Para el Umberto Eco populismo “es un método que prevé la apelación visceral a las opiniones o prejuicios más arraigados en las masas”. Y debido a esto sugiere que ciertas iniciativas políticas que se presentan con frecuencia en distintos países _ como perseguir a los corruptos, rebajar el sueldo a los congresistas etc. etc._, no deberían clasificarse como reaccionarias o conservadoras pues solo representan tipos elementales de populismo.
Según el mismo Eco, los populistas se distinguen de los reaccionarios en que estos creen en una sabiduría antigua, en un modelo tradicional de orden social y moral al que es preciso volver a toda costa, cerrando filas contra el progresismo: una especie de “revolucionarios hacia atrás”. Uno de ellos fue Laureano Gómez, personaje que se opuso metódicamente a cualquier reforma del orden político o social, que no fuera de su autoría. Muy distinto al fascismo, pues Mussolini se consideraba a sí mismo como “un revolucionario modernista”, exaltando el capitalismo y mostrándose partidario de crear su propio orden “nuovo”.
Reaccionario también seria Álvaro Uribe quien se opone a cualquier propuesta de paz, como lo demostró frente al plebiscito y con respecto a proyectos de ley dirigidos a resarcir víctimas del conflicto o a recuperar tierras usurpadas. Ahora bien, conservadores si fueron personajes como Álvaro Gómez o Misael Pastrana; quienes al aceptar la carta del 91 consagraron reformas como la igualdad ante la ley de todas las religiones, rectificando así doctrinas de su partido que postulaban un estado confesionalmente católico.
El populismo no sería una ideología sino un cúmulo de propuestas aisladas, pero, eso sí, terriblemente destructivas por recurrir a pulsiones ancestrales de ese “pueblo profundo” que desconfía de cualquier crítica racional a las creencias, las costumbres o los prejuicios vigentes en un orden social; como sucede con cierto viejito que propone “acabar con los corruptos” haciendo gala de un grosero fanatismo, menos brillante e incomparable con el que desplegaran un Silvio Villegas o un Laureano Gómez contra “los corruptos gobiernos liberales”.