Por HERNANDO AYALA MELGAREJO
- La quiebra estructural de Colombia está en haber desperdiciado su bono demográfico de jóvenes mayoría, por capricho.
- Acorralando y disparando jóvenes contra jóvenes por órdenes del país viejo, llegó la era del envejecimiento.
Colombia es potencia mundial en auto sabotaje, un campeonato difícil de perder. Todos contra todos nos convirtió en perdedores como colectividad. Unidos, parece una mala palabra. Unirse es ceder y en ADN colombiano solo es posible si es «como yo digo, con mis reglas». La máxima expresión de ese mundo indeseable han sido las dos décadas perdidas en el siglo veintiuno que nos están devolviendo al siglo diecinueve con juguetes de este tiempo. Los recientes setenta años fuimos una nación de jóvenes, como decía el lema de una entidad que daba albergue a adolescentes abandonados, «nación de muchachos».
Ser joven se volvió peyorativo, en los territorios guerrilleros la población llamó a los combatientes «los muchachos». En las ciudades ser joven en la base de la pirámide social tenía mucha referencia con «ser vago» o «gaminería», los gamines del barrio. Los guiones audiovisuales mercantiles de Gustavo Bolívar, Víctor Gaviria y todos los libretistas de la narrativa televisiva traqueta, mostraron todo lo que pasó con la juventud y crearon un imaginario terrible.
Como en Europa siglo veinte, foco del complejo colonial de quienes manejan Latinoamérica buscando su ADN en el mapa genealógico eurocentrista, en la Colombia pre moderna que inició el siglo veintiuno en bancarrota de liderazgo impuesta por el capricho de sus mandamases finqueros y su pensamiento feudal latifundista, en tal mapa de realidad nacían muchos y morían muchos jóvenes, hacinados en la marginalidad y exclusión de los tugurios urbanos, arrinconados.
Mientras eso pasó, la «gente bien» de Bogotá o «gente de bien» en las regiones, se embruteció en sus complejos sociales, se dedicó a convertirse en «ricos de erario» pues en los territorios los «ricos» piratas son contratistas o burócratas de toda la vida, como el papá del «lamboryeni» en Buenaventura, se dedicaban a corromper muchachos «bien» y dañaron generaciones completas que hace quince años eran los modelos de portada en revistas como Semana del delfin López, como los Nule. Mucha gente de «apellido» como los Moreno nietos del dictador el general Rojas y demás dinastías de tradición, se quedaron en esa trampa, la rebatiña de la «marrana» o res pública que en lenguaje gamonal era el significado del erario. Las violencias, la liberal conservadora o visconversa, la guerrillera, la marimbera y cocalera, la paramilitar, la oficial, sobrevinieron como un tsunami sobre la mayor riqueza que tuvo la nación, su gente joven, todos los talentos y potencial capital humano de donde salían haciendo colecta los Egan Bernal, Nairo Quintana, Kid Pambelé, Rokcy Valdez, Catherine Irbargüen, Moisés Fuentes, Falcao, James, Jossimar Calvo, Cochise Rodríguez y los cantantes que han cosechado gran fama y prestigio en el mundo. Desde abajo también vino la gloria forjada desde sueños, voluntad y sacrificio como García Márquez, Mutis, Botero, los grandes del arte, que fueron muchachos. En medio de todo eso, la fractura social desde las familias colombianas, disfuncionales, que hacen del día de la madre el más violento del año, nos convirtió en nación fragmentada e irreconciliable.

Hoy los muchachos en twitter, facebook, instagram y tik tok, se insultan día y noche en descalificación constante para segregarse en orillas de agua y aceite. Pensamiento viejo, agenciado por viejos en el poder usando muchachos delfines espejos de la estirpe descrita, esto convirtió en enemigos a los jóvenes, la juventud a la que nunca enseñaron a reconocerse y valorarse en su mayor capital posible, la diversidad de su capacidad, talento, juventud. Venganza era la orden de los envejecidos vengadores atrapados en su odio patológico. Se perdió esa juventud y llegó la era del envejecimiento sin formación adecuada en el ciclo vital.
