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DerechoPrivacidad en tiempos de” teletrabajo”

Privacidad en tiempos de” teletrabajo”

Por Carlos Andrés Echeverry Restrepo

La senadora Aída Avella fue sorprendida durmiendo en el momento en que le daban la palabra en una sesión virtual. El representante a la Cámara, Juan Pablo Celis, se tocaba sus partes íntimas justo cuando se hacía el correspondiente llamado a lista. En medio de una clase, una estudiante dejó abierto su micrófono mientras tenía relaciones sexuales. Personalmente, vi al participante de una reunión ingresar al baño para ducharse porque no había deshabilitado el vídeo de Zoom.

Por otra parte, me ha tocado dar clases en el comedor, en el cuarto de ropas, o en mi habitación. He asistido a reuniones, cerciorándome que el video y el micrófono están apagados, mientras estoy comiendo, lavando platos, comprando bienes de primera necesidad en el supermercado, o al tiempo en el que mi hijo me pide ayuda con sus tareas, sus dibujos o sus figuras de plastilina.

Algunas de esas historias resultan hilarantes y otras producen cierta indignación colectiva (por ejemplo, la de ver a un congresista durmiendo), pero lo cierto es que cada una de esas anécdotas de la ‘virtualidad’ muestran que las fronteras entre la intimidad de la vida personal y laboral se están difuminando rápidamente. Ese bien preciado y hoy en día escaso como lo es el trabajo, al menos para quienes lo realizamos desde medios remotos, absorbió prácticamente todos los ámbitos de nuestros hogares, así como gran parte de nuestros momentos familiares o personales.

El espacio que otrora se destinaba al descanso, a la interacción familiar o al ocio, súbitamente se convirtió en el sitio de trabajo, el cual, ante la incertidumbre que produce el futuro laboral y económico, prevalece sobre el valor que muchos otorgábamos a la privacidad de nuestros hogares.

A lo anterior, se suma el hecho de que, por una omisión involuntaria, o por desconocimiento del funcionamiento de ciertas aplicaciones necesarias para el tele-trabajo, nuestra intimidad queda completamente expuesta y en latente riesgo de quedar registrada en forma permanente en las redes sociales por una captura de pantalla o por un vídeo tomado desde un celular.

Así las cosas, la burla y la humillación pública, con el fin de ganar ‘likes’ en el perfil de la red social de quien viola el derecho a la imagen o de la privacidad de su interlocutor, vuelve un infierno la vida mental, familiar y profesional de quién tuvo la desventura de exponerse sin que ese fuera su propósito.

Ahora, cada vez que veo a los participantes de una reunión, o a algunos de mis estudiantes, en situaciones comprometedoras de su derecho a la intimidad, por el hecho de olvidar apagar la cámara o el micrófono de sus computadores o celulares, antes que burlarme de la situación o sacar partido de ella para ganar seguidores en mis redes sociales, intento enviarle un mensaje privado para dar cuenta del evento y, de ser el caso, invitar a los participantes que presenciaron la incómoda situación, para que no expongan públicamente el hecho.

La vida y trayectoria de una persona no puede juzgarse o reducirse al acto sexual en el que fue advertida mientras se daba una clase en línea, o al momento en que entró a la ducha mientras participaba en una reunión virtual, o por dormirse en el espacio en que habitualmente lo hacía mientras se encontraba en una sesión de tele-trabajo. ¡No! Nada ni nadie nos da el derecho de violar su imagen, su intimidad, su tranquilidad.

En momentos complejos, de gran incertidumbre y angustia individual y social, necesitamos de más solidaridad, más empatía, más humanidad.

2 COMENTARIOS

  1. Totalmente de acuerdo.
    El atropello que se da a los derechos de la ciudadanía, se evidencia, dia a dia: sin licencia para protestar, en el país que se gobierna a través de decretos,que atropellan los derechos sociales.

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