En 1933, cuando Pereira era apenas un pueblo grande, Le Corbusier escribió un libro titulado «La ciudad radiante». En esas páginas receta la muerte para las ciudades irracionalmente desarrolladas, carentes de ejecutores responsables, insalubres y ofensivas al sentido estético.
Como vivimos en el tercer mundo, no escapamos a las contradicciones del tercer mundo. Ciudades bien situadas y acogedoras, como Pereira, se llenan de gentes pobres, necesitadas de trabajo y servicios básicos. Contra esta realidad social se estrellan las concepciones tradicionales mejor estructuradas.
Aparecen nuevos tipos de industrias, basadas en la pobreza. Actividades muy rentables, cuyo papel económico no está aún bien estudiado. Los planes de vivienda de interés «menos que social» atraen millares de personas. Con ellas llegan oficios nuevos, como el microtráfico. Y muchos «vendedores ambulantes», siempre convertibles en materia prima de los directorios políticos. Quienes logran el control económico de esas gentes, ya sea en Rio de Janeiro o en Medellín, inundan las calles con cualquier clase de cosas, legales o ilegales. Escenario que observamos en Pereira.
El urbanismo predicado por le Corbusier es afín a la belleza y a la lógica. Según él, las vías de toda ciudad moderna deberían estar dedicadas a tareas específicas, como el trasporte de aquellas personas que trabajan o se dirigen a adquirir bienes de consumo. Esa funcionalidad evitaría las múltiples perturbaciones heredadas de un pasado irracional: Nada que ver con gentes ofertando bienes ocasionales en las calles…
Osar Niemeyer desarrolló las ideas de Le Corbusier. Brasilia, fue el paraíso de los arquitectos. Calificada como referente principal del modernismo, muchos la tienen hoy como una especie de templo consagrado al espíritu post moderno. A pesar de ser un laboratorio arquitectónico, en ella nada es improvisado, ni improvisable. Allí cada necesidad humana está calculada y anticipada: Incluyendo la iluminación y hasta la respiración. La geometría, la lógica y la estética se juntan para brindar a los humanos un espacio muy concreto de racionalidad, que linda con la exageración. Ejemplo vivo de una ciudad ideal… que deberíamos considerar para soñar con el desarrollo de Pereira.
AGM27/06/202