Por ADRIANA VALLEJO DE LA PAVA
En las ciudades se viven muchos momentos, se debaten temas o se conmemoran fechas.
Los debates dividen y de las conmemoraciones sólo participan algunos, sin embargo, esta semana a los ciudadanos nos unió el mismo sentimiento. Un sentimiento que es una mezcla de tristeza, de admiración, de gratitud, de nostalgia y de reconocimiento por la vida y el legado de Alfredo Hoyos.
Desde los campesinos del corregimiento de La Florida que le hicieron un camino de despedida con globos y pañuelos blancos, hasta miles de personas en las redes sociales, publicando imágenes con sus sabias frases y la imagen del pollo Frisby que todos sentimos como propia.
Escribir después de tantas personas que lo han hecho con tanto sentimiento y conocimiento de la historia personal y empresarial de Alfredo Hoyos no es fácil, pero siempre es importante hacer memoria y en esta ocasión sobran los motivos y las razones para dejar escrito un testimonio más.
En nuestra cultura estamos acostumbrados a hablar mucho y encontrar gente que habla todo el tiempo, siempre admiré la capacidad de Alfredo Hoyos para escuchar, reflexionar y finalmente enseñar. Le agradezco haberme introducido al estudio del capital creativo a través de los libros de Richard Florida que me regaló.
En mi paso por la dirección del Instituto de Cultura y Fomento al Turismo valoré que la mayoría de las organizaciones culturales y el mismo instituto siempre encontraban las puertas abiertas en la Fundación Frisby para sus proyectos y procesos culturales y para apoyar iniciativas como Yo Creo en Pereira, para la campaña de donación de instrumentos musicales y para la apertura de la escuela de formación en cuerdas pulsadas.
En la Universidad Libre se reconoce el aporte que Alfredo Hoyos hizo al Centro de Emprendimiento con sus constantes visitas, con sus charlas y con la donación de libros para los emprendedores, que inspiró.
Alfredo Hoyos tuvo una vida que logró trascender, que valoró lo que las cosas son por lo que significan, que encontró sentido en dar sin esperar, que entendió que lo más importante en una sociedad es la educación y la cultura, que la motivación del conocimiento del emprendedor es la curiosidad, pero solo la consciencia convierte el esfuerzo individual en un propósito que beneficia a la humanidad.
Para Alfredo Hoyos mi eterna admiración y gratitud, para Liliana, sus hijos, sus nietos y las personas cercanas mi sentimiento de solidaridad y afecto.