La variante Condina, como parte de la expansión vial hacia Cerritos y Armenia, es hoy un corredor estratégico de Pereira. Aunque su construcción es relativamente reciente, el nombre con que se denominó conecta la obra con una memoria mucho más antigua, la de la vereda y centro poblado Condina, reconocidos en la cartografía oficial y en la vida rural de la ciudad.
Nombrar una vía moderna con un topónimo histórico es un gesto que merece destacarse. La ciudad no solo abre caminos de asfalto, también abre rutas hacia su pasado.
El escritor e historiador José Daniel Trujillo ha señalado que el nombre Condina proviene de Manuel Conde, propietario de los terrenos donde se asentó la vereda.
Antes de recibir ese nombre, el lugar fue conocido como El Palmar y posteriormente como Obaldía, lo que demuestra la evolución de la toponimia en la región.
La historia oral y documental confirma que hacia 1851, colonos antioqueños liderados por Fermín López, provenientes de Cabal hoy Santa Rosa de Cabal, intentaron fundar un poblado con el nombre de “Aldea de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Condina”, en un llano alto entre los ríos Consota y Barbas. Este caserío, inicialmente llamado El Palmar y Obaldía, fue reconocido oficialmente en 1853, cuando la legislatura del Cauca decretó que la aldea pasara a denominarse Condina.
En 1863, con la fundación de Pereira, la población de este caserío se trasladó hacia la nueva zona urbana, y el poblado se convirtió en la vereda Condina.
La importancia de Condina estuvo estrechamente ligada al Camino del Quindío, ruta fundamental para la comunicación entre el centro y el occidente del país. Ya en 1843, el gobierno había destinado mano de obra de presos para trabajar en la construcción del “camino de montaña”.
Posteriormente, en 1854, una ordenanza dispuso adjudicar tierras a los padres de familia de la Aldea Condina, con el fin de ensanchar la población y atraer nuevos habitantes.
En 1892, se afirmaba que Condina pertenecía al Distrito de Cartago y que su distribución estaba en la vía que unía a Pereira con el Camino del Quindío, por el punto denominado El Roble, conocido por siglos como Robles.
Con la creación del Departamento de Caldas en 1905, bajo el gobierno del General Reyes, Pereira pasó a ser uno de sus municipios, y el distrito se dividió en 12 fracciones. En ese contexto, Condina reaparece como referencia territorial en la época de las grandes iniciativas de infraestructura. Entre 1910 y 1920 se construyeron las primeras carreteras hacia Armenia y Cartago, consolidando la importancia de este nombre en la memoria vial de la región.
El historiador Víctor Zuluaga Gómez ha insistido en que nombres como Condina no son simples etiquetas urbanas, sino huellas de haciendas y veredas que dieron forma al territorio. Para él, recuperar estos topónimos es un acto de resistencia cultural y pedagógica, porque la ciudad debe recordar que su modernidad se levantó sobre caminos de arrieros, manos campesinas y memorias invisibilizadas.
El caso de la variante Condina revela una práctica que debería convertirse en política pública, denominar las nuevas obras de infraestructura con nombres que evoquen la historia de la ciudad.
Carreteras, puentes, intersecciones y avenidas no deben quedar anónimas o con denominaciones neutras; deben ser espacios de memoria que enseñen a las generaciones actuales y futuras cómo llegamos a ser lo que somos.
Ejemplos como la vía que conecta el Terminal de Transportes con Punto 30, aún sin nombre oficial, o la intersección Galicia, actualmente en construcción por el consorcio Vías del Samán, son oportunidades para rendir homenaje a la historia antigua de Pereira y a los personajes que marcaron su identidad.
Más allá de su origen exacto —hacienda, apellido o camino—, Condina se convierte en símbolo de cómo la ciudad puede tejer continuidad entre lo rural y lo urbano, porque Pereira no nació de la nada, se levantó sobre veredas, haciendas y rutas coloniales.
La variante Condina es más que un corredor vial, es un puente entre el presente y el pasado. Su nombre rescata la memoria rural y abre el debate sobre cómo debemos nombrar nuestras calles y avenidas para que cuenten la historia de la ciudad.
En tiempos de urbanización acelerada, recordar que cada nombre guarda una lección de identidad es vital. Pereira necesita que sus vías hablen de su gente, de sus haciendas, de sus caminos antiguos y de sus pueblos indígenas. Solo así la ciudad será, además de moderna, consciente de su memoria y orgullosa de su historia.



Javier,excelente artículo para conocer los orígenes de confina.
Gracias
Así debe ser, los nombres de las vías, viaductos y avenidas deben tener un origen ancestral y no simplemente para perpetuar nombres de dirigentes políticos que son una vergüenza nacional por sus obras nefastas contra el desarrollo del país como César Gaviria.
Y tampoco trabaja para el desarrollo de la región …. Hasta la UTP está totalmente politizada y paradójicamente el rector, dizque “ambientalista”, ha estado ausente de la agenda nacional en gran parte comprometida con proyectos de alta envergadura en materia ambiental … doló por hacer oposición a un presidente que SÍ ha demostrado un crecimiento económico y social sostenible.
Y tampoco hizo algo por el desarrollo de la región …. Hasta la UTP está totalmente politizada y paradójicamente el rector, dizque “ambientalista”, ha estado ausente de la agenda nacional en gran parte comprometida con proyectos de alta envergadura en materia ambiental … sólo por hacer oposición a un presidente que SÍ ha demostrado un crecimiento económico y social sostenible.
Muy buen artículo, importante preservar las culturas a través de sus nombres. Me hizo recordar que en reciente viaje a Chile, me llamó la atención que muchos pueblos y ciudades del sur tienen nombres de origen Mapuche, lo que habla de una fuerte identidad cultural. Muchas gracias por recordarlo!!
Excelente!!