Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadAPOLOGÍA AL SILENCIO

APOLOGÍA AL SILENCIO

Es un buen momento para hacer apología al silencio.

Cuando tenemos la posibilidad de admirar lo que la vida nos regala, entendemos cómo es nuestro andar por ella; es mecánico, vamos de prisa, escuchando sin ver; hablando, sin oír.

Entonces, decido escribir unos renglones para expresar en ellos, lo valioso del silencio.

Vivimos tan acostumbrados al ruido generado por los vendedores ambulantes, aunque son voces de tonalidades altas para ser escuchadas, para obtener lucro, pero, generadoras de malestar. Hay otros ruidos: los pitos, que intentan mostrar con su estridencia la arrogancia de quien conduce porque prima él; el ruido de la sirena que conduce un paciente ávido de atención y que paraliza, es sinónimo de dolor, no puede ser ajeno, genera angustia, nos toca. Así como estos, hay innumerables presencias del mismo; sin embargo, quiero detenerme en otro tipo de ruido que lacera más que los antes mencionados: el que sale del ser, que habita en cada uno.

Admiro cada momento, cada minuto de vida, el anochecer, la esencia de la naturaleza, al anciano que deambula por la calle y que tiene la capacidad de recostar su cuerpo en el piso, sin más colchón que el cemento; al que canta, al que está conectado a un aparato electrónico mientras se encamina a algún sitio; al que discute, pero sobre todo, al que habla con propiedad de los problemas o circunstancias que viven otros, porque se siente con la autoridad de lanzar un juicio de valor. En esta última idea la admiración está dada en esa capacidad que tiene para hacerlo. Me asombra. Generamos ruido con comentarios a destiempo, barullo con la mirada agazapada; con un gesto; o simplemente con el índice, como ente, acusador. Ahí percibo que el ser humano necesita asociarse, sólo con una intención malévola, la de dañar al otro.

En párrafos anteriores mencionaba diversidad de ruidos generados por factores externos, que reciben respuesta de quienes los escuchan. Acá quiero hacer alusión al ruido que generamos desde nuestro interior, ese que nos lleva a la complacencia, al del disfrute porque deseo dañar a otra persona no sólo con mis pensamientos, sino al llevarlos a cabo. Ese ruido que me permite encajar o no, en un círculo social. Ahora valdría la pena enfatizar en la importancia del ruido, cuando en eventos que son regalos de la vida, como el reencuentro con un hijo, un amigo, un exalumno, se convierte en un deseo incontrolable. Mueve fibras, contenerlo, es imposible.

Estos escenarios suelen ser imperceptibles para muchos, pero, hago un alto en este recorrido, para invitar a una reflexión que conduzca a apaciguar las aguas turbulentas y centrar la mirada en cada uno. Es una invitación al silencio, entendiendo este como uno de los grandes placeres, a través del cual nos sumergimos en esa paz que sólo brinda el alma cuando se acalla, cuando comprende que esa construcción llamada vida, hay que hacerla desde lo que nos hable nuestro interior, aunque tome tiempo realizarlo.

Hay que buscarlo. En el hogar, con los pequeños, en pareja, ahí donde prima la convivencia.

Tal vez mi postura obedece a encontrarme sumergida en un espacio donde solo me inundan la brisa que va y viene con su apacible o mordaz ruido, el canto de las aves, llenando de tranquilidad el espacio que habitan y por supuesto, el mío, el personal. Es el ruido de la vida.

Pero, más allá de esta verdad, el ser humano está en la obligación de comprender que para hacer parte de una sociedad que olvidó la cortesía, las normas de comportamiento (Urbanidad de Carreño) leídas y aprendidas en la escuela, hacemos parte del Cosmos y como tal, armonizar con el otro se constituye en tarea diaria.

Es hermoso escucharlo, es entender que, ante la fragilidad humana, reconocerla es avanzar para comprender la vida del otro y la mía, buscando en primera instancia, trabajar en mí, luego, llego al otro, libre de prejuicios.

Hay situaciones demandantes y requieren ser manejadas con la sutileza que sólo se logra intimando con el silencio; es más, está por encima de cualquier título, porque quien la enfrenta con inteligencia, se considera SABIO.

Las enfermedades como ansiedad, estrés, entre otras, son el resultado de permitirle el ingreso a nuestro ser de tanto contenido nocivo, lo lamentable es que sólo cuando llegamos a un punto crítico, reaccionamos.

Apartarnos del ruido, nos da longevidad, el espíritu rejuvenece, la piel se transforma, se combate el insomnio, se intensifica el deseo de amar, hay mayor claridad en nuestras acciones y se mejora la empatía con los demás.

La mente y el corazón no pueden seguir bombardeados de tanta información destructiva. Hay que actuar.

Las madres somos fieras defendiendo a nuestros hijos cuando por alguna circunstancia se equivocan y están expuestos al juicio de muchos. Ahí el corazón se expande para resguardar ese sentimiento, siendo cómplice del dolor, sin que nadie lo perciba.

También sucede en las relaciones de pareja, al ser blanco de la gente y para protegerla, es mejor callar.

El silencio acompaña en un duelo y aunque no hay palabras, sí comunica.

Es un acto generoso con nosotros, un paso trascendental para limpiar la mente y el corazón, un ejercicio altruista desde nuestra individualidad, un regalo que “no cuesta nada, pero, vale mucho”, ya que, trabajar en la perfección es un deber moral de todos. “Aislarnos del ruido es cura para el alma. La mejor terapia”.

El silencio es, una manera de amar

 

2 COMENTARIOS

  1. Gracias, mi Moni bella.Es una invitación a escucharnos diariamente, lejos de ese ruido que daña.Será descubrir las maravillas que hay en el ser.

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