Por JESÚS ALBEIRO ZULUAGA LÓPEZ.
La mañana de ayer, para el desayuno, hice arepas de maíz, con las manos y nada más, como lo hacían mis antepasados. Mientras les daba una forma más o menos redonda, y en su consistencia suave intentando hacerlas tan planas como pudiera, escuchaba la música que ellos, los que ya vivieron, escuchaban. Hacía arepas con las mismas manos, como ellos, pero con otras manos: las mías, unas que tocaron otras cosas, encendieron otros fuegos, visitaron otras pieles. Con las mismas manos, pero diferentes, con menos callos y menos sufrimientos, o quizá con más. Escuchaba las mismas canciones, las mismas letras, pero diferentes, interpretadas por otros artistas, por otras historias, por otras voces, con otra música; las mismas notas en otras melodías; escuchaba boleros de antaño en ritmos de rock suave: el bolero moderno.
Este ritual matutino de hacer lo mismo que otros hicieron hace tiempo, me dibujó una idea en la cabeza: de los abuelos y los abuelos de los abuelos, solo nos queda la tradición, como figura de todo aquello que ya no alcanza a abarcar el recuerdo. Colombia es una tierra de costumbres, variadas actividades fundamentadas en las tradiciones, acciones indeterminadas, como la de un hombre de mitad del siglo XIX, que un día puso su sombrero a la izquierda de su cama, y no a la derecha, y así le indicó hacer a sus hijos y a sus nietos y estos últimos indicaron igual a su descendencia, y así sucesivamente todos con sus hijos, hasta hoy, cambiando los sombreros, la cama y las superficies, pero manteniendo intacta la costumbre.
Los tiempos, entonces, cambian, y las personas cambian con ellos, pero en el factor de la costumbre, implícito, hay algo que no cambia y se queda en el pasado, desactualizado y sin vigencia: el pensamiento. Por tanto, en este ámbito, es como si el hombre se sumergiera en un estanque y se agradara en sus aguas, y se quedara allí para siempre, incluso después de que los rededores del estanque, intervenidos por el hombre, empezaran a secarlo.
El hombre quedado en un pensamiento antiguo es como este otro, figurativo, que pasa sus días en ese estanque que dejó de tener agua ya hace tiempo. Por ende, el hombre, enajenado de la actualidad pero interesado en ella, se mueve en una sociedad que no entiende y sus participaciones son, entonces, desintonizadas. Es esta la condición de no pocos adultos mayores colombianos.
Hoy tiene lugar y existe, para fortuna de la patria, una revolución de pensamiento empezada – de manera masiva y constante – 30 años atrás. Una revolución que en los terribles días presentes suma, tras cada jornada, un mayor número de militantes, conformando escuadrones gigantes, imponentes barricadas con munición inacabable: su ideal; numerosas milicias que marchan en jornadas artísticas, a su modo, con la finalidad de cambiar el país, cambiar la costumbre, una costumbre del abuso y la violencia, mantenidas hasta ahora, y protegidas, por el pensamiento acostumbrado de una mayoría importante de todos los habitantes.
En este escenario, aquellos estancados, no son estancados para sí mismos sin más, sino que, por ser muchos, generan una constante, una moda que ejerce presión en la dirección del país, y no le permiten el avance (que en estos términos viene siendo las nuevas ideas), sometiendo a toda la sociedad, los acostumbrados y los no acostumbrados, a su preferencia de la costumbre, que es, para nuestro pesar, una tradición retrógrada que cuenta con una gran bitácora, donde están consignadas innumerables tragedias, afrentas imperdonables y demás vejámenes perpetrados por el mismo sistema que en este caso se defiende.
Pero como hay penas, hay dichas; como hay pérdidas, hay fortunas; y como tiene resultados negativos el mal actuar, el buen actuar tiene sus resultados benéficos. Entre los adeptos de la nueva revolución, se encuentran, de a poco creciendo, disidentes de la costumbre dañina, que olvidan los discursos aprendidos y adoptan el pensamiento, el pensamiento propio, y no impuesto, que nace de la facultad de razonar, entonces empezado su uso. Estos iluminados recientes, y no nosotros – al menos no directamente, no más allá de la influencia -, son quienes podrán, finalmente, derrocar ese mecanismo de control masivo, que es la costumbre arraigada: la costumbre de pensamiento.
Para terminar, diremos que el pensamiento debe ser según las circunstancias y que las circunstancias se dan según el contexto social, y este es impreciso y variable, sujeto al paso del tiempo. Así, presumir un pensamiento como definitivo en su concepto, es pretender la existencia de un río cuyas aguas no circulen y permanezcan siempre estáticas.
La construcción de una idea consiste, fundamentalmente, en su permanente deconstrucción.
Excelente critica….
Muchas gracias.
Muchas gracias, maestro, por tu valioso comentario.
Las Opiniones rápidamente son Olvidadas, los concejos No aplicados y Actividades No realizadas; provocan en el Lector un desinterés por menosprecio y aislamiento progresivo del proceso de concenso y ayuda mutua para logros futuros.
Inicias proyectos de boca… que en la realidad del imaginario constructivista & etnográfico; se pierde poco a poco y desvirtúa en la memoria colectiva por los Egos de Líderes sin proyección comunitaria Real, para realizar cambios verdaderos a nivel individual y con impacto Social.
*No responda* hasta entender por completo el fondo del contexto y con reflexión de cambio Real e inició de algo en serio y No sólo por hacer una Tertulia por pasar el tiempo pero sin dejar huellas, sólo recuerdos de sueños sin ejecutar por y para tod@s o much@s beneficiad@s.
Pd: Subes de Nivel y luego te pierdes en tu falta de constancia en temáticas mediáticas pero sin horizonte claro a nivel social, sólo personal e individual, respetable obvio, pero falta esa unión grupal y trabajo de Avances en proyectos.
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