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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEL DILEMA DE MATECAÑA

EL DILEMA DE MATECAÑA

 

 

En semanas recientes, El Diario del Otún, la universidad Areandina, Vigía Cívica y Ágora convocaron un foro titulado “El dilema de Matecaña”, centrado en el futuro del Aeropuerto Internacional Matecaña y su papel en el desarrollo de Pereira y la región. Participaron destacados expertos y técnicos, entre ellos Francisco Valencia, Marlon Mejía Correa, Juan Guillermo Ángel, Guillermo Botero Mejía, Víctor Basa Tafur, Juan Carlos Grillo, Aurelio Suárez y Juan Carlos Rodríguez, quienes expusieron, argumentativamente, los pros y contras de mantener o trasladar las operaciones aéreas a otro sitio del Eje Cafetero.

El debate se concentró en un punto neurálgico: la imposibilidad técnica y urbanística de ampliar la pista actual. Con sus 2.200 metros de longitud, de los cuales solo 1.900 son operativamente útiles, el aeropuerto enfrenta limitaciones geológicas y espaciales que impiden su extensión al estar rodeado por áreas residenciales consolidadas, deportivas, industriales, hospitalarias y terrenos de compleja topografía. Algunos asistentes compararon su pista con la de un “portaviones”, destacando la precisión que exige cada acción aérea.

Dos visiones enfrentadas fueron expuestas a exposiciones rigurosas. Para quienes defienden la permanencia in situ del aeropuerto, Matecaña sigue siendo un símbolo del civismo pereirano y puede continuar funcionando durante décadas si se siguen modernizando sus instalaciones. Consideran que los avances tecnológicos en aeronaves, más eficientes, seguras y capaces de operar en pistas cortas, permitirán mantener la conectividad sin necesidad de aumentar distancias ni costos. Además, resaltan que su ubicación céntrica reduce los tiempos de acceso y responde al ritmo acelerado de la vida contemporánea.

Por otro lado, los partidarios del traslado sostienen que Pereira debe pensar en grande y planificar desde hoy un nuevo aeropuerto regional, con proyección a más de 40 años. Argumentan que el crecimiento urbano, la densidad poblacional y la expansión comercial demandarán un sistema aeroportuario más amplio, con mejores condiciones de seguridad, capacidad logística y competitividad internacional. Ignorar esa necesidad, dicen, sería repetir los errores de las ciudades que se quedaron sin margen para expandirse. En síntesis, una decisión de largo aliento.

Más allá del dilema técnico, el foro coincidió en que la discusión debe trascender lo coyuntural y abrirse a una participación ciudadana amplia y documentada, con el concurso de gobiernos locales, universidades, gremios y organizaciones cívicas. No se trata solo de decidir dónde aterrizan los aviones, sino hacia dónde despega el futuro de Pereira. Los estudios de impacto ambiental, económico y social serán determinantes para definir si conviene mantener el aeropuerto actual o proyectar una nueva infraestructura regional.

El Matecaña, más que una terminal aérea, es un símbolo de identidad colectiva. Su construcción fue fruto del esfuerzo ciudadano, sin depender de dádivas centralistas, como lo evocó el poeta Luis Carlos González: “Cuando a Colombia le entregamos Matecaña, sin fuerza extraña que agradecer.” Ese espíritu cívico, que dio origen a la obra, debe hoy inspirar una reflexión responsable sobre su porvenir. La pregunta no es solo si resulta viable mantener las instalaciones actuales (o unas nuevas), sino también quién debe administrarlas: ¿la municipalidad, como patrimonio local, o la Nación, a través de Aerocivil, con la obligación de garantizar presupuesto y modernización continua?

El valor de todo esto, es de decidir con datos. En tiempos de incertidumbre, los números, más que las emociones, deberán guiar las decisiones. Un análisis serio de costos, beneficios y proyecciones de tráfico aéreo permitirá definir si Pereira puede seguir apostando al Matecaña o debe dar el salto hacia un aeropuerto regional compartido con otras ciudades del Eje Cafetero.

Como alguien dijo saliendo del foro: “los inmuebles no se los pueden llevar de Pereira”, pero las oportunidades sí pueden volar. De todos depende si se dejan partir o si se aprende a construir, desde el consenso y la visión a largo plazo, la pista del futuro que la región necesita. De lo contrario, la gente estará “despistada”.

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