Por HERNANDO AYALA M
«Por todo lo que nos une y contra todo lo que nos separa».
«Todavía podemos salvar a Colombia». Promesas en el aire.
Creer es la única energía posible para mover el espíritu. En algo hay que creer. En quién creer va por dentro. Una ética sólida se encarga del resto. Hacer bien colectivo está en actuar limpio, con lealtad. El individualismo colombiano funge como única salida. La acción colectiva en lo público parece signada por la maldición del engaño, las trampas, la degradación en la corrupción. La mayoría no cree en lo público y lo abandona en manos depredadoras. Más de la mitad de los colombianos vive escepticismo, incertidumbre y repulsividad frente al principio de la democracia y gobernanza de derechos en sociedad. El fraude es omnipresente en el imaginario y realidad de la esfera pública.
El 9 de diciembre de 1990 uno de cada cuatro colombianos con derecho a elegir y ser elegido, dió su voto por la mayor ilusión como nación para salir de la inequidad, exclusión, violencia, vestirse de dignidad y encarar un nuevo milenio, todo un sueño del porvenir. Las tres cuartas partes de los colombianos permanecieron en el escepticismo y los sobrevivientes hoy deben pensar que el tiempo les dió la razón.
Ese día fueron elegidos setenta nombres, 66 de ellos masculinos, para redactar un nuevo pacto social, una constitución nacional con derechos para todos. En seis meses escribieron una extensa carta política que prometió garantías e inclusión para cada colombiano. El país feudal quedaría atrás. Habíamos llegado al futuro, según la única voz de Pereira que juró lealtad, legalidad y legitimidad en el solio de Bolívar, al ser ungido como Presidente de Colombia, César Gaviria Trujillo, a los 43 años de edad.
¿Quién se atreve a prometer futuro en Colombia como bandera electoral con un retrovisor de treinta años en que se esfumó impune para muchas generaciones ese sueño? ¿La mayoría de los colombianos envejecidos o nacidos antes y durante esas tres décadas está mejor hoy que en la tragedia de país de los ochentas? ¿Qué hay en la psicología y salud mental de quienes sueñan después del trauma 2020 con lo que vendrá?
Vaso vacío, pesimismo, negativismo, derrota, realidad. Vaso medio lleno, esperanza, optimismo, espíritu emprendedor. Bipolaridad que no borra la realidad tal cual es. ¿Cómo entender treinta años gastados de futuro con imágenes como los campesinos con sus bultos de papa en las orillas de la carretera pidiendo cualquier cosa por su cosecha? ¿Qué explicación para los nacidos a partir de este siglo sobre la inequidad en una nación con tantas opciones? ¿Masacres a diario por todo el país qué dicen de este futuro que pasó? .
Hacer un catálogo de desastres, recriminaciones, para mentar lo sucedido, qué nos pasó en el futuro gastado para quienes ya lo recorrimos y vimos al país atrapado en sus demonios como en la noria del estancamiento y retroceso, es catarsis decepción. Vivimos entrampados en una auto zancadilla repetida una y otra vez. Auto sabotearnos es la especialidad. Caemos, nos levantamos, volvemos a caer y a levantarnos, tenemos una versión de la fe propia bien extraña. Somos nuestro propio judas, nos traicionamos aferrados al juego sucio en el poder. Autoengaño, comer cuento, meter mentiras hacia adentro mirándonos el ombligo no dejó de ser nuestra peor maña predilecta. Las familias pelean defendiendo políticos venales.
El futuro completo de los colombianos que creyeron en la promesa, fue saboteado con el incumplimiento y distorsión de un pacto social centrado en derechos convertidos en negocios, explotación y sometimiento de la gente a vejaciones e injusticias por vulneración, negación y no ejercicio efectivo de garantías básicas fundamentales en la pandemia de corrupción que ha costado demasiadas vidas como en el caso del derecho a la salud.
Treinta años, futuro agotado para todas las generaciones que como el autor de la promesa creyeron en una Colombia sin las desigualdades, inequidad, exclusión, ni brechas sociales que nos sumían en la violencia terrible de aquel tiempo, males que empeoraron con agravantes como la pandemia de corrupción, impunidad y descrédito de un Estado Social de Derecho escrito pero no reflejado en la realidad de indicadores y evidencias sobre la nación prometida. En seis meses tendremos el balance de los treinta años de vigencia de la Constitución de 1991, el pacto por la democracia participativa, poder ciudadano y garantía de derechos. Hubo novedades como la tutela, pero ese futuro perdido no dio la talla como saldo colectivo.
No somos mejor sociedad que en 1990 ni en 1980 y la incertidumbre es mayor. ¿Alguien cree lo contrario? Así estamos.
Escrito por Hernando Ayala M Periodista Proceso Sociedad para Todos 30DS.