Frente al anuncio de la plataforma Netflix de eliminar algunas películas de su oferta a partir del mes de noviembre, corrí a volver a mirar la lista de Schindler, una película que recrea la historia de un empresario alemán, miembro del partido Nazi y quien trabajó como espía en las etapas previas e inicios de la Segunda guerra mundial.
Me refiero a Oscar Schindler, quien adquirió gran reconocimiento, sobre todo para la comunidad Judía, por haber salvado la vida de alrededor de 1200 personas, evitando que fueran llevados a las cámaras de gas.
Dice la historia que en los comienzos su motivación fue solo económica, para aprovechar la mano de obra de los prisioneros en sus fábricas de utensilios de cocina esmaltados y de municiones, pero que con el tiempo, se fue transformando y orientó su accionar a salvarle la vida a los judíos prisioneros.
Quizás lo más particular de su conducta, fue que lo hizo a través de sobornos a los oficiales alemanes a cargo de los campos de concentración de prisioneros, incluso, según la historia gastándose toda su fortuna.
Fue nombrado «justo entre las naciones» por el Gobierno de Israel en 1963; murió pobre, sobrevivió gracias al apoyo de los llamados Judíos de Schindler y fue sepultado en el Monte Simon de Jerusalén.
Traigo esta historia a propósito de ese deseo de ser implacable con quienes han cometido delitos y quieren rectificar y enmendar. El que la hace la paga es una expresión muy popular para ese pensamiento.
La historia de Schindler da para pensar si hay casos en que el fin podría justificar los medios.
Naturalmente que todo depende; para el Gobierno y el ejército Alemán de la época era una traición mayúscula el delito de los oficiales Alemanes que se dejaron corromper, ni que decir del propio Schindler; no hay duda , pero para quienes creen que están buscando un propósito noble no lo ven así, quizás lo entiendan como una necesidad o incluso de manera más benigna, como un incentivo para torcerle la voluntad a seres humanos vulnerables.
El código penal colombiano considera como una obligación de un servidor publico, denunciar si se da cuenta de la comisión de un delito.
Sinceramente muy pocas veces lo hacen y es bien difícil creer que exista ceguera total; las investigaciones, cuando ocurren, propiamente no surgen normalmente desde dentro del Estado. El temor a las consecuencias puede vencer en la práctica a la ley. Ofrecer incentivos reales y protección a los denunciantes se podría considerar correcto?. Yo creo que si.
Podría esto entenderse también como una forma de soborno ?. No, incluso hace parte de la batería de iniciativas de luchas contra la corrupción.
El principio de oportunidad que se está volviendo algo recurrente en la justicia, aun con limitaciones de aplicación, no es acaso una forma de negociar con el delincuente.? Por supuesto que lo es .
Todo este preámbulo para celebrar la decisión del Congreso de extender la ley de orden público y permitir la negociación con estructuras armadas dentro de la política de la Paz total. Según se sabe, se habilita la posibilidad de incluir en las negociaciones, desde el ángulo político, a las disidencias que desertaron del acuerdo de paz con Iván Marquez a la cabeza, asunto que para muchos suena intolerable .
Aún sin entrar en detalles sobre el informe de la comisión de la verdad sobre la reincidencia de Iván Marquez y Santrcih, empiezo por aceptar que lo que hicieron la DEA y la Fiscalia Colombiana al tentarlos mediante operaciones encubiertas para que sirvieran de mediadores en negocios de cocaina, se llama entrampamiento aquí y en Cafarnaum.
Entiendo incluso qué hay legislaciones que no aceptan incriminaciones cuando ellas se logran por esta vía.
Imaginen ustedes a la DEA tentando políticos y servidores públicos para facilitar delitos, dificil asegurar que pudieran fracasar.
Apostarle a la integridad de los seres humanos con los «sobornos de por medio», es algo deseable pero difícilmente obtenible, al menos de manera absoluta.
Sea pues la ocasión de tener una visión más realista y justa para valorar los esfuerzos del Gobierno en la pacificación de país. Las negociaciones de paz no son la oportunidad para que la justicia brille por fin, eso sería una mentira. Es un momento de transacción donde se debe ceder de parte y parte. Incluso para poder crear las condiciones que hagan posible una justicia con un mejor desempeño y alejarla del rey de burlas en que se ha convertido en muchos casos y temas.
Saludos
Luis Enrique Arango Jimenez.