Que el espíritu de la navidad es este jolgorio que desde niños conocemos y practicamos, aunque me parece muy bonito, agradable y distraído, me niego a reconocerlo como tal.
Más afín a la inspiración que se deriva del legado de Jesús, resulta esta oración de San Francisco de Asís conocida siglos después de la fecha aproximada que se le atribuye a la llegada del mesías: “Oración por la Paz”.
La Oración por la Paz integra dos componentes esenciales del mensaje de Jesús: Amor y Paz.
San Francisco de Asís, el patrono de los animales y del medio ambiente, pide las cosas más sencillas de la vida en estos versos que constituyen un poema convertido en magnífica oración, diciendo en su primera parte:
“Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz.
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz”.
Después de formular tan puntuales y humildes peticiones, suplica fuerza espiritual para ser capaz de cumplir estos propósitos:
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Y concluye explicando con claridad meridiana la razón de ser de este pensamiento y de la coherencia, con esos principios, que priman en su vida y que debieran primar en la vida de todo ser humano:
“Porque es:
Dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna”.
Francisco de Asís, con esta invocación: “Muriendo es que se resucita a la vida eterna”, deja establecido que la inmortalidad del alma es pilar fundamental de la creencia cristiana y que a la vida eterna solo se llega con la fe que nos permite procurar amor y paz.
Paradójicamente, este ideal de ser humano, tan sencillo, práctico y noble, lo impiden solo unos minúsculos intrusos transformados en poderosos enemigos: Soberbia, envidia, celos y, en general, las absurdas conjeturas, la sinrazón o la carencia de sentido común.
Vencer esos obstáculos no es fácil, pero sí se puede, utilizando una herramienta muy sencilla que, algunos sobresalientes humanos como ellos, han procurado enseñarnos: HUMILDAD.
Escrito que muchos compartimos fechas de jolgorio y despilfarro de recursos que mucho no tienen pero que harán hasta lo imposible para conseguirlos y cumplir con una tradición de muchos años, regalos y más regalos