Por JUAN ANTONIO RUIZ ROMERO
Especial para El Opinadero
Toma 1: Europa
Domingo 11 de julio, Londres: Luego de la derrota en la final de la Eurocopa, hinchas ingleses enardecidos agredieron con insultos, palos y piedras a los italianos que celebraban el título. El saldo total fue de 19 policías heridos y al menos 50 personas detenidas por los desmanes.
Toma 2: América Latina
Lunes 12 de julio, La Habana. Una persona muerta y más de un centenar de detenidos dejan las masivas protestas en Cuba, en donde miles de ciudadanos exigen mejores condiciones económicas y sociales y una mayor libertad individual.
Toma 3: África
Martes 13 de julio, Johannesburgo: Al menos 72 personas murieron en Suráfrica durante la última semana como resultado de las protestas por el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma, quien se negó a responder ante la justicia por cargos de corrupción y fraude.
Aunque las situaciones referidas son en tres continentes diferentes tienen un común denominador: el uso de la violencia por parte de los manifestantes o de la fuerza pública (en el caso de Cuba) y muchas similitudes con lo vivido en Colombia en los meses recientes.
Desde redes sociales del Reino Unido se estimularon cantos racistas e insultos contra los jugadores ingleses que erraron los penaltis; a través de internet se convocaron las inéditas marchas contra el régimen cubano y el expresidente surafricano había advertido en video a sus simpatizantes que “habría caos si la policía se “atrevía” a detenerlo”.
Una reveladora entrevista del periódico español El Mundo con el escritor israelí Yuval Noah Harari podría dar pistas acerca de cómo la radicalización política, de derecha y de izquierda, utiliza los mismos instrumentos de desinformación, para crear confusión y fracturar la confianza de los ciudadanos que terminan dudando de todo, incluso de sus propias capacidades. Y si a ese panorama le agregamos un entorno inequitativo y excluyente, muchas personas considerarían justificados los comportamientos violentos y destructivos contra el patrimonio público o privado, en la medida en que se sienten ajenos y por fuera de esa sociedad.
Revisemos la entrevista:
“El Mundo: Es difícil para el ciudadano tener una perspectiva sobre temas tan complejos más aún cuando vivimos rodeados de desinformación.
Harari: Para protegernos de la desinformación primero debemos conocer nuestras propias debilidades. Los troles [quienes polemizan y difaman en las redes sociales] que se dedican a lanzar noticias falsas siguen el lema dividir y gobernar. Ya sea en los EEUU, Francia o España, ellos intentan encontrar algún fisura para inflamar el pensamiento colectivo. No pueden crear miedo u odio de la nada, pero cuando descubren lo que la gente ya teme y odia, aprietan botones emocionales que disparan nuestra furia.
EM. ¿Cómo lo solucionamos?
Harari: Pongamos el ejemplo de la inmigración. Los troles propagan una noticia falsa sobre inmigrantes que violan a mujeres locales. Como ya estás preparado para creer esas historias, ni siquiera te vas a molestar en contrastar la información. Y, al contrario, si eres de los que crees que las personas que se oponen a la inmigración son idiotas fascistas, los troles te mostrarán una fake new sobre racistas pegando a inmigrantes. Y también te la creerás. Para salvar el sistema democrático, antes es necesario conocer nuestras debilidades, nuestros miedos y nuestros odios.”
El mensaje de Harari es contundente. Estamos llenos de desconfianza, de miedos, de dudas y ese ambiente desesperanzado y confuso es propicio para los populismos mesiánicos, de derecha y de izquierda, tan dañinos para la democracia.
Por ello es tan importante abrir puertas al diálogo, al disenso, a la contradicción, a la búsqueda de acuerdos, para evitar lo que advertía el filósofo francés Jean Paul Sartre: ”Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia”. Y porque, aunque históricamente estemos acostumbrados a ella, la violencia, en cualquier forma, es una derrota de la razón.
Juan, que acertado el tema, de la guerra de poderes que montaron en los últimos 6 o 7 años los líderes Uribe Vélez y Santos, solo nos quedó un odio irracional, en el que los insultos vienen y van, sin medir las consecuencias que para el país conlleva dicha guerra. El enfrentamiento se agravó, cuando se enfrentaron en la contienda electoral, Duque y Petro, está vez sobre la base que uno representa el establecimiento y el otro la posible alternativa de poder. Y el pueblo, alineándose con un bando o con otro, sin saber bien porque.
Gracias, Guillermo. Como siempre aportando al debate con argumentos de peso.
Saludos.
Me gusta su análisis. Hay otro elemento, con la pandemia el mundo está tenso y los problemas sociales se han agudizado, en la cartilla de los ideólogos de la guerra y las acentuaciones del conflicto, ellos tienen ese elemento en cuenta como tensiones del contexto; además, científicos que estudian los casos de la neuroinmunologìa, una cosa algo compleja, están observando los factores biopsicosociales que enervan la sociedad actual, son los desesperos de nuestra historia en este tiempo. (Han,Byung, Chul – La sociedad del cansancio)