En un interesante libro de la británica, Karen Armstrong, “Campos de Sangre”, nos muestra el origen del ocio y su impacto en el desarrollo de la humanidad. Pero, ¿qué es el ocio? En Wikipedia encontramos: “Comúnmente se llama ocio al tiempo libre que se dedica a actividades que no son ni trabajo ni tareas domésticas…” Hoy es considerado como recreativo, que da energía positiva, refresca la mente y ayuda a mantener la salud y la paz mental. Pero el ocio tiene connotaciones mas amplias y profundas.
¿Cómo nació el ocio? En las cultura del Medio Oriente, China, India y Europa, los seres humanos hicieron la transición a la vida agraria, desarrollaron la agricultura; y con la agricultura llegó la civilización; y con la civilización, la guerra. Fue un largo proceso del hombre nómada que siguió a comunidades probablemente más igualitarias, de cazadores-recolectores que no podían sostener una clase privilegiada. Apenas se subsistía. Eran sociedades sin clases sociales, en donde la generosidad, la bondad y la ecuanimidad beneficiaban a toda la comunidad.
El desarrollo de la agricultura generó un grupo élite muy pequeño de la población que robó sistemáticamente, con la ayuda de subalternos y obligó a la mayoría de población a vivir en la miseria; el sometimiento era tal, que no podían de mejorar su destino. Esta clase élite generó un gran poder, opresión y control en unos pocos. Produjo una violencia organizada, que no vinculó la religión, sino el robo. Los productos agrícolas pudieron sostener un estilo de vida aristocrático. Esta clase privilegiada tuvo el tiempo suficiente, no solo el descanso, sino también para la investigación, el desarrollo de las artes, la astronomía, las ciencias, la filosofía… que han hecho posible el progreso. Así las cosas, la guerra se hizo necesaria en el estado agrícola. Sin la cruel violencia que se ejercía sobre la población, no se habría desarrollado las artes y las ciencias.
La violencia organizada vinculada al robo generó recursos y poderes en desigualdad, concentrados en pocas manos y no los utilizaron para alcanzar el beneficio de todos sus miembros, sino en la satisfacción de quienes dominaban, oprimían y controlaban a los más desfavorecidos de su misma sociedad y de otras. Las colonizaciones en América, África y Asia, generó una inmensa explotación de los recursos naturales, especialmente la explotación del oro, esta se fue principalmente a Europa en donde se dio el ocio suficiente para el desarrollo.
La civilización requería de una clase ociosa para cultivar las artes, la medicina, la filosofía, las matemáticas, entre otras. Durante miles de años nuestros mejores logros se conquistaron sobre las espaldas del campesino, del minero y del trabajador explotado. Los sumerios inventaron la escritura con un objetivo, tener el control social. Son aspectos desagradables de cómo la aristocracia controló la población e hizo viable el progreso humano.
Los historiadores argumentan, casi en consenso, que sin esta cruel explotación sobre la mayoría de la población, no se habría podido sostener a técnicos, escribas, científicos, inventores, ingenieros, artistas, médicos y filósofos que acabaron dando forma a nuestra civilización. Basta nombrar algunos de los más conocidos personajes que hicieron grandes aportes a la humanidad, debido a que tuvieron el tiempo y los recursos para obtener sus logros: Sócrates, Arquímedes, Platón, Omar Jayam, Al Juarismi, Isaac Newton, Albert Einstein, Thomas Alba Edison, Alan Turing, Ludwig Van Beethoven, Stephen Hawking, entre otros miles y en todas las culturas pudieron desarrollar nuevas tecnologías; inventos como la pólvora y la tinta en China, el inmenso desarrollo de las matemáticas en medio oriente, en fin, son innumerables los casos de innovación y descubrimientos de muchos de los misterios que rodean nuestra vida, de cómo funciona el universo, la conciencia humana, la química, la astronomía, la ingeniería, las matemáticas, la medicina, y más.
Todos nos hemos beneficiado de esa violencia sistémica, estamos implicados con el sufrimiento y muerte de miles de millones de hombres y mujeres a lo largo de miles de años. Todo nuestro llamado desarrollo y crecimiento económico está lleno de barbarie, cabalgamos sobre los hombros de la violencia. Era tal la explotación, que descubrimientos arqueológicos dan a conocer fragmentos de la impotencia del campesino: “El pobre está mejor muerto que vivo”.
Es muy interesante el análisis que hace Karen Armstrong respecto al sentimiento del hombre primitivo al inicio de la agricultura, las herramientas se concebían como armas que herían la tierra, los campos de labranza los veían como se transformaban en campos de sangre, comenzó la deforestación. Era la sensibilidad y amor por la tierra, era sagrada la “madre tierra”. Nada que ver con el mundo de hoy en donde la mayoría del ocio es destinado a un mayor bienestar, pero haciendo solo énfasis solo en las utilidades de las grandes corporaciones, sin protección por la naturaleza, es decir, la actividad sigue como en antaño, pero con un inmenso grado de depredación e inconciencia por el medio ambiente que tiene en peligro a la humanidad, y lo peor, como sucedió en Glasgow, en donde la falta de compromiso de quienes ostentan el poder y que pueden hacer acciones en favor de nuestro bello planeta, muestran una cara en el discurso, y otra bien diferente con sus acciones.
El caso mas patético lo vivimos con el presidente de Colombia, el cual es un excelente orador, pero con mayor habilidad para mentir. Tenemos la muerte de líderes sociales que defienden cualquier forma de vida, la defensa de derechos de las comunidades, la protección de nuestros recursos naturales, a los que mira con una indiferencia que asombra. Estamos cavando nuestra propia tumba al creer que nada va a suceder. Cuán equivocados estamos al no ver cómo nuestro planeta se ha convertido en verdaderos “CAMPOS DE SANGRE”, como titula su libro, Karen Armstrong.