Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ
Los avances en materia ambiental entendidos como la ejecución de acciones concretas para reparar los daños que el ser humano le ha causado a la naturaleza y a la vida —que es su expresión más elocuente— son pobres, penosos e intrincados.
La lucha contra los intereses económicos implícitos es de proporciones épicas pues en un mundo avasallado por los afanes capitalistas es casi imposible imponer acciones que atenten contra las utilidades de los empresarios y contra los negocios en sí mismos.
Particularmente en Colombia hemos jugado de manera hipócrita a la hora de defender los recursos naturales y el entorno ambiental. Desde el gobierno se ha propuesto un nuevo modelo de desarrollo económico y social denominado «economía circular» en el que las empresas deben prepararse para la nueva globalización del clima y de la sostenibilidad y sobre la base de incorporar los retos de reducir en un 51% las emisiones de gases de efecto invernadero al año 2030 y de ser un país con carbono neutral al 2050. Como parte de esa estrategia se construyó con la ayuda de varios sectores económicos el «Plan Nacional para la Gestión Sostenible de los plásticos de un solo uso» y se elaboró un proyecto de ley para ratificar el Acuerdo de Escazú (Costa Rica, 2019) firmado por 24 países, incluido Colombia, y que tiene como objetivo garantizar en América Latina y el Caribe el acceso a la información ambiental y a la justicia en este mismo ámbito. Increíblemente este proyecto se hundió en el Congreso de la República casi sin debates y a pesar de que el presidente después de una conversación nacional con ambientalistas y con diferentes sectores y en un supuesto «claro» compromiso con el país y con el continente envió un mensaje de urgencia. No pasó nada, todos se lavaron las manos.
Entre sus principales pretensiones estaba también la de prohibir en Colombia plásticos de un solo uso como bolsas desechables para embalar periódicos, revistas, facturas, alimentos a granel y las utilizadas en las lavanderías, mezcladores y pitillos para bebidas, envases y recipientes para contener alimentos de consumo inmediato y vajillas plásticas entre otros. Varios congresistas de los partidos de gobierno detuvieron la discusión para escuchar la postura de los gremios y de los empresarios involucrados y por supuesto Acoplásticos y la Andi pidieron aplazar la discusión y lograron hundir el proyecto. Triste realidad.
El país y el mundo no esperan más. El cambio climático nos grita en todos los continentes que nos estamos acercando al apocalipsis. No es cuestión de «ambientalismos» ni de personas románticas y mucho menos de discursos partidistas. Los mares (que reciben cada año once millones de toneladas de plástico), los ríos, la tierra, los polos, los animales y miles de comunidades afectadas imploran que hagamos algo para parar la contaminación y revertir el daño.
Es entonces urgente e imperativo reiniciar de nuevo una discusión nacional en torno al tema y llegar a acuerdos para establecer cuáles productos pueden venir empacados en plásticos y cuáles no, buscar mecanismos para su reutilización, promover el reciclaje y avanzar en regulaciones ambientales y de sostenibilidad que incluyan conceptos como impuestos coherentes con los materiales utilizados, presionar a nuestra industria para que reaccione, exigir inversiones en nuevas tecnologías limpias, propiciar la cultura ciudadana en torno al tema, abandonar temores electorales y politiqueros y aceptar el reto generacional de enfrentar rápidamente y sin vacilaciones el más grave problema de la humanidad. No votaré para el Congreso y para la Presidencia por alguien que no se comprometa a ello. ¿Y usted qué hará?
Experimento el mismo sentido de urgencia que nos transmites en este escrito, ¡hay tanto que está en nuestras manos!, pero mayor la falta de consciencia. Ojalá no necesitáramos la intervención del gobierno para hacer lo que es imperativo hacer: cuidar nuestra casa, nuestra vida y el futuro de nuestros niños, ¡vaya adultos irresponsables que somos!
Por lo pronto y desde hace muchos años ya (es casi que mi estilo de vida), procuro practicar a diario las 3 R’s: Reducir, reutilizar y reciclar, y en cuanto a la hora de votar, sí prestaré especial atención esta vez.
Gracias por tu llamado a la reflexión.
Es verdad, el negar el voto a quienes no se comprometan con las verdaderas necesidades del país y del mundo, es una manera clara de protestar contra aquellos que solo defienden las conveniencias del capitalismo salvaje, como los gremios económicos de este desarticulado país.