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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEL PRECIO DE ATREVERSE A CAMBIAR: CUANDO EL ODIO NUBLA LA RAZÓN  

EL PRECIO DE ATREVERSE A CAMBIAR: CUANDO EL ODIO NUBLA LA RAZÓN  

 

La oposición sistemática a las reformas del Gobierno Petro revela una profunda resistencia al cambio, alimentada por intereses económicos y mediáticos, y sostenida por una ciudadanía atrapada en la desinformación y el resentimiento.

Esa guerra sucia y rastrera contra él no comenzó con su elección como presidente. Se desató desde que, como senador, denunció los vínculos entre políticos tradicionales y grupos paramilitares; lo que luego se conoció como la parapolítica. Gracias a esas denuncias y a investigaciones de la Corte Suprema, más de 60 congresistas fueron condenados por nexos con el paramilitarismo. Entre ellos, reconocidos miembros de partidos tradicionales, lo que sacudió a las élites políticas del país.

Su paso por la Alcaldía de Bogotá (2012–2015) tampoco fue tolerado por esos mismos sectores. Allí impulsó programas como Basura Cero, que permitió la inclusión de recicladores informales, y creó el Hospital Centro Oriente, el primero construido por el Distrito en décadas. También redujo tarifas de transporte y priorizó la inversión social. Estas decisiones, aunque populares en sectores vulnerables, le valieron una intensa campaña de desprestigio que incluyó su destitución arbitraria por parte del entonces procurador Alejandro Ordóñez, decisión que luego fue revocada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Desde entonces, la hostilidad no ha cesado. Grandes medios de comunicación como Semana, RCN, Caracol, la W, El Tiempo, El Colombiano, El País y otros similares, todos con intereses empresariales que tradicionalmente han estado cerca del poder político y económico, han amplificado una narrativa que busca debilitar su liderazgo y legitimar el boicot a sus reformas. Un estudio del Centro de Internet y Sociedad de la Universidad del Rosario (2023) mostró que el cubrimiento de estos medios sobre el gobierno actual tiene una carga negativa significativamente mayor que la de gobiernos anteriores, con especial énfasis en su figura personal y no en los contenidos de sus propuestas.

 

 

A esa estrategia mediática y política se suma una campaña paralela aún más grave: la invasión en su vida personal con rumores no verificados, acusaciones sin pruebas y señalamientos que ningún ente judicial o autoridad competente ha confirmado. Desde supuestas adicciones al licor o a los estupefacientes, hasta versiones sobre su orientación sexual, infidelidad conyugal y presuntos maltratos familiares, han circulado en redes sociales y algunos medios sin que exista una sola sentencia ni una investigación seria que las respalde. Lo que se busca no es la verdad, sino el desprestigio personal, aprovechando prejuicios sociales y morales para debilitar su autoridad política. Se trata de una forma moderna de linchamiento mediático que reemplaza el debate de ideas por el ataque al carácter, apelando al morbo antes que a la razón.

En paralelo, desde el Congreso –en el que no tiene mayorías sólidas– se ha obstaculizado sistemáticamente el avance de las reformas sociales, en especial la reforma a la salud, la laboral y la pensional. El bloqueo no ha sido técnico sino político, como lo reconocieron incluso congresistas que admitieron no haber leído los proyectos, pero se oponían “porque los impulsa el presidente”.

Sin embargo, las reformas buscan beneficios concretos para amplios sectores de la población.

La reforma laboral plantea el pago de horas extras y recargos nocturnos desde las 6:00 p. m., como era antes de la ley 789 del 2002, propone el pago del domingo como una jornada especial y mejoras laborales para sectores vulnerables como las trabajadoras del hogar y los domiciliarios.

La pensional, por su parte, busca que más de 2,5 millones de adultos mayores sin pensión reciban un ingreso básico mensual a través del pilar solidario, financiado parcialmente por cotizantes de ingresos altos. Es una medida redistributiva, no confiscatoria, pensada para enfrentar la pobreza extrema en la vejez.

En salud, la reforma busca reducir el poder de intermediación de las EPS, responsables de buena parte del colapso del sistema. Según la Contraloría General, solo entre el 2019 y el 2021, más de $15 billones fueron desviados o mal administrados por estas entidades, con consecuencias graves para pacientes y profesionales de la salud.

Lo paradójico es que muchas personas que se beneficiarían de estas reformas –trabajadores informales, madres cabeza de hogar, campesinos sin tierra o despojados de ella, jóvenes sin acceso a educación– las rechazan sin conocer su contenido, movidas más por la narrativa de miedo que por el análisis de una información.

La polarización ha calado tan hondo que ya no se debaten ideas, sino identidades. Un estudio de la Fundación Paz y Reconciliación (2024) revela que el lenguaje de odio en redes sociales contra el presidente se ha triplicado desde el inicio de su mandato, impulsado en gran parte por cuentas automatizadas y desinformación orquestada.

Negarse a cualquier avance solo porque lo propone un gobierno con el que se disiente ideológicamente no es prueba de carácter. Es, más bien, una señal de que el odio ha ocupado el lugar del pensamiento crítico.

Las reformas no son perfectas y se deben socializar y debatir, pero con argumentos, no con prejuicios. Porque cerrarse a ellas sin conocerlas, o atacarlas solo por odio a quien las propone, es renunciar al derecho a vivir mejor.

En última instancia, la pregunta es simple:

¿Vamos a seguir repitiendo el mismo ciclo de desigualdad y exclusión, o vamos a tener el valor de romperlo, aunque eso incomode a quienes por siglos se han sentido dueños del país?

 

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* Periodista y corrector de estilo

 

www.ogil.info

3 COMENTARIOS

  1. Por um error involuntario, escribi otra dirección electrónica como correo y otra imagen salio publicada. Me reponsabilizo de el comentario a su columna.

  2. Oor um error involuntario, escribi otro correo y otra imagen salio publicada. Me reponsabilizo de el comentario a su columna.

  3. Qué excelente columna. Gracias porque de una forma clara y en lenguaje fácil de digerir, nos lleva a ententender esta locura de situación política y social. El respeto por las autoridades, se perdió. ¿Quién, podría enfrentarse en un debate a un hombre, que, como el Presidente Petro, maneja unos argumentos sólidos para discutir y saber qué necesita el pueblo?

    Esas razones no se aprenden en los clubes. Es cierto que nadie le da patadas a un perro muerto ni le tira piedras al árbol que no da frutos, mientras el que sufre es el pueblo.

    Las palabras se pueden convertir en dardos envenenadas, si se anidan en corazones que desconocen la historia y ya tienen sembradas raíces de odio.

    Hoy, su columna es un bálsamo. Gracias

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