(Parte 1).
Desde su concepción y origen las ciudades latinoamericanas buscaban emerger a una nueva instancia, estados que las hiciera más dinámicas y eficientes de la funcionalidad que prestaban en su momento, siempre desde su pensamiento e idiosincrasia buscaban alcanzar otros niveles que los llevaran a mejor estado de bienestar de los habitantes que hicieran parte de ese territorio, buscar la modernidad era el camino que llevaría a las sociedades a otro nivel, el de la civilización; inventar ciudadanos con una morada nueva y diferente, en medio de ciudades imperfectas era la consigna de las sociedades, en las principales ciudades emergentes en Latinoamérica en el siglo XX, la modernidad era concebida como el camino para llegar a la modernización, no su consecuencia. Las ciudades a través de la historia han pasado por diferentes fases, buscando superar los vestigios retrógrados del involucionismo y la barbarie que los caracterizó en algún momento. La concepción de ciudad fue testigo del paso de un pensamiento antiguo tradicionalista a uno de carácter moderno, buscando la modernización de los pueblos, desde todo tipo de concepciones, ya fuera social, política y económica. De allí la importancia de la evolución del pensamiento cultural de las sociedades en busca constante de esa civilidad, la cual se convertiría en un factor de trascendental importancia para la transición y el camino que debía buscarse hacia el pensamiento moderno. Sin arte y cultura, sería muy complicado llegar a procesos de reflexión que apuntaran hacia un camino seguro de modernidad. Las ciudades independientemente de su origen o idiosincrasia buscaban afanosamente el camino hacia un estado superior, la modernización. Pero para esto se debería hacer un alto y una transición en la manera de concebir, pensar y reflexionar la ciudad, ese alto sería el camino, la modernidad, la cual tendría su despertar a través de la cultura. Lo anterior significaría que en las ciudades latinoamericanas la modernidad sería el camino para llegar a la modernización, no su consecuencia. Entendiendo el camino descrito hacia la modernización por medio de la modernidad permitió en el siglo XX escribir la mayor parte de los procesos que sentaron bases de la historia moderna actual de la mayoría de las ciudades latinoamericanas, entre las cuales se encuentran las colombianas. Sin embargo, la modernidad en el siglo XX (Gorelik-2003), comenzó un ciclo de crisis en la década de los sesenta debido a que el desarrollismo comenzó debilitar las estructuras modernas concebidas por décadas atrás. El crecimiento y la expansión ilimitada de la ciudad rompería con paradigmas como la simetría, el arte y la centricidad urbana, donde la concentración de la población sería la nueva realidad de las ciudades. De allí se generó una triple tensión reformista entre los modelos de expansión urbana hacia la periferia en el territorio, hacia adentro en la integración social y hacia adelante en la evolución de acuerdo a los proyectos con una nueva realidad y visión de ciudad, reformista, modernizante y progresista (Secchi- 1989); lo cual llevó no solo al crecimiento de las ciudades sino a la urbanística como profesión, desarrollando la ciudad como un modelo de producción constructiva en medio de mercados acelerados residenciales, donde el urbanismo se convierte en una industria dentro de la industria de la ciudad, fenómeno del cual no fueron ajenas las ciudades colombianas incluyendo nuestra ciudad de Pereira.