El núcleo de poder real en EEUU viene pasando de autoritario a franca y abiertamente fascista. En un principio podría haberse catalogado a D. Trump, a su partido Republicano y a su círculo más cercano, como autoritarios, pues controlan la Cámara y el Senado, la Suprema Corte y concentra en sus manos la rama ejecutiva, en una palabra, todo el poder en una sola persona, dándole la posibilidad de gobernar a base de instructivos presidenciales. Ah, y Juez que ose controvertirlo con sus veredictos judiciales, es sometido a todo tipo de escarnios y amenazas. Autoritario es poco para caracterizar lo que representa D. Trump, pues sus acciones lo elevan a la calidad de fascista.
Fascista, porque exacerba el nacionalismo estadounidense, pretendiendo abiertamente que su país y su raza, son superiores al resto de los mortales, y por eso arremete contra los migrantes tratándoles como escoria, criminales y enemigos de la seguridad de su país; fascista, porque pretende imponerse por la fuerza bruta, como quien dice “aquí el macho soy yo” y se hace lo que yo disponga, y por eso reparte alzas de aranceles por doquier, descertifica presidentes como el nuestro, le entrega armas sin control a un gobierno y a un Estado genocida y asesino de niños, mujeres y adultos como Israel, amparado en la falacia de ser el pueblo elegido de Dios (si así fuera, qué elección tan fallida); fascista, porque mete sus tropas en aguas internacionales del Caribe, y dispara misiles contra personas que se desplazan en lanchas, y sin fórmula de juicio, son acribilladas acusadas de ser narcotraficantes, corriendo así, de hecho, sus propias fronteras; Fascista, porque violentando el Derecho Internacional, amenaza a Venezuela con bombardear supuestos objetivos de narcotraficantes; fascista, porque usa el fanatismo para negar las investigaciones científicas que advierten del colapso climático y, por tanto, todo vestigio de vida en el planeta, atreviéndose a decir, que las vacunas que han prevenido múltiples enfermedades de millones de seres humanos, no son efectivas. La lista de razones para calificar de fascista a D. Trump y lo que él representa, sería interminable.
Por eso, cuando una voz independiente, con autoridad y dignidad, se alza en la Asamblea General de la ONU a interpelar a este nuevo Hitler en ascenso, como nuestro presidente Gustavo Petro, responde con medidas como la de revocarle la visa y violando así por enésima vez, el derecho internacional y la inmunidad de los presidentes de los países que integran la ONU. Por fortuna tenemos un presidente que tiene por principios innegociables, la libertad y la dignidad, algo de lo cual adolece la franja de ultraderecha de nuestro país como César Gaviria, Andrés Pastrana, Alvaro Uribe, Germán Vargas, acompañados por personajes desteñidos como Sergio Fajardo.
Por eso, porque tiene dignidad, nuestro presidente no “necesita demostrar con visas que no es de Neptuno (Oír la canción El Mojado, de Arjona). Tanto él como también lo proclama para la humanidad entera, es un ciudadano del mundo, como también, valga recordarlo, nos los dijo Aristóteles hace unos 9 siglos.
Presidente Gustavo Petro, aquí hay un pueblo que lo acoge con todas sus fuerzas, porque sabemos que usted encarna sus anhelos de libertad y democracia, de educación y tierra para quien la quiera trabajar, anhelos de construir un país con alegría y paz con justicia social, y seguimos construyendo país porque consolidamos entre todos un Pacto Histórico, fundido con el pueblo y sus anhelos de cambio y paz. Trump, Netanyahu y sus aduladores, irán a parar como Hitler, al basurero de la historia.