Dos hechos de inmensa trascendencia definirán nuestro futuro. El primero se produjo el viernes pasado con la posesión del tirano en Venezuela, y el 20 de enero con la de Donald Trump, como el presidente número 47 de Estados Unidos. Bajo una fuerte tensión y militarización se preparó la toma de posesión de Nicolás Maduro. Ese día, en el Palacio Federal Legislativo, sede del Parlamento Unicameral venezolano, ubicado en el casco histórico de Caracas, prestó juramento Nicolás Maduro para un tercer período de seis años como presidente de Venezuela, acto que lo lleva a ejercer un mandato de 18 años que completará en el 2031. Hay un nuevo presidente electo y es Edmundo González Urrutia, dijo María Corina Machado al término de la jornada electoral del 28 de julio de 2024. Tenemos en nuestras manos las actas que demuestran nuestro triunfo categórico e irreversible, las cuales fueron presentadas ante el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) por el Centro Carter. Estos documentos “originales” que sustentan la denuncia de fraude cometido por la coalición opositora Plataforma Unitaria Democrática (PUD), reúnen entre otras características los códigos QR que comprueban su autenticidad. El segundo hecho tendrá ocurrencia dentro de ocho días, el 20 de enero, con la posesión de Donald Trump como presidente electo de los Estados Unidos. Estos dos hechos serán decisorios en la vida política, social y cultural de nuestra nación, pues el primero se sucede en un país hermano con el que compartimos una frontera de 2.219 kilómetros, poblada por 12 millones de personas en siete departamentos colombianos y cuatro estados venezolanos, cuyo cierre fronterizo solo ha beneficiado a los criminales. En cuanto al segundo hecho, no cabe la menor duda que la juramentada de Trump es un caro precio que deberá pagar el “Gobierno del Cambio”, cuya ideología está totalmente opuesta al pensamiento derechista que propende por el fortalecimiento del nacionalismo y una fuerte inversión nacional, en abierta defensa del sector privado y su aparato productivo. Enemigo de los grupos terroristas, Trump castigará la permisividad y alianzas con estas bandas criminales, cuyos jefes están siendo excarcelados y premiados con sueldos pagados con dineros de nuestros impuestos. Aparte de ser Estados Unidos nuestro mayor socio comercial, con quien firmamos desde el 2012 un tratado de libre comercio que Petro quiere renegociar, es también el mayor inversor en el país. La incógnita a días de su posesión es la de si Trump mantendrá la estrecha relación comercial de tantas décadas y si permitirá la ayuda económica, la mayor de Latinoamérica que en 15 años del Plan Colombia han significado US10.000 millones y esperamos, para este 2025, US450 millones más. Entre tanto, el jefe de este Gobierno destructor como nación, el comandante en jefe, no de nuestro glorioso Ejército, sino de las Farc y del ELN, no tuvo el coraje ni la honestidad para acompañar a su admirado amigo Maduro, en una clara y típica expresión de su incongruencia que lo hace proclive a mostrarse como el “socialista para su pueblo”, pero el capitalista y derrochón para su corrupto círculo cercano, aprovechando las ventajas de vivir en democracia, a expensas del Estado. La consumación de este vergonzoso robo electoral ante la faz del mundo, condenado por la inmensa mayoría de países del orbe, pero permitida por los mismos ante la inutilidad de organismos multilaterales como la ONU y la OEA, envía el mensaje de que los sátrapas del planeta bien pueden seguir tranquilos y que la democracia a personajes como Petro, pueden hacer de ella lo que les venga en gana. Si poco le importa a sus nacionales, al mundo mucho menos.
Alberto Zuluaga Trujillo. Alzutru45@hotmail.com
Alberto Zuluaga Trujillo. Alzutru45@hotmail.com