El pasado 31 de marzo se conmemoró una fecha más del Día Internacional de la Visibilidad Trans; dicha fecha se celebra desde el año 2009 y fue promovida por la activista trans Rachel Crandall.
En escasos 9 años de lucha, el Día tiene como objetivo concienciar frente a la lucha histórica que la comunidad realiza contra la discriminación que sufren las personas transgénero, al igual que sensibilizar y conocer un poco mejor su realidad.
Lo grave del asunto es que en un país como Colombia el ser transgénero significa: más exclusión, odio y muerte. Es así como el 50% de las víctimas de asesinatos cometidos contra el colectivo LGBTIQ son integrantes de la comunidad trans, y peor aún, es que la violencia social y policial recae en ellas y ellos como si fueran parias o un bicho raro, a los cuales pareciera que tenemos que exterminar y no tuvieran derechos.
La estigmatización va más allá cuando las condiciones de salud y laborales son más escasas. A nadie le interesa tener “un hombre vestido de mujer” atendiendo en una oficina minimizando su humanidad, y en materia del sistema de salud, se vulnera su libre desarrollo de la personalidad, el derecho a los servicios, el acceso a procedimientos y medicamentos, en todo caso los metemos en sin salidas para ser atendidos.
Sus identidades son pisoteadas por todos, no sé si por miedo u odio, incrementando la inequidad, la exclusión y la segregación, limitando su acceso a todo tipo de posibilidades en un país, donde se requiere implementar de carácter urgente políticas públicas para garantizar el goce efectivo de los derechos de esta comunidad.
No todo es un panorama gris; hoy hay esperanza con mujeres como Matilda González Secretaria de las Mujeres en Manizales, Brigitte Baptiste como rectora de la Universidad EAN, Tatiana Piñeros alcaldesa (E) de Bosa y en la región, Francis Echavarría reconocida como Mujer Progreso a toda una Vida en el Municipio Industrial, Johana Guerra primera mujer trans, quien laboró en la Alcaldía de Pereira, y quienes repiten en las actuales administraciones de Santa Rosa de Cabal y Dosquebradas Thaliana Ramírez y Ruth Gutiérrez respectivamente; ellas son el ejemplo de lucha frente a la discriminación y han abierto el camino para que otras personas trans ocupen espacios importantes y demuestren que las capacidades profesionales y la calidad humana no se miden por la orientación sexual o la identidad de género.
Ellas nos demuestran que se deben derrumbar a patadas los años de violencia sistemática contra las personas trans, sin temor aceptarlas, dándoles posibilidades de crear un mundo más inclusivo y diverso, donde no se les niegue las posibilidades de ser quienes son.
Ahora nuestra tarea como sociedad es, en concordancia con la propuesta de las Naciones Unidas, que nos eduquemos disminuyendo los índices de transfobia, por eso los invito a que aceptemos la diversidad desde el respeto y apliquemos las siguientes recomendaciones:
– Usar el nombre, pronombres, género y términos preferidos por cada persona, incluso cuando se hable de su pasado.
– No decir que nadie es trans sin su permiso.
– Así como nunca se pregunta a alguien cómo son sus partes íntimas o las operaciones que se hizo, replicar esta acción con una persona transgénero.
– No invisibilizar palabras hirientes o estereotipos nocivos a la comunidad, incluso aunque no esté presente algún miembro del colectivo.
– Denunciar los actos de violencia contra personas transgénero.
– Exigir leyes que protejan los derechos humanos de la comunidad trans.
– Informarse sobre las experiencias de estos seres humanos, sus problemas y preocupaciones.
Gran amigo y hermano. Muy interesantes tus artículos.. felicitarte por el gran compromiso que has asumido por la defensa se los derechos de la comunidad LGTBI
Gracias Eduardo por la claridad y franqueza de tu columna. Así se habla.
Me quedó faltando qué significa la letra Q en LGTBIQ.