto punto sano, al fin y al cabo es un asunto humano, un rol social, emocional, incluso hasta performativo; pero ¿Es igual de sensato, debe ser igual de aceptado, es sano, es incluso coherente, aceptar tendencias como el transespecismo, el transracialismo o el transhumanismo?
Creo que no. En primera instancia porque nadie puede afirmar sentirse perro, camello o pez espada. ¿Qué sabemos de las emociones de esos animales, si somos especies biológicamente distintas? la antípoda natural, ¿Quién sabe, con argumentos científicos, no con caprichos emocionales, cómo es la tristeza, la melancolía, la rabia, la euforia en un perro, gato, hámster etc.? ¿Qué buscan desde el punto de vista social, político, psicológico, emocional, quienes exigen que los estados les reconozcan como derechos sus delirios mentales? Es un comportamiento claramente caprichoso, ¿Pueden adquirir categorías de derechos los comportamientos? ¿Todo comportamiento es entonces por ende un derecho?
Si todo comportamiento por grotesco o extraño que parezca debe volverse un derecho sólo por aquel impulso de “es mi vida y debes respetármela” y tuviera que ser refrendado en las leyes y constituciones nacionales, estaríamos ante una ola de anarquismo moral que sobrepasaría la estupidez como ya esta sucediendo.
Es necesario entonces volver a lo esencial, educar emocionalmente desde el afecto, la autoridad, el reconocimiento complejo del otro, volver a lo humano. La supresión en los currículos escolares de materias como filosofía, historia, ética, pero no la que habla con muñequitos y sopitas de letras de los valores humanos, eso es barbacha barata, la ética como escuela de pensamiento que construye la complejidad de las relaciones humanas, las mismas que aunque esta generación hipersensible no lo quiera, contiene conflicto, dolor sufrimiento, contradicciones y un montón de cosas que no nos gustan, pero que hacen parte del devenir y de la complejidad de las interacciones de la especie que somos.
La historia humana, es la historia del conflicto sustancial, nacer y morir son dos conflictos irresolutos, traumáticos y difíciles, lo demás es sólo devenir y luchar, pero sin renunciar a lo humano; ninguna generación anterior a la actual, había negado lo humano para resolver sus incertidumbres, nadie había pensado en creer que ser perro, saltamontes o ballena azul, podría ser el camino a la felicidad, en las peores crisis humanas lo que habían hecho los grandes hombres y mujeres que dieron luces y salidas fue volver a lo esencialmente humano. Después de la Peste Negra, por ejemplo, a Da Vinci, Miguel Ángel, o a Bocaccio no se les hubiera ocurrido pintar y hablar de otra cosa que no fuera el hombre, desde su intrincada forma de vivir, pensar, sentir y conocer, incluso una obra carnavalesca como el Gargantúa y el Pantagrúel, hace gigantes a dos hombres sobre la pequeñez de las viejas ideas que van quedando atrás, nadie pensó que la solución estaba en reivindicarse como murciélago o como puercoespín.
Imaginen el siguiente escenario. Cualquier día me despierto sintiéndome noruego; comienzo entonces a adoptar la vestimenta, el idioma, todas las cosas que hacen de noruega una sociedad y un país. Tiempo después, me dirijo a la embajada de Noruega a través de una carta, solicitando que por favor expidan mi carta de naturalización como noruego porque resulta que, aunque tuve la desgracia de nacer en Colombia, en mi vive un noruego y que mi nueva identidad debe ser respetada y reconocida como tal, y, por ende, merezco los mismos derechos que cualquier otro ser humano nacido en el país escandinavo. La respuesta no sólo sería un contundente ¡NO!, del gobierno noruego, sino que además vendría con una sugerencia de someterme a un tratamiento mental para superar mi delirio supranacional.
Entonces, yo, ofendido porque los fascistas noruegos no me permiten vivir como se me viene en gana, llevo mi caso a todo programa top show amarillista para contar, con cara de circunstancia y muy dolorido, las burlas de las que he sido objeto; hasta que finalmente, Ana María Polo con su acento cubano de miami y su martillito de madera, ordena que se me otorguen por parte del rey Harald V mi ciudadanía. CASO CERRADO.
¡Un noruego vive en mí!, soy transnacional y si te burlas te acusaré de transnacionalfóbico.
P.D. Aclaro que dije Noruega, como hubiera podido decir Birmania o Afganistán, no responde esto a nada distinto que adoptar un ejemplo en busca de sustentar mi opinión.
MIGUEL ÁNGEL RUBIO OSPINA.
Parece que ud logró expresar de manera más profunda y didáctica algo que yo pienso, pero yo a riesgo de ser acusado de homofóbico, que no lo soy, me rio de esta sociedad que pretende ser tan igualitaria que hasta comete el ridículo de aprobar matrimonios gay, incluidos en esa definición los de lesbianas, que abominación, con la igualdad en derechos civiles está resuelto el tema.
Excelente texto. Sobra decir que comparto por completo su esencia, apreciado Migue Ángel. Toda esta basura , incluidos los delirios del #metoo, que quisieran ver una conspiración masculina alentando cada vez que se concreta una transacción sexual, tienen dos padres- no se trans,hiper, mega o parasexuales-: la sensiblería enfermiza- y perdón por la redundancia- y la paranoia extrema. Cuando esos virus se aparean nace el engendro hipócrita de la corrección política, con todos sus efectivos nocivos sobre el lenguaje y, por lo tanto, sobre la vida cotidiana.
Por ese camino llegamos a estupideces como esa de » Los derechos de los animales». ¿ De cuándo acá los perros, los gatos y las salamandras son sujetos de derechos? Una cosa es que uno los quiera, los cuide y los proteja y una muy distinta otorgarles estatuto jurídico. Va uno a saber que patrañas legales se puedan urdir sobre esa base.
Muchas gracias por alentar el debate sobre asuntos tan importantes.
Gustavo Colorado G