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LUIS FERNANDO CARDONA
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Actualidad“El Chato” era bien pereirano

“El Chato” era bien pereirano

Es muy probable que la mayoría de los pereiranos, a fuerza de la avalancha de noticias sobre la muerte del rey Pelé, desconozcan que fue un árbitro pereirano de raca mandaca, atravesado e irreverente, quien no soportó los insultos del rey y lo echó de la cancha.

Al terminar la vida física de Pelé, resucitó con resonancia el nombre de Guillermo “El Chato” Velásquez, quien la noche del 17 de julio de 1968 expulsó de una cancha de fútbol por primera y única vez, al más grande de todos en el mundo del fútbol.

En aquella controvertida jugada entre Pelé y el defensor colombiano Luis Eduardo “Camello” Soto, “El Chato” tomó esa decisión y el mundo se le vino encima.

El Espectador publicó una docena de fotos en una de las cuales se observa inflamado el ojo izquierdo de “El Chato”, producto de uno o varios puñetazos, porque según dijo, “todos menos Pelé, me pegaron”.

“El Chato” murió en Medellín el 26 de junio de 2017 casi en el olvido, pero ya había entrado en la historia del más popular de los deportes, no porque el árbitro pereirano lo hubiera querido así; como Eróstrato, el iconoclasta sacerdote turco que, obsesionado por la notoriedad, también entró a la historia incendiando el hermoso templo de Artemisa en Atenas.

“El Chato” lo hizo porque Pelé le faltó al respeto y eso tiene un precio. Al final, Pelé, todo un señor, estrechó la mano de “El Chato”. Histórico.

“El Chato” vivió como murió. En medio de la reciedumbre del carácter, la humildad y la sencillez de su personalidad de pereirano incómodo, acostumbrado a decir las cosas por su nombre, como cuando a mediados de los años 80 después de en un partido en el estadio Hernán Ramírez Villegas en entrevista, dijo al periodista Gonzalo Valencia, que un comentarista deportivo “en mi propia tierra, un comentarista deportivo me echó la tribuna encima a punta de madrazos”. Y agregó: “No entiendo cómo un marica maneja a su antojo al pueblo pereirano”. El hecho tuvo resonancia nacional, pues en esos días la palabra marica no era igual que hoy, cuando es lenguaje de alcurnia.

En su juventud “El Chato” Velásquez había sido boxeador y paralelamente hacía arbitraje hasta que llegó al profesionalismo dirigiendo casi 800 partidos. En los años 60 iba al gimnasio de Lagardere, el mismo que hizo del pereirano Ulises Botero un boxeador de cierto renombre.

Aquella noche histórica de julio del 68, “El Chato” echó a Pelé de la cancha de El Campín y el que sirvió de chivo expiatorio por razones comerciales del fútbol -porque la gente no había llenado el estadio para ver a la Selección Colombia sino a Pelé- y en aquellos días un partido del Santos en Bogotá, sin Pelé, era como una novia sin beso.

Al final, Pelé volvió a la cancha y el que salió del partido fue “El Chato”, de cuya paradoja tan colombiana, se deduce a manera de epílogo, que, en la lucha contra los poderosos, los intereses y los interesados en los intereses, puede traer satisfacciones e incluso llegar a ser exitosa, pero en el camino de lograrlo, se asumen grandes riesgos, peligros, decepciones, frustraciones e incomprensiones.

Solo el tiempo registra verdades y complacencias, muchas veces, como en el caso de “El Chato”, cuando ya para qué. De allí que como siempre digo, el mejor premio es el esfuerzo y la lealtad con uno mismo, con la buena fe y con los que te siguen y te creen. 

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2 COMENTARIOS

  1. Le ofrezco excusas por el siguente sacrilegio: A diferencia la mayoria de mis conciudadanos no disfruto de temas del fútbol. Le ofrezco mis sinceras excusas pero en un acto de chauvinismo, leí su artículo.
    Que suerte tuve… lo disfruté a más no poder. Lo leimos a ocho manos… es decir participaron de esta maravilla de texto hasta otros tres aquí en casa. Reconozco… nos lo gozamos.
    Mil gracias por su generoso esfuerzo.

  2. Respetado Columnista:
    Una anécdota humana, demasiado humana.
    De verdad , el árbitro Chato Velásquez, actuó aplicando la norma, lo que así debe ser .
    El gran Pelé, con su humildad , reconoce su falta, un gesto de un gran respetuoso del arte del fútbol.
    En la actualidad:
    Los dioses del fútbol, envalentonados , por su ego , ( según mi criterio) ,no aceptarían ser expulsados, aún cuando falten al reglamento.

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