El año que termina demostró la gravedad de los problemas de movilidad que padece la ciudad. La Pereira de hoy es un caos por donde se la mire y por donde se camine. Uno se pregunta si hay planeación, si alguien está pensando en resolver los enormes trancones, si a alguien le interesa el tema. La primera sensación del ciudadano común y corriente es que a nadie le importa lo que sucede.
El mejor ejemplo es la vía a Cerritos. Desde hace muchos años sabemos que es el único canal entre oriente y occidente, el único camino entre los municipios del departamento y su capital, la única ruta al Valle del Cauca y al puerto de Buenaventura, la arteria aorta que mueve nuestro comercio. ¿A quién se le ocurre cerrarla a cada rato para carreras de ciclismo? Parar la economía regional para satisfacer agendas que a casi nadie le interesan es un despropósito que se acerca a la condición de «delito». Y si a esta situación le agregamos el que los miembros de algunos colectivos ciudadanos conocen este «cuello de botella» y se aprovechan de él, entenderemos porqué el caos será entonces permanente. Los taxistas, los camioneros, los hinchas del Pereira, los del América, los motociclistas, la minga indígena y la primera línea saben que si cierran la vía en el Pollo la ciudad colapsa. A eso le apuestan sin que haya autoridad que lo impida.
Y agreguemos: la construcción de la intersección de Galicia le echa limón a la herida. La obra demoró mucho más de lo planeado, todos los giros y flujos se han visto perjudicados, hacer un retorno en cualquier parte de la vía es tarea de malabaristas y el plan de contingencia no sirvió de nada.
Y más: la única opción a la vista para mitigar el conflicto, la avenida de Los Colibríes, es una catástrofe. No solo porque se la hayan robado y sea el monumento a la corrupción, sino porque se convirtió en motivo de discordia, disputa política y choque de trenes. Los escombros de lo hecho hasta ahora están allí cual cadáver que hiede sin que nadie se inmute. La vía es un elefante blanco que arruinó los accesos a muchos condominios y la segunda etapa (la prioridad vial de la ciudad) es apenas una quimera. Todos sabemos que construir solo un tramo de esta vía es una «pastusada». A los pereiranos solo nos sirve la obra completa, incluida su intersección de Tacurumbí que la ensambla con la doble calzada actual a Cerritos en el sector de Cafelia y que es apenas otro sueño.
Imagínense a Pereira cuatro o cinco años más a la espera de una solución mientras crecen desmedidamente las licencias de construcción en el sector. Será el maremágnum. Los negocios nuevos, los mall’s, los restaurantes y los proyectos urbanos entrarán en crisis, muchos se van a quebrar. El precio de la tierra se estancará.
De que le sirve a Pereira que vengan muchos turistas si no tienen por donde andar, si se llevan una imagen terrible a pesar del despampanante alumbrado navideño. El viaducto es otro centro de caos, la vía Cerritos-La Virginia un insufrible viacrucis, la variante la Romelia-El Pollo un ducto tapado a toda hora, Condina un tubo sin cruces ni retornos. Y el panorama se antoja peor. No hay ninguna obra ni acción a la vista que mitigue todos estos conflictos. Y adicionalmente imaginen lo que será el descomunal trancón que se armará una vez comience a fondo la obra de Corales.
No nos quedará otra alternativa que salir a la calle a ver carreras de ciclismo o irnos a vivir a otro lado.


