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Las cantinas del centro: Territorio para la democracia cultural en Pereira. 1a. entrega

Por Alba Nury Orozco Gómez

Los bares del centro de Pereira, especialmente aquellos lugares clásicos que tienen forma de cantinas y han permanecido por generaciones en la ciudad, tienen una temporalidad propia, capaz de superar la linealidad del tiempo, juntando en un mismo espacio a jóvenes, apenas iniciados en la vida nocturna, con adultos y ancianos, expertos en las prácticas de la noche; juntando mundos, aparentemente distantes, que se vuelven uno en el espacio de la cantina. Ese volver uno prácticas distantes en la temporalidad se expresa, también, en la sensación que genera la música de encontrarse detenida en el tiempo, pues, aunque cambio el medio en el que se reproducían, pasando del LP, al caset, y luego a los medios digitales; los ritmos se conservaron similares a los de antaño, las cantinas supieron preservar sus ritmos arquetípicos, con una que otra mezcla extravagante de ellos, saltando de un tango a un vallenato, de una salsa a una ranchera, como si al tiempo detenido se le sumara la necesidad de expresar todos los ritmos en un mismo espacio; sumándole a ello, la huella dejada por los nuevos visitantes, que con paciencia han batallado, por un lugar en ese extraño espacio musical, logrando hacer que suene de vez en cuando, una canción de rock, una pieza de blues o alguna canción de un cantautor que nos mueve la sangre; los que saben de la batalla, al oír una de esas canciones, alzan sus botellas y brindan, entre diferentes mesas, con sus miradas cómplices; como si en el fondo celebraran un triunfo de la humanidad, un triunfo en el territorio de la democracia cultural.

Quizá en estos pequeños triunfos se expresa la idea de democracia cultural, lugares siempre en construcción son las cantinas, en ellas su clientela carece de la pretensión, bastante molesta, de querer imponer criterios frente a las expresiones artísticas que deben ser valoradas, allí aparecen, por el contrario, todas en mismo espacio tendiendo puentes y saberes entre una generación y otra. 

Las cantinas de Pereira, como pocos lugares de la ciudad, son símbolo de diversidad e igualdad y a favor de estos principios se contradice hasta la legislación más estricta; en ellas, al igual que la música, se mezclan toda clase de servicios: nos tomamos una cerveza mientras nos lustran los zapatos, pedimos un domicilio, o una “tabla de jamón”. Sin problema se suspende la música ante la llegada de algún serenatero, rapero o músico improvisado, que busca ganarse algunas monedas para la cerveza o para pagar la pieza en la que habita. Son las cantinas en Pereira lugares por excelencia para entrenar la tolerancia, la paciencia y para que la solidaridad se realice como práctica cotidiana.

Mientras otros lugares separan grupos sociales, las cantinas de Pereira juntan estudiantes de universidad públicas y privadas, docentes, artistas, intelectuales y académicos que, junto a trabajadores independientes, jubilados o jóvenes de sectores populares, entonan por igual y a gritos – dependiendo la hora y el nivel de alcohol en los cuerpos – la música de Ismael Rivera, las Hermanitas Calle o alguna canción de Darío Gómez. Es fácil sentirse cómodo allí, cuando todos cantan al unísono canciones de las que renegamos en nuestros días de sobriedad, tal vez porque en esos momentos nos sentimos más libres, mejores personas o porque nos reconocemos más iguales.

En las cantinas de Pereira se juntan rojos, azules o tibios, no hay discriminación de índole política o religioso; podemos escuchar en ellas los discursos de izquierda, las expresiones de la derecha y, además, las utopías más locas producidas por la sensación del momento, allí la palabra no tiene límite; lo que si tiene límite son las peleas, prohibidas por una regla nunca escrita, pero no por ello menos inviolable, una regla aceptada por todos, tan estricta, que los pocos que se han atrevido a romperla han sido condenados al exilio.

Tenemos aquí un breve perfil de las cantinas del centro, lugares que dan cuenta del encuentro de muchos espacios, hasta allí llega gente de los más aislados barrios de la ciudad, y de muchas temporalidades, pues en ellos se unen muchas generaciones; de allí, que las cantinas del centro puedan exhibir su gran triunfo como espacios capaces de mezclar diversos ordenes culturales, en donde, sin que nada se imponga, cada cual pueda tomar la parte que sea de su agrado y construir con ella un mundo de una riqueza cultural inigualable

2 COMENTARIOS

  1. Si nunca te has tomado una fria en una de esas cantinas, me atraveria a decir que no has saboreado la nostalgia de la vida

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