La abuela materna de Piedad Urdinola, profesora que nos notifica como hemos llegado a la era del envejecimiento poblacional colombiano, alumbró 18 hijos y logró que llegarán a la adultez 8, relata la investigadora en la presentación del documento sobre transición demográfica, capítulo del libro «Descifrando el futuro» publicado por Fedesarrollo pensado en la prospectiva económica de una nación en un momento crucial histórico protagonizado por la masa de jóvenes que son mayoría en proporción de 4 a 1 frente a los viejos colombianos que siguen moviendo los hilos de esto hoy.
Hace cincuenta años dejamos de ser un país rural, de campesinos, dice la profesora Urdinola. Esa transición comenzó en la década del setenta del siglo veinte, cuando mi abuela Irene decidió cortar y emancipar la vida del yugo patriarcal, dejó la tierra campesina para buscar mejores garantías en salud y progreso en la vida citadina urbana, donde el sistema no le cumplió.
«La transición demográfica ocurre una vez en la historia de la sociedad en una nación y consiste en la época en que la población empata su pirámide por edades, deja de ser mayoría jóvenes por factores como estancamiento y baja en tasa de fecundidad y nacimientos hasta pasar a ser mayoría de población en edad de vejez», enseña la profesora Urdinola. El caso europeo muestra que, en un proceso de inversión poblacional, llegó a ser continente de viejos en un lapso superior a dos siglos, recuerda la trazabilidad sobre el bono poblacional que significa la ganancia de ser mayoría joven.
La transición demográfica colombiana ha sido irregular en el tiempo y abarca décadas, las cinco recientes y no siglos como enseña la normalidad de los demás continentes, dice el estudio académico en el libro sobre el futuro de la economía en Colombia. El cambio incluye haber dejado de ser Colombia un país campesino para convertirse en un país urbano con 77 de cada cien habitantes asentados en ciudades y demás hábitats urbanísticos.
En el territorio coexisten, cohabitan y se cruzan sin hábitos y buenas prácticas de convivencia, desconocidos que representan naciones imaginarias distantes, distintas, adversarias sin capacidad para sintonizarse en su diversidad. El gran ahorro en capital humano se fue perdiendo en la pelea incurable y el día a día transcurre en el vandalismo psicosocial autoimpuesto por la vocación de auto sabotaje que más rentabilidad genera en el caos.
¿Cuál es la salida y propuesta para trazar un rumbo diferente? Hablemos la próxima vez en este espacio sobre la decisión inaplazable de los jóvenes. Los viejos que incendiaron esto, creen que todo se reduce a unas elecciones, para ellos no hay noción distinta de democracia mezquina, robarse todas las elecciones que haya en donde sea para adueñarse de la bolsa, el erario. Esa visión torpe, miope nos trajo hasta acá. «El 22», la clave de los cleptócratas, las elecciones su objetivo, también serán decididas por los jóvenes, por acción u omisión como en el 16 en el NO a la paz. Pero el rumbo se define muy lejos y por encima del negocio electoral de los brutos que hoy manipulan el erario. Los jóvenes con su capacidad, talento, potencialidad, neurona, energía, tienen la clave de la salida de esto y no es en la violencia. Es en la decisión de hacer lo mejor que pueda cada uno con claridad, con brújula, con norte claro. Hablamos de eso en nuestra próxima sintonía Empate 21. El relevo es en el siglo en que Colombia se convierte en país de viejos.
Escrito por Hernando Ayala M. Periodista Proceso EMPATE 21 DISNNET SOCIEDAD PARA TODOS 30_DS.
Respetado Columnista: excelente .
Cada vez más convencida de que el sistema de gobierno, de que el subpresisdente, su eterno guerrerista y los integrantes del centro demoniaco han condenado al país a regresar a la época medieval, en la que el señor feudal ordenaba a sus siervos: obedecer.
Obedecer, cumplir con los impuestos, adorar al rey, no cuestionar la acción de la iglesia……
Obedecer, no protestar, no incomodar a la gente de bien .
Un narco -estado en el que vivimos y que no garantiza los derechos fundamentales desde lo social y político.
Obediencia al estado sino: plomo es lo que tienen.